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Las tropas se retiran de Ferguson tras el regreso de la calma

El Gobernador ordena el repliegue de la Guardia Nacional

Marc Bassets
Manifestantes en Ferguson, anoche, toman un descanso.
Manifestantes en Ferguson, anoche, toman un descanso.LARRY W. SMITH (EFE)

Las autoridades de Misuri creen que la situación en Ferguson, escenario de casi dos semanas de protestas y disturbios por la muerte de un negro desarmado por los disparos de un policía blanco, está bajo control. El gobernador del estado, el demócrata Jay Nixon, ordenó el jueves la retirada de la Guardia Nacional, la milicia estatal que el sábado llegó a esta ciudad de 21.000 habitantes en los suburbios de San Luis.

La tensión se relaja. A la espera de lo que ocurriera en la noche del jueves al viernes y el fin de semana, lo peor de los disturbios parece superado. El miércoles las protestas en West Florissant Avenue —la avenida donde miles de personas se han concentrado en los últimos 13 días pidiendo justicia— acabaron sin incidentes. La noche del martes fue relativamente tranquila, con incidentes aislados.

Nixon desplegó el lunes a la Guardia Nacional después de varios días en que la violencia desbordó a los distintos cuerpos de policía que intentaban mantener el orden. Enviar la Guardia Nacional —una especie de ‘ejército’ de los estados, con sus vehículos blindados y sus tropas con traje de camuflaje— a las calles de una ciudad norteamericana no es habitual. El anuncio del despliegue evocó enseguida imágenes del pasado, desde la intervención de tropas para garantizar los derechos de los negros en el Sur en los años cincuenta y sesenta hasta los disturbios de Los Ángeles en 1992, donde el goberanador de California también envió la Guardia Nacional.

Pero la presencia de las tropas estatales apenas se notó. La Guardia Nacional no apareció en las protestas. No participó en la represión. Se mantuvo a distancia y buena parte de los habitantes de Ferguson ni los vio. Los efectivos de la milicia se instalaron en el aparcamiento de un centro comercial a menos de un kilómetro de West Florissant Avenue, donde se ubicaba el centro de mando de las fuerzas de seguridad.

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Su misión, explicó el gobernador Nixon en un comunicado, ha sido proteger el centro de mandos de la policía para que los agentes “pudieran centrarse en la tarea importante de aumentar las comunicaciones con la comunidad, recuperar la confianza y proteger a las personas y propiedades de Ferguson”.

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La mejora en el ambiente de las protestas coincidió con la visita a Ferguson, el miércoles, del fiscal general de Estados Unidos, Eric Holder, y la presentación ante un gran jurado de las primeras pruebas de la investigación. La decisión sobre si inculpar al agente Darren Wilson, que el 9 de agosto disparó a Michael Brown, requerirá meses pero que el procedimiento legal haya comenzado contribuye a apagar la ira. La empatía de Holder con una comunidad de mayoría afroamericana que se sentía abandonado por los líderes locales blancos --políticos y policías-- también ayuda. “La historia hierve debajo de la superficie en otros lugares además de de Ferguson”, dijo en una rueda de prensa. “El Departamento de Justicia seguirá apoyando a Ferguson”, prometió.

Una de las reivindicaciones de los manifestantes --la mayoría, negros y jóvenes-- es que se “haga justicia”. Muchos exigen la detención y procesamiento de Wilson. Con el caso de Michael Brown ha salido a flote un agravio más profundo: la sensación, por parte de los afroamericanos de Ferguson, de que la policía no les protege sino que les persigue.

Los líderes negros han tenido un papel decisivo en la paz de los últimos días. Líderes como los pastores que, en cooperación con Johnson, han evitado choques. Líderes como el capitán Ron Johnson, jefe del dispositivo de seguridad, a quien hace una semana el gobernador Nixon, colocó al frente del operativo policial tras la gestión errática de la policía local.

La llegada de Johnson a Ferguson puso fin a la presencia de agentes y vehículos militarizados de la policía en la zona de las protestas. Con él empezó un ensayo de policía comunitaria, o de proximidad, facilitado por la presencia de la Guardia Nacional, que puede haber sido decisivo. En vez de confrontación diálogo. En vez de antagonismo, colaboración y diálogo con los líderes de la protesta.

El capitán Johnson llegó a desfilar un día con los manifestantes. En alguna de las noches más explosivas, dialogó con ciudadanos agitados que le recriminaban la dureza policial. Conciliación, más de confrontación.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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