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Sanciones de ida y vuelta a Rusia

Las restricciones dañan a Moscú, pero amenazan la recuperación europea

Alicia González
Angela Merkel y Vladímir Putin, en una reunión en Berlín.
Angela Merkel y Vladímir Putin, en una reunión en Berlín.SVEN SIMON (EFE)

Las sanciones económicas que los principales países occidentales llevan meses aplicando contra Rusia por sus hostilidades en Ucrania empiezan a tener efectos palpables. En ambas direcciones. El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) augura que la economía rusa entrará en recesión en 2015 —después de crecer un 3,4% en 2012 y un 1,3% en 2013— y cifra la salida neta de capitales del país por temor a más sanciones en unos 60.000 millones de euros solo en el primer semestre.

Pero Europa es, a su vez, una de las grandes perjudicadas por esas represalias comerciales. Además, las perspectivas de nuevas tensiones en el suministro de gas este invierno dificultan aún más su escenario económico en los próximos meses. Como reconocía el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, “en política, eso se llama pegarse un tiro en un pie”.

No es lo mismo imponer sanciones sobre Siria que hacerlo sobre la octava economía del mundo, con quien se mantienen estrechos lazos económicos. Los beneficios de la eléctrica alemana EON han caído un 12% en el primer semestre por la debilidad de la economía rusa; el holandés Rabobank ha admitido que muchos de sus clientes, granjeros, sufren serias pérdidas por las restricciones rusas a los alimentos europeos; Adidas ha recortado su objetivo de ganancias para este año por el impacto del mercado ruso; la alimentaria Henkel ha advertido a sus accionistas del difícil escenario de los próximos meses por el impacto de la caída del rublo en sus cuentas. Y así un largo etcétera.

La recuperación en Europa, que parecía haber cogido carrerilla a comienzos de año, ha perdido todo fuelle y amenaza incluso con volver a terreno negativo. Sería la tercera recesión en los seis años que han pasado desde el estallido de la crisis financiera. “Debido a la proximidad geográfica de Rusia y a las estrechas relaciones comerciales que mantienen muchos de sus países miembros, el actual ambiente, que recuerda a la Guerra Fría, hace mucho daño a Europa”, admite Helge Pedersen, economista jefe global del banco Nordea. “Es especialmente preocupante porque la locomotora alemana parece estar dañada. Y eso puede tener graves repercusiones para otros países europeos que aún sienten las consecuencias de la crisis financiera o que no han superado la crisis”, recalca.

No es igual imponer medidas a Siria que castigar a la octava economía mundial

Los datos de confianza empresarial en Alemania no dan margen al optimismo. El índice IFO ha caído en septiembre más de lo esperado y se sitúa en el nivel más bajo desde abril de 2013. Para los expertos, el diagnóstico es evidente. El sector manufacturero alemán se está viendo afectado por las sanciones de Rusia y la UE. Las escasas posibilidades de que se llegue a un acuerdo diplomático a corto plazo generan una incertidumbre creciente entre los responsables empresariales, sobre todo por la dependencia de Alemania del gas ruso, que supone el 40% de su consumo, y dada la proximidad del invierno.

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En ese escenario, mejor aplazar las decisiones de inversión y esa es la mayor amenaza. “La exposición económica directa de la UE a Rusia, a través del comercio y de los flujos financieros, es relativamente pequeña y manejable”, aseguraba en un informe el economista de Goldman Sachs, Andrew Benito. “Pero hay margen, sin embargo, para mayores consecuencias si hay un contagio vía precios de las materias primas o a través del canal de la confianza”, remata. Algunos cálculos estiman que las sanciones restarán 0,05 puntos al PIB europeo por vía directa, pero si la desconfianza empresarial se agudiza y los precios del gas se disparan, las tensiones podrían restar 0,2 puntos.

Viktor Orbán cree que estas decisiones con como "pegarse un tiro en un pie"

La historia nos enseña que este tipo de sanciones no siempre cumple su objetivo. En 2008, expertos del Instituto Peterson de Economía Internacional publicaron un informe en el que analizaban más de 200 casos de sanciones económicas después de la Primera Guerra Mundial y descubrieron que apenas el 34% de las mismas habían cumplido, de alguna forma, sus objetivos. Es decir, que habían contribuido de alguna manera a alcanzar los objetivos políticos que perseguían. Esas metas son más fáciles de lograr, concluía el informe, cuando los objetivos son modestos que cuando se han intentado frenar grandes operaciones militares.

En el caso de Ucrania, ese extremo aún está por ver. “¿La situación actual es de paz? Creo que sí, en cierta forma, si lo comparamos con lo que sucedía a principio de verano pero es una situación muy volátil”, reconocía el economista jefe del BERD, Erik Berglof, en la rueda de prensa para presentar las previsiones para la región.

Benito, de Goldman Sachs, insiste en que la crisis rusa, “incluso con el impacto contenido de las recientes tensiones, ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad que deriva de una recuperación muy débil en la zona euro y un largo periodo de baja inflación”. Hay causas más profundas que no están escritas en cirílico. Pero, precisamente por esa debilidad, las tensiones en torno a Rusia no ayudan en nada a reconducir la situación.

No es el escenario central de los expertos, pero si la falta de acuerdo entre Rusia y Ucrania se traduce en problemas de suministro de gas para la UE a lo largo del invierno, la situación puede empeorar radicalmente. También para ambas partes, puesto que Rusia depende en gran medida de esos ingresos.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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