_
_
_
_
_

“No hace falta ser de ultraderecha para votar al FN”

El partido convierte a Hénin-Beaumont en el escaparate de su forma de gobernar

Gabriela Cañas
El alcalde de Henin-Beaumont, Steeve Briois, saluda a vecinos de la localidad francesa en su primer día en el cargo.
El alcalde de Henin-Beaumont, Steeve Briois, saluda a vecinos de la localidad francesa en su primer día en el cargo.PHILIPPE HUGUEN (AFP)

Hace dos años, cuando EL PAÍS visitó Hénin-Beaumont, era difícil encontrar ciudadanos que admitieran ser simpatizantes del Frente Nacional. Ahora es tarea sencilla. “Por supuesto que he votado al FN y estoy muy contento. Les voté en las municipales y en las europeas. No es necesario ser de extrema derecha para hacerlo”, explica Laurent Dasaville, un empleado de la industria de Hénin-Beaumont, un pueblo norteño de 26.000 habitantes próximo a Lille. Esta es la ciudad escaparate del FN, la única que la formación ultraderechista ganó en la primera ronda de las municipales de marzo, con el 50,26% de los votos. Su nuevo alcalde, Steeve Briois, es un hombre fuerte en la ejecutiva del partido. En el éxito de su gestión confían sus correligionarios para mostrar al mundo lo que el FN es capaz de hacer a nivel municipal gracias al voto del desaliento de una cuenca minera en declive castigada por el paro.

El Frente Nacional gobierna desde marzo en una decena de municipios franceses. Después de Fréjus (al sur, 52.300 habitantes), Hénin-Beaumont es el núcleo urbano más importante. “Claro que las cosas han cambiado”, cuenta desde el mostrador de su céntrica floristería Christine Vervaeke; “en el Ayuntamiento están más a la escucha”. Vervaeke cuenta que el nuevo alcalde es un hombre accesible, que pasea por las calles del pueblo, al que algunos llaman por su nombre de pila, y está atento a los problemas de la gente, como la ola de robos sufrida este verano en un barrio de la ciudad.

Hénin-Beaumont, como apuntan muchos vecinos, languidece. El cierre de las minas a finales de los años setenta disparó el desempleo, que ahora, con la crisis, se sitúa en el 19%, muy por encima de la media nacional (10,5%). Demasiados comercios cerrados y escasa afluencia de público a los bares y brasseries. Ocho meses es poco tiempo para valorar la gestión de Briois, dicen incluso sus críticos, pero algunos cambios ya se han producido. Han desaparecido las banderas europeas de la fachada del Ayuntamiento, se ha reducido en un 10% la tasa municipal de la vivienda (un pequeño ahorro de 40 euros al año según Vervaeke) y se ha intensificado la limpieza y el cuidado general de la ciudad. “Sí, sí, ahora se ocupan mucho de las plantas”, ironiza María Francisca González, de 55 años, hija de españoles y de la izquierda radical, que regenta una hamburguesería.

El regidor intentó expulsar a los mendigos y cerró el local de la Liga de Derechos Humanos

En la mayor limpieza del pueblo hay una cierta unanimidad. Un pequeño paseo basta para constatar que la basura no se acumula y que los funcionarios trabajan hasta tarde disponiendo plantas o adornando la fachada del Ayuntamiento de cara a la Navidad. “Briois es el hombre ideal”, comenta también con ironía Marine Tondelier, concejal de Los Verdes. “Sale bien en las fotos. Sonríe, es agradable con todos. Juega el papel de alcalde perfecto. En esto no puedo criticarle. Lo que critico es que el FN no tenga una ideología clara. Aquí en Hénin-Beaumont juegan a ser socialistas, mientras que en el sur son más de derechas, más provocadores”. “Se saben vigilados y procuran hacer una buena gestión”, abunda Alain Privot, presidente de la Liga de Derechos Humanos (LDH) de la provincia Paso de Calais, “pero no han tardado en mostrar su verdadero rostro”.

Briois ha cerrado el local de la LDH, propiedad del Ayuntamiento, e intentó echar a los mendigos con un bando que un tribunal de Lille le ha obligado a derogar. Ahora, la LDH se ha refugiado en localidades vecinas a la espera de poder volver al pueblo.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

En la plaza, junto a la iglesia de San Martín, unas niñas rumanas juegan entre los coches del aparcamiento público. “Aquí la escolaridad es obligatoria, pero estos niños no van al colegio”, explica con disgusto un ciudadano que prefiere no aportar su identidad. El bando municipal de Briois sirvió para que la policía se llevara a una niña rumana. “Pretenden esconder a los pobres”, critica María Francisca González. La niña volvió y Mariana, una rumana de 34 años madre de seis hijos que vive en una caravana a las afueras del pueblo, asegura que nunca ha tenido problemas con la policía. “La vida es muy dura aquí. No hay trabajo ni para la chatarra”, dice.

Hénin-Beaumont se prepara para la Navidad. Según Laurent Dasaville, gracias al FN la ciudad está más animada y para estas fechas se va a instalar una pista de hielo en la plaza central. Ni Briois ni ninguno de sus concejales ha hablado con EL PAÍS a pesar de la insistencia de este periódico. Su forma de gobernar sigue los dictados del FN: reducción de impuestos, rechazo al extranjero y gestión minuciosa del dinero público en contra de las corruptelas. “El FN es un gran manipulador. Hacen creer que con ellos todo va mejor”, dice el concejal socialista Marcel Germe. “En realidad, si pueden bajar los impuestos y aumentar la inversión es porque les hemos dejado una situación financiera muy saneada. Si hubiéramos ganado las elecciones hubiéramos hecho lo mismo”.

El mejor regalo que los socialistas de Hénin-Beaumont han hecho, sin embargo, al FN es de otro calibre. El escándalo protagonizado por el alcalde socialista Gérard Dalongeville, condenado por desvío de fondos públicos y apartado del cargo en 2009, es un asunto que ha anidado en la indignación de muchos ciudadanos. En este terreno, esta ciudad es también un buen ejemplo del proceso político francés. La ciudad escaparate del FN tuvo tras la guerra un alcalde comunista y después ha gobernado tradicionalmente el Partido Socialista. Hasta este mes de marzo. Lo inédito, como explica Nicolas Bay, uno de los máximos dirigentes del FN, “es el fenómeno de los vasos comunicantes directos PS-FN”. “Lo mismo puede ocurrir a nivel nacional, con un Hollande que no cumple sus promesas”, sentencia el ciudadano Dassaville, “y da prioridad al matrimonio homosexual en vez de al empleo”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_