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Petrobras comenzó con el extraño regalo de un coche de lujo

Los policías del caso que sacude a Brasil explican que todo se desató tras el seguimiento a tres especialistas en lavado de dinero

Roussef llega a las oficinas de la policía para dar su testimonio, en octubre.
Roussef llega a las oficinas de la policía para dar su testimonio, en octubre.e.c

En la comisaría central de la Policía Federal en Curitiba, donde trabajan los agentes que iniciaron la operación Lava Jato, se respira una prudente satisfacción. “Jamás imaginamos un caso tan grande… Ni en sueños”, reconoce Marcio Adriano Anselmo, el comisario que inició la mayor investigación por corrupción de la historia brasileña. Tampoco podía imaginar Anselmo que una modesta investigación contra tres lavadores de dinero en Brasilia y Sao Paulo acabarían conduciéndole hasta Londrina (su ciudad natal, a 400 kilómetros de Curitiba), feudo del contrabandista Alberto Youssef, un viejo conocido de la Policía Federal cuyas confesiones acabarían detonando un escándalo de resonancia mundial.

Hace 16 meses, en julio de 2013, el objetivo de Anselmo era Carlos Habib Chater, un cambista que operaba desde hace años en Brasilia. Chater había estado estrechamente vinculado con un polémico exdiputado de Londrinas, José Janene (PT-PR), fallecido en 2010. Mantenía una red de lavado de dinero que había iniciado ya su padre (preso, como él, desde hace dos meses). La Policía sabía que Chater tenía tratos con otro cambista de Sao Paulo condenado en 2005 por la conocida operación Banestado, Raúl Henrique Srour, quien ya había cumplido su pena, y a partir de agosto (cuando el juez autorizó la intervención de su teléfono) descubrió también que Chater intercambiaba continuamente mensajes telefónicos sobre sus actividades con un desconocido. “Era una operación de tamaño pequeño-mediano”, insiste Anselmo. “No teníamos ni idea de lo que nos íbamos a encontrar”.

El equipo de Anselmo estaba formado por dos agentes. La investigación prosiguió discretamente durante varias semanas: tras revisar miles de operaciones bancarias, los tres policías vislumbraron un esquema de empresas irreales y transferencias sin justificación real. Avanzaban lentamente, hasta que a comienzos de octubre el caso experimentó su primer punto de inflexión: la persona que mantenía tanta correspondencia con Chater era Alberto Youssef, aquel experto en lavado de dinero al que un acuerdo de colaboración en 2004 había salvado de una prisión mucho más larga en la operación Banestado, curiosamente el primer caso financiero importante que instruyó el entonces joven juez Sergio Moro, hoy impulsor de la Lava Jato y azote de la élite empresarial brasileña desde el Tribunal Criminal Federal número 13 del estado de Paraná.

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“No nos podíamos creer que fuese Youssef”, cuenta hoy Anselmo echando la vista atrás: “Fue un momento inolvidable”. Además de acercar el caso a Curitiba, significaba que el cambista y contrabandista había quebrado su acuerdo de delación premiada; estaba de nuevo en el negocio. ¿Seguiría activa la trama presuntamente desarticulada años antes? La palabra Petrobras, por entonces, no aparecía ni remotamente en el expediente. La reaparición de Youssef les acercaba, no obstante, a otro foco principal de la investigación: la escurridiza figura de Nelma Kodama, “la Dama del Mercado”, prestigiosa cambista de Sao Paulo que, además, era amante de Youssef. Kodama se había librado del caso Banestado porque “fue la única persona a quien Youssef no delató”, explican en la Policía, “ya fuese por amor o para que continuase el negocio”. “Ella había movido siempre grandes cantidades de dinero, sumas muy elevadas vinculadas a grandes comerciantes del sector de la importación y exportación Pero hasta aquel momento había logrado librarse. […] Era una persona muy complicada, se consideraba inalcanzable, mostraba mucha confianza en sí misma”.

“Seguíamos siendo un equipo muy pequeño, aunque seguimos tirando del hilo”, recuerda otro agente. Sin embargo, faltaban las pruebas… “Era posible que se convirtiese en un caso más grande de lo esperado, pero ni mucho menos esto”. La palabra ‘Petrobras’ apareció por primera vez en el expediente Lava Jato en enero de este año. Fue, como tantas veces, por un descuido: concretamente un regalo. Los inspectores comprobaron que Youssef acababa de comprar un coche de alta gama (300.000 reales, 115.000 dólares) a nombre de Paulo Roberto Costa, exdirector de abastecimiento de la petrolera estatal. “Nos pareció muy extraño”, afirma un agente… “El salario de un director de Petrobras puede superar los 100.000 reales (40.000 dólares) mensuales”. “Ahí es cuando comenzó a subir la temperatura de verdad”, rememora Anselmo con una media sonrisa. Recordaron que el fallecido diputado Janene, socio de Chater, había sido el responsable de colocar a Paulo Roberto Costa al frente de la dirección de abastecimiento de la estatal, en 2004. Y ampliaron su campo de actuación: “Empezamos a investigar a otras personas y, por primera vez, comprendimos que podía tratarse de un caso histórico”.

