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Los republicanos de California ansían renovarse entre divisiones y extremismos

El partido de Reagan trata de reinventarse tras agonizar durante años sepultado por su imagen de antiinmigrantes

Pablo Ximénez de Sandoval
Ashley Swearengin, candidata republicana a interventora de California, durante la convención del partido en Los Ángeles.
Ashley Swearengin, candidata republicana a interventora de California, durante la convención del partido en Los Ángeles.Chris Carlson (AP)

Las elecciones en California son el próximo 4 de noviembre y, para el Partido Republicano, situación es la siguiente. Uno de cada cuatro ciudadanos de California no sabe quién es Neel Kashkari, el candidato a gobernador. Dos de sus propios compañeros se han negado a apoyar su candidatura en público y no descartan votar a su rival demócrata. De los ciudadanos registrados para votar, solo un 28% lo ha hecho como republicano y el 43% como demócrata. Los demócratas tienen mayoría en las dos cámaras del Capitolio desde hace una década y ocupan casi todos los puestos electos del Estado (solo hay dos republicanos: dos de los cinco miembros del gobierno colegiado de la hacienda estatal). Y nada indica que eso pueda cambiar.

California es un estado monocolor. Es el Estado más rico y más poblado de EE UU, la referencia de la que se suele decir que marca el futuro del país en política, cultura y temas sociales. Una referencia que los republicanos han dejado de poner como ejemplo, porque si este es el futuro de EE UU, su partido no sale en la foto. El partido que alumbró las revoluciones conservadoras de Richard Nixon y Ronald Reagan no levanta cabeza.

En esta situación celebró el Partido Republicano de California su convención el fin de semana del 20 y 21 de septiembre en un hotel de Los Ángeles. La tónica general fueron las llamadas a la moderación, a acercarse a las minorías, a ser el partido de los trabajadores. El partido está cambiando, afirman. Pero ese mensaje queda ahogado por las divisiones internas, por el extremismo que sigue habiendo en las filas republicanas y la actitud del partido en Washington, que hunde la imagen en California.

El candidato republicano a gobernador de California Neel Kashkari, hijo de inmigrantes indios.
El candidato republicano a gobernador de California Neel Kashkari, hijo de inmigrantes indios.Chris Carlson (AP)

Es una foto en negativo de Texas, donde hace 20 años que no hay un gobernador demócrata y los republicanos ocupan todos los puestos electos del Estado. El dominio republicano ha producido la saga política de los Bush y ha mantenido al mismo gobernador 14 años en el puesto. Texas es el lugar donde las ideas conservadoras más radicales se convierten en propuestas en negro sobre blanco y con sello oficial. Nada hace presagiar un cambio en estas próximas elecciones.

“Hay mucho mejor ambiente y actitud en esta convención que hace siete años”, decía en los pasillos la experta en administración de empresas Arlyne Diamond. “Hemos aprendido la lección de que no hay que odiar, que se puede estar en desacuerdo sin odiar al otro”. Diamond asegura que en el partido son “muchos” los moderados, pero no se ve. “La mayoría del Medio Oeste es muy blanca y cristiana y han alzado más la voz, de forma que nos han hecho parecer a todos igual, pero aquí somos moderados”.

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Diamond considera que el gran acierto de los demócratas fue acercarse a los inmigrantes. “Han conseguido que los aclamen”. Gracias a esa política han “creado una lealtad” en ese electorado, afirma. Sin embargo, cree que el partido ya está en esa dinámica al tener, por primera vez, dos candidatos hijos de inmigrantes. “Eso ayuda a recuperar la imagen”. Neel Kashkari, candidato a gobernador, es hijo de inmigrantes indios. Ron Nehring, candidato a vicegobernador, es hijo de alemanes.

