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Desbandada de periodistas en la legendaria revista ‘The New Republic’

Los periodistas y colaboradores rechazan el giro adoptado por su dueño

Portada de la revista en 1937.
Portada de la revista en 1937.

“El príncipe de Facebook purga The New Republic” puede ser el título que mejor explica lo sucedido en la centenaria revista estadounidense en las últimas 48 horas. Otros medios hablan de una “implosión en una institución de Washington”, de una “enorme sacudida”, de como un “terrateniente de Yahoo!” ha acabado con la publicación o le dedican homenajes que bien podrían pronunciarse en un funeral. El jueves por la noche, el director de la revista presentó su dimisión por diferencias irreconciliables con el dueño y el nuevo CEO.

The New Republic, creada en 1914 y consolidada a lo largo de estos 100 años como un icono intelectual de la prensa estadounidense, fue adquirida en 2012 por Chris Hughes. Así quedó en manos de uno de los miembros del equipo fundador de Facebook y uno de los jóvenes más ricos de EE UU. En septiembre, Hughes fichó a Guy Vidra como director ejecutivo. Vidra es, a sus 40 años, el exdirector de Yahoo! News, cargo que ocupó después de liderar el departamento financiero de The Washington Post. Pero si la llegada del joven Hughes a la revista contó con el respaldo de la redacción, el caso de Vidra parece haber tomado la dirección contraria.

Desde la noche del jueves han dimitido Franklin Foer, director de la revista, y Leon Wieseltier, editor literario y líder intelectual de la publicación desde hace varias décadas. En la mañana del viernes se les sumaron más de 20 firmas de periodistas y columnistas que están considerados como referentes del sector. Todos ellos han rechazado un giro en la trayectoria de la revista, que mudará su sede principal a Nueva York, reducirá sus ediciones impresas de 24 a 10 al año y será reformulada como una “publicación digital”. En una carta abierta pidieron que se retiraran sus nombres de la mancheta inmediatamente.

Deberíamos calificarlo como lo que es: una pérdida terrible y un atropello”, aseguró David Remnick, director de 'The New Yorker'

Periodistas de dentro y fuera de la redacción de The New Republic hablan de un choque entre dos culturas. La reconstrucción de los eventos de los últimos meses que ha publicado POLITICO retrata a un Vidra irrumpiendo en la redacción de una institución centenaria hablando de “romper cosas” y de estrategias tan disruptivas como podía sonar este lenguaje propio de Sillicon Valley en una redacción anclada en la tradición.

The New Republic acababa de celebrar hace pocas semanas, en Washington, su fiesta de centenario. Los invitados, desde el expresidente Bill Clinton hasta la juez del Tribunal Supremo Ruth Ginsburg, reflejan la talla de una publicación por la que han pasado Philip Roth, Virginia Wolf o George Orwell. En la cita, Hughes y Vidra escenificaron su división con la redacción al hablar del éxito de la publicación en Internet mientras los editores defendían un legado que -con las cuentas saneadas o no- el mundo del periodismo de EE UU considera indudable.

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“Si estamos usando los clichés de los nuevos medios para encubrir aquí la destrucción de una institución de auténtico rigor e inteligencia, entonces deberíamos calificarlo como lo que es: una pérdida terrible y un atropello”, aseguró al Times David Remnick, director de The New Yorker y uno de los veteranos colaboradores de la revista. En otra instancia, Renick habló de la anulación de los valores y ambiciones de sus orígenes, así como la imposibilidad de “no ser pesimista”.

“Frank Foer no abandona The New Republic porque no sea un editor suficientemente bueno. Se va porque Chris Hughes no es un dueño suficientemente bueno”, escribió este viernes Jonathan Chait, uno de los periodistas que acababa de dimitir, en The New York Magazine. Chait habló de la revista, una cantera de periodistas y directores concebida en parte en el despacho del presidente Theodore Roosevelt antes del inicio de la primera guerra mundial, como “un fundamento esencial del pensamiento progresista estadounidense”.

La revista mudará su sede principal a Nueva York, reducirá sus ediciones impresas de 24 a 10 al año y será reformulada como una “publicación digital”

Chait hace referencia también a uno de los argumentos que ha sobrevolado la conversación sobre las dimisiones en The New Republic, y es si una cabecera con una trayectoria impresa tan amplia y tan apegada a sus valores fundacionales puede adaptarse al contexto tecnológico actual. Ningún medio estadounidense ha escapado a la crisis económica y de ingresos por el descenso de la publicidad y la irrupción de Internet. Su competencia, desde The New Yorker hasta TIME o Newsweek, ha navegado la crisis con mejor o peor suerte. Pero Chait asegura que la clave no es tecnológica sino de perspectiva.

“El problema es que Hughes y Vidra están afectados por la creencia de que pueden copiar la fórmula que transformó The Huffington Post y BuzzFeed en éxitos de beneficios, lo que es posiblemente erróneo, y que esta fórmula se puede aplicar a The New Republic, algo del todo equivocado”, afirma.

Entre los cambios defendidos por Hughes en los últimos meses -reconoció a The New York Times que “ya no pensaba en una revista” sino en una “publicación digital”- pasa por buscar formatos que sirvan a las audiencias de la web, por mucho que se alejen del periodismo de investigación y de largo formato, los análisis o la crítica cultural que consolidó la marca en sus orígenes.

Lo sucedido en The New Republic es el último ejemplo del choque que puede producirse entre dos culturas hasta ahora opuestas, los líderes de la innovación en California y quienes consolidaron los pilares del periodismo, pero no siempre irreconciliables, como demuestra el aterrizaje del dueño de Amazon, Jeff Bezos, en The Washington Post. Bezos, por el momento, ha afianzado y respetado las raíces del diario de la capital. El tiempo dirá si sigue el ejemplo de Vidra o, por el contrario, el éxito de su estrategia conciliadora vence sobre la “disrupción” que acaba de desmadejar una revista de referencia.

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