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El ‘equipo de rivales’, en desbandada

Antiguos colaboradores de Obama se prodigan con críticas a la política exterior y al estilo del presidente

Marc Bassets
El exdirector de la CIA y exsecretario de Defensa, Leon Panetta, ha sido el últim colaborador de Obama en distanciarse del presidente
El exdirector de la CIA y exsecretario de Defensa, Leon Panetta, ha sido el últim colaborador de Obama en distanciarse del presidente Cliff Owen (AP)

Les llamaban el equipo de rivales: un grupo de personalidades de alto nivel —algunos, como Hillary Clinton, adversarios del presidente en anteriores contiendas políticas— a las que en 2008, tras ganar sus primeras elecciones presidenciales, el demócrata Barack Obama llamó a trabajar junto a él para sacar a Estados Unidos de la mayor recesión en décadas y recobrar el prestigio internacional perdido por los errores de su antecesor, George W. Bush. Ahora, cuando Obama afronta los dos últimos años de su presidencia y el Washington político y mediático ya sólo piensa en quién será el sucesor, aquella constelación de aliados empieza a desertarle.

La publicación, la semana pasada, de Worthy fights (Luchas que valen la pena), las memorias de Leon Panetta, son la última expresión de una realidad: cuando un presidente se considera amortizado —y así lo ven en Washington un número cada vez mayor de republicanos y demócratas— ya no hay lealtad que valga. Criticarlo sale gratis y cuestionar su liderazgo se convierte en un lugar común. La deserción es el nuevo deporte de moda en esta ciudad donde, como decía el presidente Harry Truman, “si quieres un amigo, cómprate un perro”.

Panetta fue director de la CIA entre 2009 y 2011 y secretario de Defensa entre 2011 y 2013. En las memorias cuestiona decisiones de Obama como la retirada completa de Irak en 2011, que este verano el presidente ha rectificado para frenar el avance del los yihadistas del Estado Islámico. “Los de nuestro lado”, escribe Panetta, “veíamos a la Casa Blanca con tantas ganas de sacarse de encima a Irak que estaba dispuesta a retirarse en vez de lograr un arreglo que preservase nuestra influencia e intereses”.

El exjefe del Pentágono también cuestiona la decisión de Obama, en septiembre de 2013, de suspender en el último minuto un ataque aéreo contra el régimen de Bachar El Asad por haber usado armas químicas contra los rebeldes armados. “Me pareció que el resultado era un golpe a la credibilidad americana. Cuando el presidente, como comandante en jefe, dibuja una línea roja, es fundamental que actúe si esta línea se cruza”, escribe.

En los últimos días, en varias entrevistas a la prensa y televisión, Panetta se ha prodigado con críticas al estilo de Obama —demasiado profesoral y reacio al cuerpo a cuerpo político, en su opinión— y a su supuesta debilidad como líder mundial. “Durante los primeros cuatro años, el tiempo que yo estuve allí pensé que era un líder fuerte en cuestiones de seguridad”, declaró a USA Today. “Pero estos dos últimos, creo que ha perdido el rumbo”.

Panetta, un hombre de la órbita del presidente Bill Clinton, no es el primero en distanciarse de esta forma de su antiguo jefe. Hillary Clinton —exprimera dama, exsenadora, exrival de Obama en la nominación del Partido Demócrata de 2008, exsecretaria de Estado y ahora presidenciable— también lo ha hecho, aunque de una manera más sutil. Sus memorias, Hard choices (Decisiones difíciles), publicadas en junio, combinan los elogios encendidos con la exposición de las diferencias en cuestiones como Siria. En declaraciones posteriores ha desarrollado sus argumentos, hasta el punto de vincular la negativa de Obama armar a la oposición a El Asad con el ascenso del Estado Islámico.

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Otro miembro ilustre del equipo de rivales era Robert Gates, un republicano moderado que ejerció de secretario de Defensa durante los últimos años de Bush y al que Obama decidió mantener en el cargo. Representaba la continuidad, el establishment moderado de Washington. En Duty (Deber), sus memorias publicadas el pasado enero, Gates lamentaba que Obama se hubiese desentendido de la guerra de Afganistán y acusaba a los colaboradores del presidente en la Casa Blanca de torpedear la tarea del estamento militar con una guerra de guerrillas burocrática.

En la política de Estados Unidos, donde la disciplina de partido es mucho más laxa que en otros países, no son insólitos los reproches en público al superior. La lealtad tiene aquí otro significado. La cobertura mediática de las memorias de los ex de cualquier Administración tiende a magnificar los párrafos críticos y elude mencionar los elogiosos. Pero ocurre que, hasta los escuderos más fieles del presidente, como David Axelrod, el cerebro de su victoria en 2008, se atreven a cuestionar su criterio. Que Obama dijese, en un discurso, que en las legislativas del 4 de noviembre se someterían a voto sus políticas económicas —eficaces en varios aspectos pero impopulares— fue “un error”, dijo Axelrod en la cadena NBC.

El equipo de rivales —término sacado de la biografía homónima de Abraham Lincoln, escrita por la historiadora Doris Kearns Goodwin—está en desbandada. Pero hay rivales y rivales. Gates critica a Obama pero tampoco es amable com Hillary Clinton. En cambio Panetta, como este fin de semana hacía notar The New York Times, evita ofender a Clinton en sus memorias. No ignora que ella puede ser la próxima presidenta. Sabe bien quién sube y quién baja. Así se escribe la historia.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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