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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El Kremlin tiene la sartén por el mango

Las sanciones a Rusia empiezan a doler mientras que Kiev se enfrenta al riesgo añadido de otro corte del suministro energético

Cuando los presidentes ruso y ucranio se reúnen en Milán, no hay duda de quién tiene la sartén por el mango. En agosto, cuando Rusia apoyó a los combatientes prorrusos del este de Ucrania con fuerzas armadas convencionales, no destruyó el Ejército ucranio, pero mostró a Kiev que era capaz de aumentar la tensión a voluntad y que Occidente no la detendría. Por eso, las condiciones del alto el fuego que Kiev se vio obligado a firmar el 5 de septiembre en su mayoría fueron dictadas por Rusia. Pero los combates han continuado; Naciones Unidas afirma que hasta el 8 de octubre ha habido otras 331 víctimas mortales. Una razón es que Rusia tiene menos control sobre sus partidarios en el este de Ucrania que en Crimea. La otra es una serie de apropiaciones de tierras: el territorio controlado por las repúblicas rebeldes no tiene sentido histórico o económico, y se han dedicado con ahínco a hacerse con vías de transporte y suministros de energía.

Mientras, la economía de Ucrania se desmorona por el esfuerzo. Se prevé que este año el PIB descienda entre un 7% y un 10%. Un estudio ruso predice —o amenaza con— pérdidas adicionales anuales de 33.000 millones de dólares, o del 19% del PIB, hasta 2018 al compás del derrumbamiento del comercio ruso-ucranio. Kiev debe enfrentarse a más de un millón de refugiados interiores (mientras que posiblemente tres millones hayan huido a Rusia).

En consecuencia, parece imposible que se cumplan las esperanzas de cambio asociadas a las elecciones parlamentarias previstas para el 26 de octubre. Los optimistas esperan que la votación sirva para que el paralizado sistema político arranque de nuevo y para expulsar a los partidarios del destituido presidente Yanukóvich y a los no tan secretos simpatizantes de Rusia que hay en Ucrania. Pero el Parlamento saliente ha fijado las reglas. La mitad de los 450 diputados serán elegidos por un sistema de representación proporcional, mientras que la otra mitad lo será a través de circunscripciones territoriales en las que la capacidad de financiación de los oligarcas de la vieja guardia puede determinar el resultado. La barrera del 5% para conseguir representación ha obligado a los nuevos partidos y a los activistas civiles a funcionar a través de las antiguas formaciones políticas. Puede que tan solo 50 diputados sean caras realmente nuevas.

Pero el presidente Poroshenko ha fundado un partido que lleva su nombre y que según los sondeos quedará en primera posición. Si también sale reelegido un número suficiente de sus aliados, podría formarse una nueva coalición, quizá encabezada por el actual primer ministro, Arseni Yatseniuk. Las sanciones occidentales contra Rusia están empezando a doler; el precio del petróleo está cayendo hacia los 80 dólares por barril. En consecuencia, es posible que Rusia esté lista para aflojar la presión tal vez dentro de seis meses. Pero serán seis meses muy difíciles, con el riesgo añadido de un duro invierno y de otro corte del suministro energético. Ucrania no podrá superarlo por sí sola sin la ayuda occidental. Y lo mejor que puede hacer Occidente es no solo proporcionar fondos, sino disuadir a Rusia de futuras agresiones económicas más eficazmente de lo que lo ha hecho con su agresión militar.

Andrew Wilson es investigador del European Council on Foreign Relations y autor de Ukraine Crisis: What it Means for the West.

Traducción de News Clips.

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