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COLUMNA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“Abierto para todos!”

Esta sencilla invitación en la puerta de la iglesia protestante San Nicolás de Leipzig es la esencia de su mensaje durante los cuarenta años de la segunda dictadura alemana

Iglesia de San Nicolás en Leipzig, Alemania.
Iglesia de San Nicolás en Leipzig, Alemania.Armin Kuehne

El papel que jugaba la Iglesia en la República Democrática Alemana (RDA) sufrió durante los cuarenta años de su existencia considerables transformaciones. Dado que la religión había sido para Karl Marx "el opio para el pueblo", la ideología del Gobierno alemán incluía no sólo la erradicación de la influencia de la Iglesia sobre el pueblo, sino también la negación de su existencia como organización social independiente, pues esta existencia conllevaba la aceptación un cuerpo extraño dentro del sistema de poder alemán que, basándose en la uniformización política de todos ámbitos de la sociedad, se autodenominaba "socialismo real".

El Gobierno se aseguró esta marginalización de la iglesia, entre otras cosas, por medio de su policía secreta (Stasi), cuyos espías retomaron en parte la tradición del nacionalsocialismo: se infiltraban en las comunidades y se ocupaban de desmoralizar a los fieles. Con esto consiguieron que la RDA se convirtiera en el país más secular de Europa Central a finales en los años ochenta.

En esta situación de represión, las Iglesias tuvieron que reorientarse; especialmente en la provincia de Sajonia, que al ser el núcleo de la reforma protestante, tenía una población que profesaba predominantemente dicho culto. Este estatus minoritario, su estructura jerárquica y la actitud estatal llevaron a la Iglesia católica a tomar una estrategia de hibernación. Sin embargo, los fieles católicos seguían el año litúrgico, se involucraban en el trabajo parroquial y ayudaban en casos aislados a católicos oprimidos.

En cambio, la Iglesia protestante, con la ventaja de jugar en propio campo, no sólo tenía más feligreses (cuando Alemania se separó, el 80 por ciento de la población en el RDA era protestante), sino que también se mostró más abierta a otros temas profanos que preocupaban a sus fieles. En los años ochenta, después de que la carrera armamentista hubiera desembocado en la Doble resolución de la OTAN, la iglesia protestante decidió abordar temáticas relacionadas con el movimiento pacifista y llevó a cabo "oraciones por la paz". La primera de estas oraciones se celebró en la iglesia central San Nicolás, en Leipzig en 1982.

Así nació y se desarrolló una comunidad que seguía el lema del pastor protestante Dietrich Bonhoeffer que dice "la Iglesia sólo es Iglesia cuando existe para los demás". En el círculo eclesiástico se fundaron grupos de trabajo que se dedicaban a temas como la preservación de la creación, la justicia y la paz. Estos grupos tenían un espacio para participar en las oraciones por la paz, lo que, con el tiempo, llevó a que éstas se centraran más en los temas que trataban que en el grupo destinatario. De este modo, empezaron a atraer a muchas personas que no provenían del entorno cristiano, pero que acudían de todos modos porque era el único espacio en el que tenían permitido encontrarse y discutir este tipo de temas basándose exclusivamente en principios democráticos y en una cultura de discusión parlamentaria. Cualquier otro tipo de reunión fuera de las organizaciones del partido de Gobierno requería un permiso que nunca se concedía y que servía como llamada para los espías.

Estas oraciones por la paz se siguen celebrando a día de hoy en el mismo lugar, el mismo día de la semana, y a la misma hora. De este modo, la tradición se convirtió en estos tiempos en una especie de "opinión pública alternativa" independiente que sirvió para focalizar los temas que más preocupaban a la gente, como describió Hermann Geyer en su libro "Iglesia San Nicolás: Lunes a las cinco". Y con esto cayó uno de los fenómenos básicos de cada dictadura, que es la represión estricta y conversión en tabú de conflictos sociales. Hartmut Zwahr tomó este aspecto como tema para su obra "Final de una autodestrucción".

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La tirantez entre las preocupaciones de los fieles, las de los solicitantes de emigración y el aperturismo de la iglesia a estos temas sociales, por un lado, y la intención por parte del estado en disminuir el poder religioso en la sociedad, por el otro, empeoró notablemente con los años y desembocó en la cuestión universal "¿Sigue esto siendo la Iglesia?".

Todos los actores de esta situación vivieron discusiones internas: los grupos de trabajo ya no sólo querían reformar "los grupitos de la Iglesia", sino pretendían cambiar toda la sociedad sin dejarse acaparar por parte de la Iglesia; la Iglesia que no quería ser instrumentalizada por la naciente oposición ni perder su derecho doméstico y luchó con su autoconciencia a partir del momento en que su acción resultó excesiva; y finalmente el estado con sus espías – también infiltrados en la gerencia eclesiástica – que presionó a las parroquias amenazándolas con el cierre mientras que al mismo tiempo pretendía mantener su incipiente reconocimiento internacional adquirido gracias a un respeto un poco mayor de las libertades de los ciudadanos.

La "parroquia del lunes", como llamó a los participantes de las oraciones por la paz Christian Fuehrer, el pastor protestante de la iglesia San Nicolás por aquel entonces, estaba formada en 90% por personas laicas, por lo que el oficio se celebraba ecuménicamente y sin comunión, pero con canciones, sermón, plegaria, bendición y las aportaciones de los grupos de trabajo que procedían a veces de parroquias católicas.

