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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Sueños chinos

El fundador de la China actual es un modelo universal del pragmatismo político

Lluís Bassets

Deng Xiaoping tuvo un sueño. Y lo vio cumplido. El fundador de la China actual es un modelo universal del pragmatismo político, la técnica que permite ver los sueños hechos realidad. Encandiló a Felipe González con su "gato negro, gato blanco, lo importante es que cace ratones". Quería una China modernizada, de nuevo en el centro del mundo, y a la vista está que logró poner el tren sobre los raíles y darle velocidad.

Pero Deng no era tan solo un comunista pragmático, dispuesto a casarse con el capitalismo, sino ante todo un nacionalista chino, que también vio realizado su sueño en un capítulo tan importante como la recuperación de la unidad territorial perdida por los llamados tratados desiguales que firmó la última dinastía imperial con las potencias coloniales. Los tratados de recuperación de Hong Kong y Macao se cerraron entre 1984 y 1987, todavía con Deng vivo, de forma que a su muerte solo quedó pendiente, para que la resolviera la próxima generación según sus propias palabras, la espinosa cuestión de Taiwan.

El sueño impertinente de Hong Kong impugna el sueño chino de Xi Jinping

Xi Jinping, el líder de la quinta generación, en la cima del poder desde hace apenas año y medio, también tiene su sueño, que se inspira en la idea del sueño americano para redimir completamente el pasado chino de subdesarrollo y dependencia colonial del que empezó a sacarle el Partido Comunista. Aspira a completar, en fecha tan cercana como 2021, centenario de la fundación del PC, los dos sueños de Deng: el de la modernización capitalista, hasta sacar al país entero de la pobreza y convertirlo en una superpotencia desarrollada; y el de la recuperación de todos los dominios territoriales irredentos, es decir, Taiwan y, de paso, los puñados de islas disputadas en los mares circundantes, también encarriladas bajo el lema de un país, dos sistemas.

Hong Kong fue crucial para Deng, pues abrió las puertas a la experimentación con el capitalismo y se erigió en emblema de la recuperación de la soberanía. Había que ir tanteando las piedras para pasar el río, según otro dicho famoso del pequeño timonel. Y ahora aquella piedra es crucial también para Xi, cuando su sueño de riqueza para todos y pleno dominio territorial en Asia se ve impugnado por el sueño impertinente de los jóvenes estudiantes hongkoneses que piden elecciones libres y le dan la espalda a la bandera y al himno de China en las celebraciones patrióticas.

Hong Kong ha encogido respecto a China desde que se produjo la retrocesión por parte de Reino Unido en 1997. Ahora ni siquiera es la locomotora capitalista. Pero sigue siendo una sociedad dinámica, un foco de atracción y un oasis de libertades civiles en cuyo espejo también se miran todos los chinos. Los tibetanos y los uigures sueñan con la libertad que conserva Hong Kong. Los taiwaneses temen tanto como ellos que Hong Kong pierda sus márgenes de libertad, porque sería el adiós definitivo a la unificación.

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En Hong Kong empezó el sueño de Deng Xiaoping y puede empezar la pesadilla de Xi Jinping.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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