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Obama nombra a un versado tecnócrata para dirigir el Pentágono

Ashton Carter afrontará la guerra contra el yihadismo y la retirada de Afganistán

Obama nombra a un versado tecnócrata para dirigir el PentágonoFoto: reuters_live | Vídeo: Reuters-Live
Marc Bassets

El presidente Barack Obama nombró este viernes secretario de Defensa a Ashton Carter, un tecnócrata con una amplia experiencia en Pentágono. Carter, número dos del Departamento de Defensa hasta hace un año, debe sustituir a Chuck Hagel, forzado a dimitir por la Casa Blanca la semana pasada.

Obama anunció la nominación de Ashton (’Ash’) Carter, de 60 años, en una comparecencia en la Casa Blanca. Estaba previsto que Hagel asistiera al acto, según adelantó una fuente de la Casa Blanca, pero finalmente no lo hizo.

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El presidente destacó el conocimiento “estratégico” de Carter y dijo que es la persona “más cualificada” para los retos del cargo.

A Obama le quedan dos años y un mes en la Casa Blanca y es poco probable que quiera volver a cambiar de secretario de Defensa hasta entonces. En este tiempo, Ash Carter deberá preparar la retirada final de Afganistán y ayudar al presidente a diseñar la estrategia contra los yihadistas del Estado Islámico en Irak y Siria. Otra prioridad será afrontar las tensiones con Rusia por Ucrania y los planes de recortes presupuestarios en el Pentágono.

Si el Senado, que a partir de enero estará controlado por el partido republicano, lo confirma, Carter será el cuarto jefe del Pentágono en los seis años que Obama lleva en el poder. El antecesor de Obama, el republicano George W. Bush, tuvo a dos secretarios de Defensa durante los ocho años que pasó en la Casa Blanca. El presidente anterior, Bill Clinton, tres. Las primeras reacciones de los republicanos indican que no  pondrán trabas excesivas durante las audiencias para la nominación en el Senado de Carter.

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La sucesión de secretarios de Defensa en la Administración de Obama es un eco de la estrategia cambiante del presidente y de las complejas relaciones del presidente con el Pentágono y el estamento militar. Obama llegó a la Casa Blanca en 2009 con la intención de acabar las guerras que heredó de Bush en Irak y Afganistán. Los planes han acabado trastocados.

La historia de estos años ha sido la de un forcejeo constante del presidente y sus asesores con sus secretarios de Defensa y los generales sobre el nivel de tropas en combate, el ritmo de la retirada y las tácticas bélicas. Los dos primeros secretarios de Defensa de Obama —Robert Gates y Leon Panetta— acabaron publicando sendas memorias en las que criticaban algunos aspectos de la política exterior y de defensa del presidente, y su estilo de gestión.

Como Gates y Panetta, Hagel —un veterano de Vietnam que fue senador republicano por Nebraska— topó con la guardia pretoriana en la Casa Blanca, un equipo de hombres y mujeres de confianza del presidente, algunos con escasa experiencia en materia de seguridad. Al contrario que Hagel, Carter no es ni militar ni político. Fuera de los círculos de la seguridad nacional en Washington, era un desconocido. Un tecnócrata. Pero un tecnócrata atípico.

Porque Carter es un intelectual —doctor en física teórica y especialista en historia medieval— en una ciudad a la que siempre le ha fascinando este tipo de servidores públicos: los ‘best and brightest’, o los ‘mejores y los más inteligentes’. El ‘best and brightest’ por excelencia fue otro secretario de Defensa, Robert McNamara, presidente del fabricante de automóviles Ford antes de ocupar el cargo.

Hagel sisempre mantuvo una posición discreta, en segundo plano. Carter tiene la reputación de ser un funcionario disciplinado pero agresivo, alguien que no se muerde la lengua. “El servicio público en los niveles altos de Washington es un poco como ser un cristiano en el Coliseo. Nunca sabes cuándo soltarán a los leones y te descuartizarán para que los mirones se diviertan”, escribió en 2007.

Entre 2009 y 2011, como subsecretario de Defensa, Carter fue responsable de la compra de armamento y de la logística para las fuerzas armadas más poderosas del planeta. Entre 2011 y 2013, como secretario de Defensa adjunto, se encargó de dirigir una burocracia que cuesta al contribuyente de EE UU 600.000 millones de dólares al año, emplea a 2,4 millones de civiles y militares y participa en varias guerras y operaciones.

El nombramiento de Carter llega después de que se descartasen a sí mismos otros candidatos. Entre ellos, Michèle Flournoy, exsubsecretaria de Defensa y cofundadadora del laboratorio de ideas CNAS, que se habría convertido en la primera mujer en ocupar el cargo. Flournoy tenía un perfil muy marcado. Había expresado reservas ante la cautela de Obama ante las incursiones de la Rusia de Vladímir Putin en Ucrania y defendía una mayor implicación de EE UU en la guerra civil en Siria.

Carter es un burócrata, un excelente conocedor de los pasillos del Pentágono, un hombre respetado por su trayectoria intelectual y su trabajo con los secretarios Gates y Panetta. El nombramiento no es una sorpresa, después de que a principios de semana la Casa Blanca filtrase que era el favorito del presidente.

El futuro secretario de Defensa es un enigma político, pero por declaraciones pasadas y afinidades personales, se sitúa a la derecha del presidente Obama en algunas posiciones sobre el uso de la fuerza militar. Carter, por ejemplo, defendió en un artículo de 2006 el uso de misiles de crucero para destruir los misiles de Corea de Norte si este país desarrollaba un arma nuclear. Según 'The New York Times', también discrepó de decisión de Obama, en septiembre de 2013, de suspender en el último minuto, y para sorpresa de aliados y adversarios del presidente, los ataques aéreos programados contra el régimen de Bachar El Asad en Siria.

Las audiencias para confirmarle en el Senado pueden convertirse en un debate sobre la política exterior de Obama: el regreso a las guerras tras años de repliegue.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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