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Tribuna
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La sociedad fue la gran ausente

En el debate del domingo, los candidatos presidenciales de Brasil parecían más preocupados en agredirse que en discutir lo que interesa

Juan Arias

En el debate del domingo por la noche, el penúltimo antes de la primera vuelta de las elecciones, la sociedad brasileña y los problemas reales, los de cada día, los que preocupan y amargan la vida de los ciudadanos, se quedaron fuera. No hubo voz para ellos.

Fue un debate tenso, nervioso, a veces duro, en el que predominaron las acusaciones de unos contra otros. Los candidatos Dilma Rousseff, Marina Silva y Aécio Neves parecían más preocupados en agredirse y defenderse de las agresiones que en discutir lo que interesa y hace sufrir a la gente.

Durante dos horas se habló de la corrupción de Petrobras que avergüenza e indigna al país como afirmó con dureza Aécio, pero nada o casi nada de lo que de verdad angustia a una sociedad que en junio del año pasado salió a la calle para reivindicar una forma de vida mejor, con servicios públicos dignos de un país rico y en pleno desarrollo y para exigir más voz en las decisiones del poder para fortalecer y ampliar la democracia.

Ninguna de las tres grandes reivindicaciones de aquellas protestas —mejores transportes públicos; un sistema más moderno de educación y una sanidad que no humille a los enfermos— protagonizaron el debate. Las dos primeras estuvieron totalmente ausentes; la sanidad pública salió a relucir solo unos segundos.

La sociedad, la gente, los brasileños, aparecieron sólo cuando a la pregunta hecha a Marina por la candidata Luciana Genro sobre qué significa su bandera de la “nueva política”, respondió que esa forma nueva de hacer política no la harán los partidos, ni los sindicatos, ni el gobierno sino que “la está haciendo la sociedad”.

Fue, sin embargo, esa sociedad la que se quedó en la calle, sin entrada para el debate.

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Hubo incluso telespectadores que en las redes sociales se preguntaban angustiados: “¿Y la educación? ¿Es que no les interesa el tema a ninguno de los candidatos?”. No les interesó, al parecer, ni a los periodistas, que la ignoraron igualmente en sus preguntas. Por increíble que pueda parecer, la palabra “educación” no fue pronunciada una sola vez en todo el debate.

¿Pensarán los candidatos que Brasil puede salir un día de su atraso; que los hijos de la nueva clase media llegada de la pobreza podrán construir un país mejor, más moderno que el que les tocó vivir a sus padres, muchos de ellos aún hoy víctimas del analfabetismo, sin un cambio radical en la enseñanza?

¿Pensarán los candidatos que la educación es un tema que no da votos y por ello no vale la pena perder tiempo con él en los debates? ¿Ignoran los candidatos a la presidencia que Brasil, que aspira a ser líder continental, aparece aún entre los furgones de cola de la calidad de la enseñanza mundial?

Eduardo Campos, antes de desaparecer víctima del accidente aéreo, había sorprendido a los brasileños con esta frase literal: “El día en que los hijos del pobre y del rico estudien en la misma escuela, ese día Brasil será el país que queremos”.

¿Será que aquel sueño de Campos falleció también con él entre los escombros del avión?

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