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ALEXÉI CHALY | Líder del movimiento prorruso de Sebastopol

“La paz ya no es posible en Ucrania; hay que negociar como en Yugoslavia”

El empresario que lideró el levantamiento en Crimea representa al partido del Kremlin en las primeras legislativas de la península, que se celebran en septiembre

Pilar Bonet
Alexéi Chaly (derecha), en marzo en el Kremlin.
Alexéi Chaly (derecha), en marzo en el Kremlin.SERGEI ILNITSKY (AFP)

Alexéi Chaly, el empresario y científico que lideró el levantamiento prorruso en Sebastopol (Crimea) en febrero, cree que las sanciones occidentales contra Moscú “pueden crear cierto aislamiento, pero no son ningún peligro” para la histórica ciudad, sede exclusiva de la flota rusa del mar Negro después de que la marina de Ucrania abandonara la península anexionada.

Fundador de un holding de equipamiento eléctrico con decenas de filiales internacionales, Chaly, de 54 años, goza de respeto más allá de Crimea, pero las sanciones le impiden viajar a Occidente y le han obligado a vender su participación en el conglomerado, que “sigue trabajando con otros dueños en Alemania, Sudáfrica, Brasil, Reino Unido, China e India”, dirigido por jóvenes “que fueron mis estudiantes”, dice.

En una entrevista con EL PAÍS realizada en Forós, al sur de Crimea, Chaly afirma que “la cuestión es si las sanciones se utilizarán para movilizar o para imponer restricciones a la sociedad”. "Lo importante es en qué dirección vamos, porque para vivir en el mundo global hay que ser competitivos”, subraya.

El 23 de febrero un mitin en Sebastopol eligió a Chaly “alcalde popular” de la ciudad sublevada contra el Maidán de Kiev. El empresario fue uno de los firmantes de los acuerdos (no reconocidos internacionalmente) para incorporar Crimea y la ciudad de Sebastopol a Rusia en calidad de provincias. Chaly renunció después a gobernar, pero vuelve a ella. “El equipo Chaly” encabeza la lista de Rusia Unida (el partido del Kremlin) en las primeras elecciones legislativas dentro del sistema ruso, en septiembre.

Chaly dirige la Agencia de Desarrollo Estratégico de Sebastopol, una entidad creada para desarrollar la economía y fomentar la investigación, apoyándose en la industria de defensa y en las compañías “que producen cosas únicas por sus características técnicas”. “La industria militar puede dar un empuje al desarrollo de Sebastopol sobre todo al principio, pero las tecnologías que queremos promover no son solo militares, sino destinadas a la exportación en el futuro”, afirma. Sueña con convertir Sebastopol en “la Californa rusa, en una ciudad de tecnología como San Francisco”. Las sanciones marcan otros horizontes. “Encontramos empresas rusas que pueden multiplicar por diez el PIB regional y algunas de ellas están en la ciudad”. Uno de los fines es “sustituir los componentes prohibidos por las sanciones por otros propios”. “Dentro de tres años, cuando me reúna con mis colegas alemanes, no necesitaremos su producción”, dice.

Cuando el presidente Víctor Yanukóvich huyó de Kiev, Chaly esquiaba en Austria. Volvió de inmediato a Sebastopol y se aplicó al fin perseguido durante años. “Antes habíamos preparado la ciudad para tomar el poder. Ahora que nos han impuesto sanciones puedo decirlo abiertamente. Me preparé para que Sebastopol abandonara Ucrania en 2004, cuando sentimos que el poder central se debilitaba durante la Revolución Naranja, y en 2008, durante la guerra de Georgia; hubo otros intentos antes, pero nunca se llegó al límite. En 2014 la transferencia de poder [en Kiev] fue ilegal y aprovechamos el momento”, sentencia.

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Chaly se relacionó por primera vez con el presidente Vladímir Putin durante la firma de los acuerdos que vincularon a Crimea y Sebastopol con Rusia, en marzo. Nieto de un almirante, afirma que jamás fue ciudadano de Ucrania y acusa a “la diáspora ucrania en Canadá y EE UU” de “imponer su concepción de la historia” y motivar con ello la aparición de una generación de jóvenes que “no conoce la historia real de Ucrania, Bielorrusia y Rusia, tres países eslavos con un tronco común”. “El ánimo antirruso reinante en las tres regiones occidentales a fines de los ochenta y principios de los noventa, cuando yo trabajaba en Lvov, ahora se extiende a la mitad de Ucrania”, sentencia. “Desde EE UU lograron crear una fisura entre ucranios y rusos, a unos les dijeron que eran descendientes de la Rus de Kiev y a los otros que no eran descendientes, sino conquistadores”.

“Crimea, por sí misma, no interesa a Occidente y es solo un terreno para luchar contra Rusia”, afirma. “En Rusia no había nadie hasta que en 2000 apareció Vladímir Putin. Estoy convencido de que Putin cree representar los intereses del Estado ruso. En cambio, todos los presidentes de Ucrania se han interesado más por su capital y su ego”, afirma.

Chaly opina que “no existe un derecho internacional absoluto”. “Desde un punto de vista histórico y familiar las fronteras [entre Rusia y Ucrania] son artificiales”, señala. “En 1991, al desintegrarse la URSS, ¿acaso otros países no violaron el Acta Final de Helsinki? ¿Por qué no dijeron que Gorbachov era el presidente legítimo de la URSS y por qué no denunciaron a los bandidos que se reunieron en contra suya en los bosques de Bielorrusia? Los líderes de Bielorrusia, Rusia y Ucrania violaron la legalidad, pero ni los norteamericanos ni los europeos defendieron a Gorbachov, porque la situación les convenía. Ahora, como no les conviene, se escandalizan”, afirma.

“El origen de la desestabilización en el mundo no está en Crimea. EE UU lleva más de dos décadas trabajando para desestabilizarlo”, sentencia. “Rusia no se puede permitir una plena carrera de armamentos, por su PIB y por sus reservas financieras. A lo sumo puede ejercer una activa posición defensiva. Rusia no amenaza ni a la OTAN ni a Europa”, opina.

Para superar la guerra en Ucrania Chaly propone la “creación de Novoróssia [Nueva Rusia] como país cuyas fronteras se trazarían según el resultado de plebiscitos en diversas regiones de Ucrania”. “Hace varios meses esas regiones hubieran podido seguir como parte de Ucrania con una amplia autonomía, como en Suiza. Ahora la solución pacífica ya no es posible porque hay demasiados muertos y hay que ponerse de acuerdo como en Yugoslavia”.

Se puede optar por una fórmula como la de Gasavyurt, el acuerdo de 1996 por el que el Kremlin reconocía una independencia de facto a los insurgentes de Chechenia. O bien por “la independencia plena tras referendos controlados por observadores internacionales”. ¿También para Crimea? “Crimea ya hizo su referéndum y es tema aparte, porque Rusia la reconoció”, dice.

Sobre el apoyo de Rusia a los separatistas del Donbás, cree Chaly que “no hay que temer las consecuencias”. “Superamos una gran guerra, sobreviviremos. Solo hay que ponerse a trabajar, fortalecerse, y no me refiero al arma nuclear, porque en ese campo todo está en orden y no nos atacarán fácilmente, sino en el sentido económico y social.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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