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La campaña por el no en Escocia da un giro para apelar a los sentimientos

“Me rompería el corazón que se dividiera nuestra familia de naciones”, asegura Cameron

Declaraciones de Cameron y el primer ministro escocésFoto: reuters_live

La llegada a Escocia de los líderes de los tres grandes partidos británicos el miércoles ha marcado un giro radical en la campaña unionista para evitar un triunfo independentista en el referéndum del día 18. Tras varios meses amenazando a los escoceses con todo tipo de desgracias si votaban por la secesión, David Cameron, Ed Miliband y en menor medida Nick Clegg dieron un giro de 180 grados a la campaña unionista y apelaron al corazón de los votantes para que no permitan que Reino Unido se fragmente. “Me rompería el corazón que se dividiera nuestra familia de naciones”, dijo Cameron.

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El “team Westminster”, el equipo Westminster, como les definió irónicamente el líder independentista, Alex Salmond, se repartió el trabajo. El primer ministro Cameron se presentó el miércoles en la sede de una entidad financiera en Edimburgo, donde las clases medias que han hecho fortuna con las entidades financieras con sede en Escocia pero mercado en Inglaterra son más sensibles al mensaje unionista.

Sin dejar por completo las amenazas sobre las consecuencias de la secesión, Cameron se dirigió a la audiencia en términos sentimentales. Explicó que le preguntan a menudo si para su partido sería más fácil ganar las elecciones si Escocia fuera independiente. “Mi respuesta es que me importa más mi país que mi partido. Me preocupa inmensamente este gran país, este Reino Unido que hemos construido juntos. Y me rompería el corazón si esta familia de naciones que hemos reunido —y hemos hecho juntos cosas extraordinarias— si esta familia de naciones se dividiera”.

En respuesta directa al mensaje independentista de que el referéndum es la oportunidad perfecta para sacarse de encima a los gobiernos conservadores que suelen emanar de Westminster, el líder tory advirtió: “La gente puede creer que esto es un poco como unas elecciones, que tomas una decisión y cinco años más tarde puedes decidir otra cosa. Que si estás harto de los jodidos tories les puedes dar una patada y luego te lo puedes volver a pensar. Esto es muy diferente. No es una decisión para los próximos cinco años, sino para el próximo siglo”.

El líder laborista, Ed Miliband, se fue a Glasgow, un feudo histórico del laborismo que se ha convertido en la clave del referéndum, porque la remontada independentista en las encuestas se explica sobre todo por el creciente apoyo que está recibiendo de votantes laboristas desencantados. Un sondeo difundido el miércoles sitúa en el 42,4% los votantes del sí a la independencia y en el 47,6% los del no, en la misma línea que uno anterior realizado también por Survation.

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Miliband les habló “con la cabeza, con el corazón y con el alma para que Escocia siga en Reino Unido”. “Con la cabeza porque creo que si estamos juntos podemos crear, más fácilmente que si estamos separados, una sociedad más igual y socialmente más justa. Con el corazón, por los vínculos que nos mantienen unidos y que se romperán de forma irremediable con la separación. Con el alma, porque es la solidaridad lo que permite crear grandes instituciones como el Servicio Nacional de Salud para combatir las injusticias de nuestro tiempo”.

Nick Clegg se fue a los Scottish Borders, la zona fronteriza con Inglaterra al sudeste de Escocia, en la que los liberal-demócratas aún tienen cierto crédito. No apeló tanto a las emociones, pero en lugar de refugiarse en la seguridad de un salón se echó a la calle para debatir con los votantes. Allí hizo hincapié en las ofertas de aumentar las cuotas de autonomía de Escocia y aseguró que todo va a cambiar después del referéndum, porque no es necesario que gane la opción de la independencia para que cambien las cosas.

Alex Salmond, el líder independentista, lanzó de buena mañana su mensaje de que estaban ante una confrontación del “team Westminster” y el “team Scotland”, arrogándose para los independentistas la etiqueta de escoceses e identificando con la nada popular etiqueta de Westminster a los partidarios de que Escocia siga formando parte de Reino Unido.

El mensaje duro del día llegó a través del ex primer ministro conservador John Major, que en 1997 se opuso sin éxito al actual sistema autonómico que patrocinaban los laboristas de Tony Blair. En un artículo en The Times y una entrevista en la BBC, Major advierte que la independencia sería un desastre.

“Si Escocia votara por irse sería desastroso para todo Reino Unido. Primero porque nuestro sistema de defensa Trident se vería debilitado inmediatamente”, sostiene. “Nuestro papel en la OTAN se reduciría. Eso dañaría nuestras relaciones con Estados Unidos. Reino Unido se vería debilitado en cada institución internacional a la que pertenece. Desde luego se vería debilitado en la UE en las próximas negociaciones. Perderíamos nuestro lugar en primera fila en Naciones Unidas”, advierte el ex primer ministro.

La intervención más llamativa del día fue la del magnate mediático Rupert Murdoch, de quien se dice que tiene excelentes relaciones con Alex Salmond y ya a principios de semana aseguró que las encuestas que este maneja sitúan a los independentistas en el 54%. Murdoch tuiteó el miércoles: “Los escoceses no se merecen depender de Londres. Difícil elección. Quizás demasiado”.

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