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La Guerra Fría emerge en el Báltico

El avistamiento en aguas suecas de un supuesto submarino ruso se suma a otros incidentes en la región

Una imagen de un aficionado muestra un objeto en el mar cerca de Estocolmo / Foto: Reuters | Vídeo: ATLASFoto: atlas

Escandinavia parece estar viviendo un episodio sacado de una novela de John Le Carré o protagonizada por Kurt Wallander. Desde hace cuatro días, la Marina sueca busca en las profundidades del archipiélago de Estocolmo un supuesto submarino espía soviético, perdón ruso, averiado en el transcurso de una misión secreta, pese a que no hay confirmación oficial sobre este incidente destapado por la prensa sueca. La trama incluye fotografías borrosas de un “objeto fabricado por el hombre”, testigos anónimos, un tripulante vestido de negro, un despliegue militar sin precedentes que incluye el desalojo de varias islas, mensajes cifrados desde la base de Kaliningrado (sede de la flota rusa en el Báltico), el desmentido de Moscú, que dice que el aparato es de los holandeses, que a su vez lo niegan, y misterio, mucho misterio.

El episodio ha despertado los fantasmas de la Guerra Fría, cuando eran habituales los avistamientos de submarinos de la URSS ante las costas suecas. El caso más grave, que 33 años después muchos aún recuerdan, fue el del U137, un submarino nuclear soviético varado 11 días frente al litoral suroriental sueco, en Karlskrona, lo que originó un incidente diplomático que llevó al entonces primer ministro, Thorbjon Falldin, a ordenar al Ejército “defender la frontera” mientras la flota del Kremlin se acercaba al aparato, que tuvo que ser escoltado hasta aguas internacionales.

La caza del submarino es la culminación de meses de tensiones entre Rusia y su antigua esfera de influencia en el mar Báltico, temerosa de ser el próximo objetivo del Kremlin tras la anexión de Crimea, que puso fin a la arquitectura de seguridad europea consagrada en el Acta de Helsinki. “Este tipo de incidentes no afectan solo a Suecia, sino al resto de la región”, ha declarado a Reuters Anna Wieslander, presidenta del Instituto Sueco de Relaciones Internacionales. “Los recientes acontecimientos territoriales suecas podrían significar un cambio de juego en la la región del mar Báltico", ha escrito el ministo de Asuntos Exteriores letón, Edgars Rinkevics, en su cuenta de Twitter.

Finlandia y Suecia, en la Unión Europea desde 1994 y que ahora quieren acercarse a la OTAN, han sufrido interceptaciones de buques y violaciones de su espacio aéreo. La más grave, el 17 de septiembre, cuando dos cazas Su-Fencer 24 sobrevolaron la isla sueca de Osland. El entonces ministro de Asuntos Exteriores, Carl Bildt, presentó una queja formal ante la Embajada rusa en Estocolmo, la primera, según sus palabras, en ocho años de ejercicio. La tensión se agrava porque es una prueba de fuego para el nuevo Gobierno del socialdemócrata Stefan Lofven.

Desde su independencia en 1991, Estonia, Letonia y Lituania miran con ojos aprensivos a Moscú. Y las tensiones fronterizas se han disparado en 2014. A finales de septiembre Financial Times publicó que Letonia registró 150 incidentes relacionados con aviones de guerra rusos este año; y que Estonia ha sufrido cinco violaciones de su espacio aéreo en el mismo periodo, cuando en los anteriores ocho años fueron siete.

Cualquier incidente adquiere dimensiones inesperadas. Rusia capturó el 18 de septiembre un barco lituano acusado de pescar cangrejos en sus aguas ilegalmente. Dos antiguos agentes del KGB fueron arrestados cruzando a Estonia por el río Narva en octubre; ellos aseguran que estaban pescando. Pero el principal incidente se produjo el 5 de septiembre con la detención de Eston Kohver, un agente del contraespionaje estonio capturado por agentes rusos en los remotos bosques entre los dos países llevando una pistola y 5.000 euros. Tallin asegura que el agente estaba en el lado estonio y trabajaba en una operación contra el contrabando en la zona de inmigrantes y drogas; Moscú le acusa de haber cruzado a su lado con fines oscuros. Kohver está en la prisión moscovita de Lefortovo esperando un juicio por espionaje que podría suponerle 20 años de cárcel. “Esto no había ocurrido en 50 o 70 años”, declaró Hanno Pevkur, ministro del Interior estonio.

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Desde hace unos meses en el Báltico se suceden los episodios detectivescos. El viernes, Polonia anunció la captura de dos supuestos espías de Rusia. Uno es un trabajador del Ministerio de Defensa polaco; el otro, un abogado de Varsovia. Ambos serán detenidos preventivamente tres meses.

 

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