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Bernardino León | Enviado especial de Naciones Unidas

“Libia tiene poco tiempo para evitar caer en guerra civil o en manos del EI”

El político sale ileso de un atentado cuando se reunía con el actual jefe de Gobierno libio

Javier Casqueiro
León, en una imágen de 2013, en Bruselas
León, en una imágen de 2013, en BruselasVirginia Mayo (AP)

Bernardino León Gross tiene a sus 50 años mucha experiencia política, internacional y en España, y apenas se asusta por nada. Ahora es el enviado especial de Naciones Unidas para intentar arreglar el desaguisado de Libia. El domingo sufrió un atentado cuando estaba en una cita secreta con el primer ministro reconocido internacionalmente.

Pregunta. ¿Cómo vivió el atentado?

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Respuesta. Estábamos con el presidente Abdula al Thini, en una charla que había sido larga, de unos 45 minutos, y ya casi al final hubo una explosión fuerte. La onda expansiva destruyó los cristales de la sala grande de reuniones donde estábamos y de la contigua, que estaba aún más cerca de donde explotó el coche. Salimos para ver si había más daños, en techos y paredes, y aunque no hubo pánico sí se produjo un momento de gran confusión. Hasta dos ministros libios entraron en colapso porque entonces se produjo rápido la segunda explosión y los equipos de seguridad no sabían si había sido un coche bomba o un ataque con morteros, que son más frecuentes.

P. ¿Contra quién iba dirigido el ataque?

R. Ahora nuestro equipo de seguridad de Naciones Unidas revaluará la situación porque no sabemos exactamente contra quién iba el ataque. Hay razones para creer que iba contra Naciones Unidas porque la reunión se cambió varias veces de lugar y hasta de ciudad y alguien de dentro supo esos cambios y esperó hasta que estábamos reunidos porque querían ir contra nosotros y nuestra labor de mediación.

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P. ¿Y ahora, después de que la semana pasada el Tribunal Supremo invalidara al Parlamento salido de las urnas del 25 de junio y el reconocido internacionalmente, cuál es la situación política?

R. Hay que distinguir el aspecto jurídico y el político. La sentencia del Supremo introduce un cuestionamiento claro respecto a que la cámara de representantes se reuniera en Tobruk (a 1.400 kilómetros al este de la capital y lejos de Bengasi que es donde debe citarse según la Constitución provisional) pero no deja clara la situación institucional ni cuál es el parlamento legítimo. En lo político la cámara de Tobruk ha sido rechazada y el Gobierno y el país está más dividido que antes. Ya hay voces de diputados del este que hablan de federalismo e independencia y partidarios del general Jalifa Hifter que hablan de lucha. Nosotros seguimos trabajando en la línea del diálogo moderado abierto en la ciudad de Ghadames (una cita promovida por Naciones Unidas entre distintas partes del conflicto).

P. ¿Pero cómo se va a poder hablar entre partes tan enfrentadas?

R. Vamos a ampliar la base y a incorporar nuevos actores y nuevas ideas, pero en un marco temporal muy estrecho, porque tenemos poco tiempo. Hay muchas fuerzas contrapuestas y terribles operando para que fracase esa operación, en Bengasi o en las montañas de Nafusa.

P. ¿Qué quiere decir poco tiempo?

R. Ya dije en septiembre que había que buscar un acuerdo antes de final de año. Porque ahora no solo hay riesgo de división y guerra civil generalizada sino también del fortalecimiento de los grupos terroristas del Daech. En Derna, a apenas 80 kilómetros de donde se produjo el ataque del domingo (Shahat), están asentados grupos terroristas del Estado Islámico y hay relación entre el atentado y esos grupos, que cada vez son más fuertes y más capaces de operar.

P. ¿Cómo está la situación económica y los campos petrolíferos?

R. Desde hace tiempo ya insistimos ante las partes en conflicto que había tres ámbitos que deberían ser neutrales: el Banco Central, el petróleo y la Autoridad Libia de Inversiones. Y les advertimos que les pondríamos sanciones si cruzaban esas líneas rojas que son sagradas y no se pueden tocar. Ahora notamos, después del fallo del Supremo, que algunos grupos armados están en otra onda distinta y ya no ven aliciente en la neutralidad. Estamos evaluando con sumo cuidado esa información porque no vamos a permitir que nadie toque ahora esos objetivos y no descartamos medidas de mayor control y supervisión ni sanciones. Las milicias que se disparan entre ellas cobran todas del Banco Central Libio y si hace falta esa línea se cortaría.

P. ¿Ante este caótico escenario parece que Estados Unidos se plantea por su cuenta aplicar sanciones antes y al margen de Naciones Unidas?

R. El martes estuve en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y pedí mucho apoyo y se habló mucho del elemento sanciones como nueva vuelta de tuerca para controlar mejor el mercado y contrabando de armas. Y si a esas medidas se suman otros países de la comunidad internacional bienvenidos sean. Se trata de luchar contra quienes cantan canciones de guerra y no da una señal de descoordinación ni de división sino un mensaje a la burocracia interna de Naciones Unidas de que debemos actuar rápido.

P. ¿Usted ha sido declarado persona non grata por el gobierno paralelo de Tripolí y en esas condiciones parece difícil jugar el papel de mediador?

R. Me debo y trabajo para mi organización y el Gobierno de Omar al Hassi ha sido votado por un número muy reducido de miembros del parlamento y no ha sido reconocido por ningún gobierno del mundo. Pero la sentencia del Supremo, se acepte o no, se interprete como se interprete, cambia algunas reglas y ahora vamos a ampliar el diálogo ya iniciado, escuchar las propuestas de todos, buscar un denominador común y lanzar en unos días una alternativa razonable.

P. Tres años después de la caída del dictador Muamar el Gadafi se habla de caos, abismo, precipicio y de un panorama que no ha mejorado la situación que se vivía entonces. ¿Cómo se explica?

R. No hay nadie en Libia que haya conocido otra cosa en su vida que Gadafi (42 años en el poder). Y eso significa una ausencia total de instituciones, de democracia, con una revolución surrealista que no permitía que creciera ninguna alternativa de poder ni personal ni articulada. Eso ha hecho un daño enorme a su cultura, a su identidad como ciudadanos, que llevará mucho tiempo recuperar. Si algún día se puede construir un Estado había primero que parar esa situación de caos, pasar esta etapa en la que cada uno quiere y pretende lo que le da la gana. Pero para que ese esfuerzo político y pedagógico cale en la sociedad hará falta años y más de una generación. Y debemos aprender de los errores de estos tres años. La comunidad internacional pecó de dejar a Libia y a los libios solos. No estaban preparados y eso no funcionó.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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