Ninguno es hijo de latinos, que son el 38% de la población de California y una de las principales razones del hundimiento del partido, junto con la visión liberal mayoritaria en temas sociales como el aborto, la homosexualidad o las drogas, temas en los que los republicanos han perdido sintonía con la sociedad, según ellos mismos reconocen. Los latinos eran el 9% del voto de California hace 20 años. Ahora son el 26% de los votantes.

Chapas a la venta en la convención republicana de Los Ángeles el pasado fin de semana.
Chapas a la venta en la convención republicana de Los Ángeles el pasado fin de semana.

Ron Gold, el candidato a fiscal general en las elecciones de noviembre, explicaba que desde que hace 20 años un gobernador republicano promovió una ley xenófoba antiinmigrantes (la infame Proposición 187) “el partido es visto como antilatino”. “La demografía creciente de los latinos lo hace muy difícil”, afirma Gold. “Estamos peleando por recuperarlos. Hay que hacer un esfuerzo especial por que los hispanos se sientan queridos por el Partido Republicano”.

El candidato a gobernador, Neel Kashkari, destacó precisamente su cualidad de inmigrante como un ejemplo para el partido. En declaraciones a los periodistas en el congreso dijo: “Soy social libertario y me centro en los temas económicos. Miren el contraste con hace cuatro años”, cuando los candidatos estaban “encerrados en un concurso a ver quién odiaba más a los inmigrantes”. Kashkari presentó su candidatura, la de un hijo de inmigrantes, como un punto y aparte en la historia del partido y afirmó que se propone volver a presentar a los republicanos como el partido de “los trabajadores y los derechos civiles”.

El partido está cambiando en sus caras y en sus formas. Pero a la entrada de la convención del fin de semana lo primero que recibía el visitante era una papeleta para la rifa de una escopeta y un curso en un campo de tiro de Las Vegas. Era la promoción de la mesa del Tea Party de California. El mismo Tea Party organizó las dos conferencias con más asistentes de todo el congreso, salas llenas de blancos que vitoreaban a oradores que decían cosas como que hay que tirar una bomba atómica sobre los terroristas del Estado Islámico o que los terroristas del 11-S tenían licencias de conducir, por tanto, dar licencias de conducir a los inmigrantes ilegales es una mala idea.

Andrea Duarte, secretaria de la Asamblea Nacional Hispana Republicana, que agrupa a latinos del partido, explicaba que quieren “poner una nueva cara”, pero una de las dificultades que encuentran es el lenguaje agresivo de algunos republicanos. “Sí, nos afecta. Tenemos que decir las cosas de otra forma. Cuando alguien en Washington usa cierto lenguaje nos hace daño, entorpece lo que estamos haciendo aquí”.

La voz de Washington en esta convención fue la del senador Rand Paul. Fue muy claro: “Cuando nos parezcamos a América, blanca, negra o marrón, volveremos a ganar”, dijo en su discurso. “Pero no vamos a ganar con lo que estamos haciendo. Tenemos que salir, y tenemos que ensanchar el partido. Cuando lo hagamos, volveremos a ser el partido nacional”.

En sus propias palabras, algo parecido venía a decir Ron Gold, el candidato a fiscal. “El partido republicano no pueden ser cuatro viejos blancos que se votan unos a otros”, decía. “Porque, en algún momento, morirán”. Por su parte, ha planteado una campaña bastante rompedora con la imagen de los republicanos: va a promover abiertamente la legalización de la marihuana en California. “Tengo mucha confianza en que los republicanos se están abriendo. Yo pido varias cosas a los republicanos. Uno, que sean más inclusivos, que tengamos hispanos, que estemos abiertos a los negros, no solo abiertos, sino representarlos y buscarlos. Y con el asunto de la marihuana, apoyar la libertad individual, mostrar que no es todo ley y orden y meter a la gente en la cárcel. Creo que el partido va a recorrer un largo camino en los próximos siete años”.

“El Partido Republicano no puede ser el partido del no”, resumía Ron Gold. “Si para regenerarse hay que librarse de algunas de estas personas, adelante, pero no se puede ser el partido del no”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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