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El arzobispo salvadoreño Óscar Romero será beatificado en 2015

El proceso para llevar a los altares al religioso, cuyo asesinato propició la guerra civil de El Salvador, llevaba estancado 24 años

Acto en memoria del arzobispo Romero.
Acto en memoria del arzobispo Romero.CORDON PRESS

Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, arzobispo de San Salvador, defensor de los Derechos Humanos y asesinado justo en el altar el 24 de marzo de 1980, será beatificado por el papa Francisco en 2015. Un escrito firmado por el jesuita hispano-salvadoreño Jon Sobrino confirmó este jueves la noticia a través de la web de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas. El anuncio ha llenado de júbilo a la feligresía local, aunque para muchos católicos el religioso ya es, de facto, San Romero de América.

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“Nos ha llegado la noticia de imprevisto. En la reunión del clero [local] del 4 de noviembre, monseñor José Luis Escobar [actual Arzobispo de San Salvador] dijo que, en su estancia en Roma, el papa Francisco le comunicó que monseñor Óscar Romero será beatificado el año entrante”, escribió el jesuita Sobrino en un boletín de la UCA.

Sobrino es el director del Centro Pastoral Monseñor Romero, de la UCA, dedicado al estudio de la vida y obra de Romero y Galdámez, asesinado el 24 de marzo de 1980 cuando ofrecía una misa en el Hospital para cancerosos “La Divina Providencia”, de San Salvador. Una bala explosiva, disparada por un tirador cuya identidad aún se desconoce, le estalló el corazón. Solo se sabe que el sicario recibió órdenes de un escuadrón de ultraderecha comandado por el mayor Roberto D'Aubuisson Arrieta, que murió sin ser sometido a un juicio por el asesinato. La muerte de Romero fue la chispa que provocó el estallido del conflicto armado en El Salvador entre 1980 y 1992, que se venía gestando desde los años setenta, y que finalmente se cobró más de 80.000 vidas y provocó cerca de 500.000 desplazados. 

El anuncio oficial del Vaticano sobre la beatificación de Romero ha tardado 24 años en producirse. El sucesor de Romero, Arturo Rivera Damas, lo pidió en 1990. Murió en 2000, sin recibir respuesta. El jesuita Sobrino, en el texto difundido en la web de la UCA, afirma: "Los dos papas anteriores, Juan Pablo II y Benedicto XVI, hablaron de ello, pero no con mucha convicción y decisión. Y se notaba el temor de incomodar a los poderosos: 'Todavía no es el tiempo oportuno'. El lenguaje de El Vaticano [entonces] era ambiguo y poco entusiasmante”.

La causa de beatificación de Romero estaba bloqueada por intereses que nada tienen qué ver con Jesús de Nazaret
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Hoy, en cambio, Sobrino expresa con contundencia que “todo ha cambiado con el papa Francisco. Hace un año dijo que la causa de monseñor [Romero] estaba estancada, pero que sin duda avanzaría. Más que estancada, pienso que estaba bloqueada por intereses que nada tienen qué ver con Jesús de Nazaret. Lo hemos dicho muchas veces: la alegría y el júbilo de la gente está asegurado". El religioso recordó las palabras de Ignacio Ellacuría pronunció en el funeral del arzobispo asesinado hace ya 34 años —"Con monseñor Romero, Dios pasó por El Salvador"— y el poema de Pedro Casáldiga: "San Romero de América, pastor y mártir nuestro". También evocó cómo el pueblo salvadoreño llamó santo, de manera espontánea, a Romero. "El culto del pueblo, popular, ha sido masivo, aunque no está permitido durante el proceso de beatificación”.

“Esperamos, pues, al año entrante. En 2015 no habrá mundiales ni Juegos Olímpicos. No lucharán unos contra otros para ganar. Algo o mucho ganaremos todos, con excepción de algunos irredentos. No correrán millones de millones para esconder pobreza, violencia y angustias. Sí habrá pupusas y tamales. En 2015 ganará la niñita de una champa de Zimbabue, quien, cuando le pregunté en 2007 qué conocía de El Salvador, me dijo al instante: "Un obispo". Y días después, también en Zimbabue, saludé a Desmond Tutu. Le dije que venía de El Salvador y me contestó: "La tierra de Romero! ¡Cuánto le recordábamos en tiempos de guerra!". Y así, muchas otras historias que no cabrían en todos los libros del mundo”, escribió, en un tono emotivo, Sobrino. El rostro del obispo que defendía a los oprimidos llegará a los altares y resuenan las palabras que pronunció en uno de sus últimos sermones: "A mí me podrán matar, pero a la voz de la justicia ya nadie la puede matar".

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