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Obama recluta apoyos en la derecha para la reconciliación con Cuba

El presidente estadounidense encuentra amplia cobertura política para el giro hacia la isla

Marc Bassets
Una fiesta de cumpleaños en La Habana
Una fiesta de cumpleaños en La HabanaYamil Lage (AFP)

El presidente Barack Obama no dio un salto al vacío cuando la semana pasada anunció la normalización de las relaciones de Estados Unidos con Cuba. Contaba con amplio apoyo en su partido, el demócrata. Y sabía que, para las nuevas generaciones de cubanoamericanos, el embargo comercial tiene cada vez menos sentido y la reconciliación ha dejado de ser un tabú.

Entre quienes en EE UU aplauden la iniciativa de Obama, se encuentran además algunos de sus críticos más feroces, desde políticos del ala derecha del Partido Republicano a grupos de presión que llevan años dedicados a socavar el programa del presidente.

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“No puedes permitir que la amargura gobierne una política exterior, aunque esta amargura sea legítima”, escribe en The Wall Street Journal Peggy Noonan, una de las columnistas conservadoras más agudas en sus ataques a Obama. Noonan, que en los años ochenta escribió algunos de los mejores discursos de Ronald Reagan, alude a la “amargura” de las viejas generaciones de exiliados, que hasta ahora han condicionado la política de la primera potencia mundial hacia la isla caribeña.

La página editorial de The Wall Street Journal, biblia del libre mercado y del conservadurismo, cuestionó los motivos del presidente pero recordó que hace 20 años el diario ya pidió el levantamiento del embargo comercial.

El pragmatismo y la realpolitik, una doctrina asociada históricamente al conservadurismo, son el denominador común de quienes apoyan el giro hacia Cuba. Éstos constatan que más de medio siglo de Guerra Fría y embargo comercial no han funcionado, que han sido inútiles para derrocar a los Castro y propiciar la democratización y el respeto de los derechos humanos.

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Figuras emergentes republicanas como Rand Paul aplauden la decisión

Otro factor explica el apoyo conservador a Obama: la defensa del libre mercado y el libre comercio, lo que en Europa se llamaría el liberalismo económico. Las restricciones al comercio y a los viajes son, a fin de cuentas, frenos al flujo de mercancías y capitales.

La realpolitik y el libre mercado confluyen en otro argumento: el del interés de las empresas norteamericanas. Ninguna quiere quedarse rezagada cuando la suculenta isla se abra al capitalismo. Las firmas europeas, asiáticas y latinoamericanas les sacan ventaja.

De ahí que dos de los lobbies más activos en favor del deshielo sean la Cámara de Comercio de EE UU y la Federación de Oficinas Agrícolas Americanas. La primera es el principal lobby empresarial, enfrentado a Obama en cuestiones como la reducción de las emisiones contaminantes y la reforma sanitaria. La segunda es el lobby rural, y su aplauso al presidente refleja la esperanza de que la nueva etapa permita aumentar las exportaciones de productos agrícolas. No es casualidad que sea en el Medio Oeste, el granero de EE UU, donde la iniciativa del presidente cuente con mayores complicidades.

El Congreso evitará levantar el embargo antes del fin del mandato, en 2017

¿Significan estos apoyos que Obama lo tendrá fácil para imponer el acercamiento a La Habana? No. Obama puede reanudar las relaciones diplomáticas, sacar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo y facilitar los viajes y el comercio. Pero el Congreso posee la llave del embargo comercial. Y no parece dispuesto a levantarlo en lo que le queda a Obama de mandato, hasta enero de 2017.

Las voces de los legisladores de origen cubano han sido estos días las que más se han escuchado: todos, republicanos y demócratas, en contra de Obama. En las últimas décadas el Congreso ha delegado en ellos buena parte de las decisiones sobre Cuba. Es posible que esto también cambie.

Tan llamativo como las declaraciones de senadores como el republicano Marco Rubio o el demócrata Bob Menéndez es el silencio de la mayoría de legisladores, muchos procedentes de Estados y distritos que aspiran a beneficiarse del giro.

Otros hablan claro. Como el senador Jeff Flake, un hombre de la órbita del movimiento populista Tea Party que, sin embargo, ha sido uno de los aliados más eficaces de la Casa Blanca en el año y medio de negociaciones con Cuba. Otras figuras emergentes de la derecha, como el senador republicano Rand Paul, también han aplaudido al presidente. Paul, como Rubio, sopesa presentarse a suceder a Obama en la Casa Blanca. Cuba se ha infiltrado en la campaña presidencial.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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