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Tribuna
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Fallo hacia la perpetuación en Ecuador

El fallo de la Corte Constitucional, además de ser pobre jurídicamente hablando, ofende

Desde un hotel en la ciudad de Guayaquil, la Corte Constitucional del Ecuador emitió un fallo sobre el pedido de un grupo de asambleístas de “enmendar” la Constitución Política para dar paso a la reelección indefinida en todos los cargos de elección popular.

Dice el fallo: “Procede que sean tramitadas a través de Enmienda Constitucional de conformidad con el artículo 441 numeral 2 de la Constitución de la República, por cuanto estos temas no alteran la estructura fundamental, o el carácter y elementos constitutivos del Estado, no establecen restricciones a los derechos y garantías, ni modifican el procedimiento de Reforma de la Constitución”.

Permitir la reelección indefinida no tiene antecedentes en la historia del país

Permitir la reelección indefinida no tiene antecedentes en la historia del país, como lo prueban las 20 constituciones anteriores, lo que significa que esta modificación traerá consigo una alteración de la estructura esencial del Estado que correspondería ser aprobada en referéndum por todos los ecuatorianos. Sin embargo, con el control total de la Asamblea por parte del oficialismo (hecho inédito desde 1979), no se prevén inconvenientes para que la enmienda se realice.

El único limitante era contar con la decisión de la Corte Constitucional para que se de inicio a la discusión, en dos debates, con un candado de 13 meses de por medio. Esto para darle tiempo suficiente al partido de Correa para planear la postulación de su líder a una reelección en el 2017 y garantizarse así 14 años en el poder.

A efectos de evadir los cuestionamientos sobre acumulación de poder, el discurso de los miembros y simpatizantes del partido político gobernante se limita a que la reelección indefinida no es ninguna garantía de victoria electoral y que la última palabra la tendrán los ciudadanos en las urnas. El argumento encuentra asidero en los resultados de las elecciones seccionales de febrero pasado, en las cuales el partido gobernante ganó la mayoría de las Prefecturas pero perdió espacio en las ciudades más pobladas del país; entre ellas, sus dos bastiones más importantes: Quito y Cuenca.

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El argumento de las dictaduras era que el líder debía continuar al mando para vencer la anarquía 

En este contexto, el propio Presidente argumentó que el proceso de seleccionar las candidaturas para esos comicios revelaron las debilidades de la organización y la falta de cuadros políticos con vida propia. Por lo que reconoció que la revolución ciudadana, para seguir gobernando, necesitaría de la figura de Rafael Correa. Un reconocimiento tácito de sus intenciones de ir por la re-reelección.

Referirme a los aciertos y desaciertos de Correa como administrador del Estado no es el tema que me ocupa ahora. Es notorio que en su gestión se han logrado avances importantísimos, tanto como se han afectado gravemente derechos fundamentales como la libertad de expresión. Que no haya relevos en el abanico político del país tampoco es prioridad ahora. Lo único importante en este momento es la puerta que la Corte Constitucional está abriendo para que se hiera aún más a la democracia. Esa que necesita de la alternancia para mantenerse saludable.

El fallo de la Corte Constitucional, además de ser pobre jurídicamente hablando, ofende. Es absurdo que a un mismo pueblo se lo llame a referéndum para decidir sobre toros y casinos pero no para que resuelva sobre algo tan trascendente como la posibilidad de que los cargos de elección popular logren permanecer indefinidamente en sus funciones. Constituye un error grave ignorar que la lucha por la democracia es una tarea permanente y que debe mantenerse —con mayor razón— cuando las pretensiones de perpetuidad vienen de quienes, en alusión a sus aciertos, intentan momificar tendencias políticas.

Constituye un error grave ignorar que la lucha por la democracia es una tarea permanente

El principal argumento de las dictaduras, para justificar su permanencia indefinida en el poder, era que el líder debía continuar al mando para así vencer la anarquía y garantizar la institucionalidad de sus proyectos. Palabras reincidentes en el discurso político latinoamericano del siglo XXI. Mientras los regímenes militares interrumpían los procedimientos democráticos y sometían la ley a la voluntad arbitraria del dictador de turno, los nuevos regímenes utilizan métodos sutiles, pero no por ello menos siniestros, para satisfacer su voluntad de poder.

Los ocho de Guayaquil —porque fueron ocho jueces de ocho presentes los que dieron luz verde a la Asamblea ecuatoriana— además resolvieron, en el mismo fallo, que la función legislativa proceda con el debate de enmienda para declarar a la comunicación como un bien público, lo que evidentemente podría aumentar el control del Estado sobre los medios.

De aprobarse la enmienda, la reelección indefinida permitirá también a las autoridades seccionales continuar a la cabeza de las ciudades y pueblos que lideran, pudiendo optar a la reelección cuantas veces pretendan. La democracia, herida.

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