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Marruecos y Argelia agravan su eterna crisis tras un tiroteo en la frontera

Citados los embajadores para dar explicaciones a menos de cinco días de una cita clave en la ONU sobre el Sáhara

Javier Casqueiro
Imagen difundida de uno de los heridos en el incidente difundida por el Gobierno de Marruecos.
Imagen difundida de uno de los heridos en el incidente difundida por el Gobierno de Marruecos.

La creciente presión política y diplomática entre Marruecos y Argelia, a apenas cinco días de que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas deba abordar de nuevo este próximo lunes 29 de octubre en Nueva York una cita clave sobre su eterno conflicto por el territorio del Sáhara Occidental, se ha visto agravada estos días por un confuso lío de tiros en su frontera común, cerrada desde hace 20 años. La refriega de balas ocurrió el sábado, en un puesto fronterizo cerca de Oudja, pero a partir de ahí las versiones no coinciden en nada.

Los embajadores de ambos países han sido llamados a consulta y convocados por los Gobiernos de la nación rival. Entre estos dos países del Magreb, que tienen su comercio y sus relaciones políticas y económicas clausuradas hace dos décadas, suman más de 70 millones de habitantes. De la última trifulca solo es seguro que resultó un herido muy grave "en estado crítico". Marruecos sostiene que también hay una decena de hospitalizados.

El Gobierno de Marruecos fue el primero que denunció esta pasado fin de semana con “viva indignación” que miembros de la armada argelina habían disparado de manera provocadora contra un ciudadano marroquí de 28 años, y que le habían dejado en muy mal estado. Luego convocaron en Rabat al embajador de ese país de inmediato para “protestar vigorosamente” y para que diera explicaciones de ese “incidente grave y acto frívolo, injustificado e irresponsable”.

La nota del Ministerio del Interior de Marruecos explicaba que los militares argelinos habían disparado tres balas contra un grupo de unos 10 marroquíes que estaban en la zona de Oulad Saleh, a 30 kilómetros al noeste de Oujda. También precisaban que el hombre, Salhi Razqallah, era marido y padre de un niño. También añadía una fotografía de la cara destrozada de su conciudadano.

Este lunes el Gobierno de Argelia convocó por su parte en Argel al embajador marroquí y ayer acusó a ese país de travestir y explotar política y mediáticamente los hechos. La versión de su Ministerio del Interior narra que los guardias fronterizos de ese país, tras comprobar la presencia de un grupo de contrabandistas en esa zona, dispararon sí, pero “de una manera profesional, como habitualmente, tiros de advertencia al aire que no pueden de ninguna forma provocar heridas”.

Desde hace semanas, los gobiernos de Marruecos y Argelia están inmersos en una campaña diplomática y política, internacional pero también de cara a sus propios territorios, para influir sobre la reunión especial que el Consejo de Seguridad de la ONU tiene programada para el lunes que viene en Nueva York. En esa cita debe tratarse un informe específico sobre la situación en el Sáhara Occidental del enviado especial Christopher Ross, del que Marruecos no se fía y con el que ha ido agrandando una relación de desagrado y desconfianza.

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Este pasado fin de semana, la organización humanitaria Human Rights Watch (HRW) presentó precisamente en Argel un amplio documento de trabajo sobre su experiencia durante dos semanas en el terreno dentro de los campos de refugiados de Tinduf, que controla el Frente Polisario, apoya Argelia, y que Marruecos siempre cuestiona como centros casi presidiarios, sin las mínimas libertades individuales ni políticas.

HRW reconoce que para hacer su trabajo disfrutaron de una amplia libertad de movimientos y ratifica que al final, "aunque no encontraron pruebas de prácticas sistemáticas de abusos graves, sí identificaron varias áreas de preocupación", como el "monopolio del discurso político del Frente Polisario" y la falta de otras voces tanto en los medios de comunicación como en la oposición. Además de identificar algún problema grave individual de prohibición de movimientos, casi esclavitud, que se achaca más a cuestiones personales entre determinadas familias y a la falta de vigilancia del Frente Polisario.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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