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El coche regalado por Youssef a Costa se ‘justificaba’ por el presunto pago de “servicios de consultoría”. Había miles de facturas por “servicios de consultoría”. Pocas semanas después afloró a la superficie una gigantesca máquina de blanqueo de dinero. Los todavía sospechosos transferían sumas elevadas de dinero al extranjero, a través de una red de más de 100 empresas ‘fachada’ y centenares de cuentas bancarias que despachaban millones de dólares hacia China o Hong Kong. Las compañías, pura cosmética financiera, simulaban importaciones y exportaciones con el único propósito de recibir o mandar dinero, sin comercio alguno de productos o servicios.

Empezamos a investigar a otras personas y, por primera vez, comprendimos que podía tratarse de un caso histórico”

Las autoridades judiciales calculan que la cantidad de dinero desviada ilegalmente asciende a 10.000 millones de reales (4.000 millones de dólares). El dinero provenía mayormente del contrabando: drogas, diamantes y desvío de recursos públicos (en este caso, como se descubriría después, obras contratadas por Petrobras a grandes empresas constructoras y de ingeniería con presupuestos de miles de millones de reales, de los que se desviaba sistemáticamente en sobornos un porcentaje mínimo del 3%). Posteriormente, y con independencia del origen del dinero blanqueado, este se introducía nuevamente en el sistema mediante negocios de gasolineras, lavanderías u hoteles.

El ‘Petrolão’ saltó a la luz pública el 17 de marzo, cuando la Policía Federal detuvo a 24 personas (entre ellos los cambistas mencionados en este reportaje) por evasión de divisas en seis estados diferentes. La prensa brasileña no mencionaba aún la palabra ‘Petrobras’ en sus crónicas. Apareció sólo tres días después, cuando Paulo Roberto Costa fue arrestado tras comprobarse que estaba destruyendo documentación sobre su larga relación con Yousseff. Como es bien sabido, ambos llegaron a un acuerdo de colaboración con la Justicia y se convirtieron en delatores a cambio de una reducción de la pena. “Ahí es cuando el caso explotó”, admite Anselmo. Los tres policías asignados pasaron a ser 15 (cinco comisarios y diez agentes). La investigación adquirió unas proporciones gigantescas, con sospechas crecientes sobre la implicación de altos cargos empresariales y políticos que eran citados en los testimonios de los ‘arrepentidos’.

Youssef, Costa y un directivo de la empresa de ingeniería Toyo-Setal, Julio Camargo, revelaron la existencia de un ‘club’ de 13 empresas constructoras que se repartían los contratos con Petrobras. Las filtraciones indicaban que parte del dinero pagado en sobornos durante 10 o 15 años había iba dirigido a las arcas de varios partidos políticos. Un hachazo al establishment empresarial, político (y quizá bancario) brasileño: las constructoras investigadas son responsables de ocho de las diez mayores obras del país. El presidente del Tribunal de Cuentas de la Unión, Augusto Nardes, afirma con preocupación que el caso tenía el potencial de parar Brasil si las nueve mayores empresas bajo sospecha fuesen finalmente declaradas ‘no idóneas’ para firmar contratos con el sector público.

Hace dos semanas largas ocurrió el segundo momento inolvidable para el comisario Anselmo y su equipo (y también muchos brasileños): la detención, el viernes 14, de 21 directivos de nueve grandes empresas que sumaban entre sí contratos por valor de 59.000 millones de reales (23.000 millones de dólares) con la empresa estatal más grande de Latinoamérica. Lo bautizaron ‘el Día del Juicio Final’. El sábado 15, recuerdan con orgullo en la comisaría, era el Día de la Proclamación de la República. Y el domingo 16 el aniversario de la creación de la Policía Federal. Ese día, 16 meses después de que el comisario Amselmo enfocase en su visor la casa de cambio que tenía Carlos Chater en una gasolinera de Brasilia, la presidenta, Dilma Rousseff, dijo desde Australia que la operación Lava Jato “podría cambiar Brasil para siempre”.

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