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Soldados de una batalla ajena

Los Borinqueneers fueron los primeros puertorriqueños que combatieron en la guerra de Corea Formaron el último regimiento segregado del Ejército de EE UU

Miguel Piñeiro, de 83 años, soldado retirado.
Miguel Piñeiro, de 83 años, soldado retirado.M.PRIMERA

"Que antes que nada se sepa que soy de la playa de Naguabo". Federico Simmons nació en esa playa del norte de Puerto Rico hace 85 años. Al cumplir 20 emigró a San Juan y se licenció como Guardia Nacional. A los 23, el servicio militar obligatorio le envió a Panamá y, tras un par de meses de entrenamiento, le embarcó en enero de 1952 en el buque Aiken Victory con rumbo a la Guerra de Corea. "Uno sabe que va a la guerra y no sabe adónde. Esas cosas siempre las dicen a lo último". Simmons sirvió un año con los Borinqueneers, el regimiento 65 de Infantería: la última unidad militar segregada de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos y el primer regimiento de puertorriqueños enviado a la primera línea de combate, a las tareas más riesgosas. "Yo era el informativo, avisaba si había enemigos o no. Sin mí y sin todos los que estábamos asignados a comunicaciones, nadie podía pelear. Por eso a cada rato mataban a uno de nosotros. A mí, gracias a Dios, no me mataron", dice Simmons y se ríe.

La guerra, seguida de la muerte o la emigración a Estados Unidos, ha hecho su parte en el lento y sostenido proceso de decrecimiento de la población de Puerto Rico en el último medio siglo, por lo que hay ahora más puertorriqueños viviendo en el continente que en la isla. Los isleños han ingresado a las Fuerzas Armadas estadounidenses desde que el Congreso les otorgó la ciudadanía en 1917 y lo hicieron en masa durante el periodo de la gran migración, entre 1945 y 1965, cuando medio millón de jóvenes de provincia y sin empleo partieron hacia el continente como soldados u obreros. Los Borinqueneers llamados a batalla entre 1950 y 1952 eran de Naguabo, de Trujillo Alto, de Guaynabo, de Añasco, de San Lorenzo, de Jayuya. No habían salido nunca de la isla, jamás habían disparado un arma y los que habían completado la escuela hablaban algo de inglés; enrolarse se les presentaba como una oportunidad de estudiar por tres años y emigrar.

Federico Simmons, 85 años, con el uniforme de asociación de retirados.
Federico Simmons, 85 años, con el uniforme de asociación de retirados.M.P

"Anote allí, por favor: Rafael Gómez Hernández, licenciado". Gómez formaba parte de un grupo de 85 jóvenes recién graduados de la escuela secundaria que se alistaron voluntariamente el 20 de junio de 1950 en el Fuerte Buchanan de San Juan, con la promesa de que serían enviados a la escuela de oficiales en el canal de Panamá. Cinco días más tarde, el 25 de junio, estalló la guerra en Corea. "Según lo planificado, nos llevaron a Panamá, nos dieron dos meses de training, completaron las compañías con soldados de experiencia de la Segunda Guerra y nos metieron para Corea. Aquello de estudiar para oficiales se olvidó", cuenta Gómez. Había 3.500 soldados en esos tres primeros batallones de puertorriqueños que partieron en dos buques, el Marine Lynch y el Sargento Woodford.

Javier Morales es veterano de Vietnam y preside la Asociación de Retirados del 65 de Infantería, una organización creada en 1935 para brindar ayuda y abogar por beneficios para sus integrantes, con sede en la segunda planta de una vieja casa del barrio Puerto Nuevo de San Juan. Morales visita a los veteranos de toda la isla, averigua qué necesitan, busca ayuda. Él calcula que entre Puerto Rico y Estados Unidos hay más de mil sobrevivientes del regimiento: "No se tiene una idea exacta porque no se ha hecho un censo. Hay algunos que no reciben nada porque se apuraron cuando eran jóvenes y la familia no se interesó tampoco en reclamar beneficios". Los heridos en combate deben, por ejemplo, someter unos papeles para tratar de conseguir una compensación. Y justo porque prestaron servicio en la primera línea de defensa, los heridos son muchos; en términos generales, desde Corea y hasta ahora, la proporción de heridos o fallecidos en batalla suele ser mayor entre los puertorriqueños que entre otros grupos étnicos de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.