El cambio político en la Unión Soviética por parte de Michail Gorbatschow sumado a otros factores, como los cambios que se habían ido perfilando en otros países del Pacto de Varsovia, la huida masiva de los alemanes en los meses de verano y otoño del año 1989 a través de Hungría y Checoslovaquia, el notable empeoramiento de la situación económica de la RDA, la devastadora situación del medio ambiente y los problemas de abastecimiento que se estaban dando llevaron al pueblo a tomar consciencia de que la situación tenía que cambiar.

Sin embargo, los primeros tímidos intentos de la gente de superar su resignación se vieron frustrados pronto, ya que el Gobierno dio su visto bueno a las medidas tomadas por el régimen chino durante los incidentes en la plaza de Tiananmén en Pekín en Junio 1989. La "solución china", como se denominó a este asesinato colectivo, tuvo también resonancia en los medio estatales alemanes, que la dieron a conocer como la elusión necesaria de una posible contrarrevolución, lo que obviamente implicaba que el Gobierno estaba dispuesto a tomar medidas similares en caso de que ocurriera algo parecido.

A pesar de todos intentos de intimidación, además de las oraciones de lunes, que al final tenían lugar contemporáneamente en siete iglesias de la ciudad, empezaron a llevarse a cabo las manifestaciones de lunes en el centro de Leipzig. Estas manifestaciones pretendían ser una expresión secularizada a lo que se había preparado desde el seno sacro de Iglesia. Con el lema de "Dona nobis pacem" y la referencia a los sermones pronunciados por Martin Luther King en el marco del movimiento de los derechos civiles en los EE. UU., los participantes salieron de las iglesias en octubre de 1989 cantando "We shall overcome" y se enfrentaron pacíficamente a las fuerzas armadas, que contaban con el respaldo de la policía y las brigadas de combate. El gobierno no se esperaba un comportamiento similar, e incluso el presidente del parlamento, Horst Sindermann, dijo en una declaración "¡estábamos preparados para todo menos para velas y oraciones!".

Por ser la segunda ciudad más grande del país, Leipzig albergaba dos veces al año la feria industrial más importante de la RDA. Estos eventos no sólo atraían a visitantes nacionales e internacionales, sino que también propiciaban que la televisión de Alemania Occidental entrara a Leipzig dotada de un permiso de grabación ampliado para toda la cuidad. La recepción de la televisión del "enemigo de clase" estaba prohibida en la RDA; sin embargo, a la gran mayoría de la población le servía como fuente de información independiente, sobre todo en lo referente a los temas que la propia televisión estatal ocultaba o presentaba según su ideología. Las oraciones y las manifestaciones del lunes se dieron a conocer precisamente por medio de la televisión alemana occidental a toda Alemania Oriental sobre el desarrollo en Leipzig y hizo que ésta sirviera como ejemplo para que los ciudadanos de otras ciudades del país se atrevieran a expresar las ideas habían ahogado durante tanto tiempo.

El espacio que los manifestantes ganaron y que inicialmente ocuparon por sólo un par de horas, se amplió de tal manera que se convirtió en un espacio para la libertad de todo el pueblo.

En el marco de la celebración del vigesimoquinto aniversario de la caída del muro, se discute nuevamente cuáles fueron las ganancias de la Iglesia en el proceso de la Revolución pacífica en Alemania y su relevancia en otros procesos revolucionarios actuales, como el de Ucrania. El que la Iglesia sirviera como punto de encuentro para las preocupaciones del pueblo y funcionara como válvula para las frustraciones que se habían acumulado durante tantos años marcados por falta de perspectivas ha sido calificado como uno de los méritos de la Iglesia en esa época; del mismo modo se ha ensalzado el que evitara que la rabia de la gente se convirtiera en violencia. Se ha hablado mucho del "milagro de Leipzig" con su logro pacífico y triunfante cuando del día 9 de octubre 1989, 70.000 manifestantes recorrieron en silencio las calles de la ciudad después de la oración por la paz a pesar de la presencia de 8.000 agentes armados, en cambio se duda que este éxito se debiera únicamente a la influencia de la Iglesia, ya que los diversos factores que decidieron lugar a este resultado actuaron de manera extremadamente compleja.

Fulbert Steffensky aduce en su libro "Dialéctica de la forma y el espíritu" que la sociedad post-cristiana demanda una fe temporal y que parece que uno de los atractivos la Iglesia, el de funcionar como lugar de reunión y de discusión de temas mundanos, se ha ido perdiendo en la Alemania reunificada. Diversas organizaciones, como asociaciones, partidos y comunidades de intereses parecen cubrir todo el espectro de temas. En 1991 un 34% de la población de la antigua RDA seguía adscribiéndose a las Iglesias católica y protestante (en Alemania occidental, un 82%), cifra que cayó en 2011 a un 25% (respecto a un 70%), de lo que apenas un 4% corresponde a la Iglesia católica. En 2015 se inaugurarán dos nuevas iglesias en el centro de Leipzig – una protestante y la otra católica – obviamente con la esperanza de que esta tendencia no se mantenga.

Carolin Wilms es periodista freelance en Leipzig, Alemania, y escribe sobre temas de cultura, sociedad e historia con énfasis en Alemania del Este.

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