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El funeral de Brown busca impulsar un cambio en las prácticas policiales

Al Sharpton pide a los asistentes que permanezcan unidos para convertir su protesta en leyes

Masivo funeral por el joven negro tiroteado en EE UU.Foto: reuters_live
Marc Bassets

El funeral de Michael Brown, este lunes en San Luis (Misuri), clausura dos semanas de protestas y disturbios que han proyectado imágenes de tensión racial y han abierto un debate en Estados Unidos sobre la pervivencia de la discriminación en el país de la esclavitud y la segregación. Y ahora, ¿qué?, era la pregunta que sobrevoló la ceremonia religiosa. ¿Para qué habrán servido los días y noches de manifestaciones? ¿Qué ocurrirá ahora cuando las cámara de televisión abandonen Ferguson, un municipio de 21.000 habitantes que ha quedado inscrito para siempre en la geografía de la historia conflictiva de las relaciones entre blancos y negros?

Los familiares directos de Brown —el estudiante negro de 18 años que el 9 de agosto murió por los tiros de Darren Wilson, un policía blanco— eran minoría entre los centenares congregados en la Iglesia Misionaria Baptista del Templo Amable. La mayoría de asistentes eran personas que estos días se han sentido identificadas con él, figuras de la lucha por los derechos civiles como el reverendo Jesse Jackson, políticos de todo el país, celebridades como el rapero Snoop Dog o cineasta Spike Lee, representantes de la Casa Blanca y familiares de mártires del movimiento como Emmett Till, un muchacho de 15 años asesinado en 1955 por blancos en Misisipi.

En la iglesia, con capacidad para 2.500 personas, el reverendo Charles Ewing, tío de la víctima, pidió justicia no sólo para Michael Brown sino para otras víctimas de las armas de fuego. Ewing citó a Trayvon Martin, el adolescente negro que en 2012 murió por los tiros de un vigilante vecinal en en Florida y a las víctimas de tiroteos entre negros y a los veinte niños que en diciembre de 2012 murieron en la escuela primaria de Sandy Hook, en Newtown (Connecticut). Los padres de Trayvon Martin asistieron al funeral.

El orador estrella fue el reverendo Al Sharpton, de Nueva York, uno de los líderes más influyentes de la comunidad afroamericana en EE UU. “América, ha llegado la hora de abordar el problema de las prácticas policiales”, dijo. “Debemos exigirnos que, cuando salgamos hoy de aquí, cambiemos las cosas”.

América ¿qué imagen crees que damos cuando jóvenes protestan sin violencia pidiendo que el país de los libres y la patria de los valientes escuche su grito, y pones francotiradores en el tejado y les apuntas con armas?”

“Un movimiento”, dijo Sharpton en otro momento, “significa que debemos estar aquí a largo plazo y convertir nuestra oportunidad en un cambio, nuestra protesta en legislación”.

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Sharpton se quejó de que EE UU gaste en equipamiento militar para la policía y no haya suficientes fondos para las escuelas. “América”, se preguntó, “¿qué imagen crees que damos cuando jóvenes protestan sin violencia pidiendo que el país de los libres y la patria de los valientes escuche su grito, y pones francotiradores en el tejado y les apuntas con armas?”

Uno de los debates que abre Ferguson es el de la militarización de la policía y la distancia entre los agentes y los ciudadanos a los que que deben proteger. Otro, el sesgo del sistema judicial contra los afroamericanos, por ejemplo con penas elevadas por casos menores de drogas. La representatividad política es otra prioridad: en Ferguson la mayoría de población es negra, pero el ayuntamiento, la policía y el organismo que rige las escuelas están dominados por blancos.

Las circunstancias de la muerte de Michael Brown siguen sin aclararse. Se sabe que Wilson, que patrullaba por Ferguson, se cruzó con Brown, que caminaba por la calle. Se sabe que Wilson disparó varias veces y que Brown iba desarmado. A partir de aquí las versiones difieren. En el entorno del policía se asegura que Brown forecejeó con el policía; otros testimonios presenciales aseguran que la vícima llevaba los brazos levantados, un gesto que se ha convertido en el emblema de las protestas. El cadáver quedó cuatro horas en la calzada.

Un gran jurado debe decidir en las próximas semanas si inculpar al policía a partir de las pruebas que ha empezado a presentar el fiscal del condado de San Luis, Robert McCulloch, cuestionado por ser blanco e hijo de un policía asesinado por un negro. McCulloch ha dicho que hasta medidados de octubre no se habrá presentado todas las pruebas.

Las protestas de Ferguson han sido modestas comparadas con episodios como los disturbios de Los Ángeles en 1992. Limitadas a menos de un kilómetro en una calle de un suburbio lejos del centro de San Luis, han convocado durante dos semanas a unos miles de personas, mayoritariamente negros, que exigían justicia en la muerte de Michael Brown y un cambio en la actitud de la policía hacia los afroamericanos.

Ferguson es relevante porque evidencia agravios reales en un sector de la población afroamericana —los negros representan un 12% de la población y más de un tercio de la población carcelaria— y porque toca a uno de los traumas de este país, el racismo. Ni las acciones de unos pocos violentos ni la represión policial han sido más violentos que los de algunas manifestaciones del G-8 en Europa, pero EE UU no es Europa: aquí las imágenes de policías blancos, equipados en algunos casos con armamento militar, frente a manifestantes negros indefensos, evocan tiempos que parecían superados, y la mera expresión ‘disturbios raciales’ dispara las alarmas sobre la ruptura de la convivencia.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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