Juan José Reyes estuvo seis meses destacado como carabinero en Suwon y otros seis hospitalizados por una lluvia de fragmentos de artillería que le hirió las piernas. Tiene ahora 87, habla, se mueve con dificultad y cada reencuentro con sus excompañeros, condecorados como él con la orden del Corazón Púrpura, le golpea hasta el llanto. "En Corea quedaron muchos muertos y yo los vi morir", recuerda. Rafael Ríos tenía tres meses de haber llegado a Corea, en diciembre de 1950, cuando el jeep de la compañía de auxilios médicos donde viajaba pisó una mina y volcó. "La labor mía era ayudar a los heridos y, de mi pueblo, yo fui de los primeros heridos. Tengo 30% de discapacidad y eso es permanente. Me quieren meter al hospital, pero yo a los hospitales no quiero ir porque uno coge ahí muchas enfermedades".

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Los veteranos Rafael Gómez, Javier Morales, Miguel Piñeiro (arriba, izquierda a derecha), Rafael Ríos, Juan Reyes Báez y Federico Simmons (abajo, izquierda a derecha), en la sede de la Asociación de Retirados del 65 de Infantería en San Juan.
Los veteranos Rafael Gómez, Javier Morales, Miguel Piñeiro (arriba, izquierda a derecha), Rafael Ríos, Juan Reyes Báez y Federico Simmons (abajo, izquierda a derecha), en la sede de la Asociación de Retirados del 65 de Infantería en San Juan.M.P

Puerto Rico es una de las jurisdicciones nacionales con mayor cantidad de veteranos del Ejército de EE UU. "Los puertorriqueños han estado tradicionalmente sobrerrepresentados en las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, porque es una oportunidad de desarrollarse. Pueden beneficiarse, por ejemplo, de las ayudas a veteranos para estudiar en la universidad o comprarse una casa cuando terminan su servicio", explica el antropólogo cubano-puertorriqueño Jorge Duany, profesor de la Universidad de Florida. Sin embargo, la calidad de los servicios que reciben esos militares es mediocre: "Los propios veteranos se quejan de los hospitales y de que el cierre de las bases los ha perjudicado", añade Duany.

Los beneficios para veteranos puertorriqueños sumaron 857,3 millones de dólares en las transferencias federales a isleños de 2013; este monto ocupó ese año el quinto lugar en importancia, después de las becas, y antes de las ayudas para adquirir vivienda y de las pensiones del sistema federal de retiro. De acuerdo a datos del censo de 2010, los beneficios federales del seguro social y de salud (Medicare) representaban el 38% de los ingresos de los puertorriqueños mayores de 60 años, un grupo que entonces sumaba el 20,4% de la población total de la isla.

La proporción de heridos y fallecidos en batalla es mayor entre los puertorriqueños que en otros grupos étnicos del ejército de Estados Unidos

Una avenida lleva su nombre en San Juan, a pesar de que desde la primera batalla los Borinqueneers fueron criticados tanto por las tropas estadounidenses como por sus compatriotas nacionalistas de la isla. "Había una atmósfera de subestimación, de inferioridad con la que tenían que lidiar, tenían muchas dificultades, y además tuvieron que asumir misiones casi suicidas", cuenta Frank Medina, nieto de un Borinqueneer. Entre 2005 y 2006, Medina sirvió en la Guerra de Irak como oficial de comunicaciones apostado en la población de Balad, y asegura que "no solo han cambiado los mecanismos para evitar que haya circunstancias de desagregación, discriminación o prejuicio, sino que también hay una mentalidad de respeto y diversidad para el trabajo conjunto". Medina tiene ahora 34 años, vive en Orlando, Florida, aún trabaja como ingeniero de sistemas para la Marina de Estados Unidos y representa a una alianza de voluntarios que se organizó para lograr que los Borinqueneers recibiesen la Medalla de Oro del Congreso de Estados Unidos por sus servicios.

La condecoración les fue finalmente otorgada el 10 de junio de este año, y Federico Simmons, Rafael Gómez Hernández y Miguel Piñeiro fueron los tres únicos veteranos residentes en la isla que pudieron viajar a Washington para recibirla. "Fue un tremendo viaje, estoy muy satisfecho porque jamás había visto el capitolio por dentro y tenemos la pluma con la que el presidente Barack Obama firmó la orden", dice Piñero, de 83 años. "La guerra de Corea fue hace mucho, esto podía haber ocurrido 30 o 40 años atrás, pero nunca es tarde y estamos agradecidos porque tenemos este reconocimiento. Ya yo tenía otras cinco medallas por Corea: corazón púrpura, bronce y otras más, que no recuerdo", dice Simmons y se ríe otra vez.

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