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África fracasa en el intento de crear una fuerza de reacción militar rápida

La descoordinación y las rivalidades lastran un plan acordado hace diez años

José Naranjo
Un soldado francés patrulla por las calles de Bangui, capital de la República Centroafricana, el pasado 8 de diciembre.
Un soldado francés patrulla por las calles de Bangui, capital de la República Centroafricana, el pasado 8 de diciembre.AP

Diez años. Ese es el tiempo que llevan los países africanos intentando crear una fuerza militar de reacción rápida capaz de dar respuesta a los desafíos en materia de seguridad del continente, cuyo máximo exponente es el terrorismo internacional. Sin embargo, ese ejército, al que se conoce como la Fuerza Africana de Reserva (FAR), aún no está listo para entrar en combate o para participar en una misión de paz. La falta de recursos, la descoordinación y rivalidad entre las distintas potencias regionales y la propia gravedad de las crisis internas alimentan este fracaso.

De todo ello se ha hablado en el Foro sobre Paz y Seguridad en África celebrado recientemente Dakar, donde se reunieron más de 400 expertos procedentes de 47 países del mundo; 30 de ellos, africanos. “Los retos de hoy sobrepasan los límites de cada Estado”, dice el comisario de Paz y Seguridad de la Unión Africana (UA), Smail Chergui. Pero las respuestas siguen sin llegar. “La Fuerza Africana de Reserva es una gran esperanza para África, pero flota el escepticismo en torno a ella”, cree el general burundés y exministro de Defensa Cyrille Ndayirukiye. “Falta un año para su puesta de largo oficial y aún no estamos en disposición de despliegue. Hemos pedido a los países que hagan aportaciones voluntarias, pero todos tienen sus propios problemas de seguridad. Falta coordinación, no estamos preparados. Deberíamos empezar ya con los recursos que tenemos, no seguir esperando”, añade.

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Para el general Katumba Wamala, jefe del Estado Mayor del Ejército ugandés, muestra de esos problemas fue lo ocurrido en Malí y República Centroafricana, donde el Ejército francés intervino en 2013, ante la incapacidad manifiesta de los Ejércitos africanos de ofrecer una respuesta contundente ante la ofensiva de los rebeldes islamistas. “Eso no puede volver a ocurrir”, apuntó Wamala en el foro de Dakar. Y hay más ejemplos: la desconfianza a la hora de compartir información entre Nigeria y Camerún tampoco está ayudando a hacer frente a la creciente violencia del grupo terrorista Boko Haram, mientras que los radicales islamistas Al Shabab siguen sembrando el terror en Kenia desde sus bases en Somalia.

En vistas de que la FAR aún no está lista, la UA decidió en mayo de 2013 dar un paso al frente. Anunció la puesta en marcha de otra estructura militar con carácter transitorio, la Capacidad Africana de Respuesta Inmediata a las Crisis (CARIC). Sin embargo, Amandine Gnanguenon, investigadora del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS) en Senegal, sostiene que esa estructura “se enfrenta a los mismos obstáculos políticos y operativos” de la FAR. Es decir, nace lastrada por las rivalidades. Nigeria desconfía del nuevo rol de potencia militar regional que está ocupando Chad, y los países francófonos ven con temor el peso nigeriano en las estructuras militares de la zona.

Francia intervino en Malí y República Centroafricana ante la incapacidad local
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Mientras, el terrorismo sigue siendo el gran quebradero de cabeza. Frente a los conflictos entre Estados, o entre países y grupos rebeldes, por el control de los recursos y el acceso al poder que proliferaron en los años noventa del siglo pasado —como los de Liberia, Sierra Leona o la República Democrática del Congo—, el mapa de África aparece hoy salpicado de zonas grises y fuera del control estatal. Zonas en las que operan grupos terroristas con conexiones internacionales y entre sí, que se alimentan de la pobreza y la frustración de los jóvenes y que están casi siempre implicados en el tráfico de drogas, armas y en la trata de personas como forma de financiación.

Tres de estas zonas grises son una amenaza mayor: el Sahel (tradicional feudo de Al Qaeda en el Magreb Islámico y hoy de una miríada de grupos satélites), el norte de Nigeria y Camerún (donde campa Boko Haram) y Somalia (base de Al Shabab). Sin embargo, a estas tres zonas debe unirse la emergencia en los últimos dos años de un cuarto foco en el caótico sur de Libia como santuario yihadista y factor de desestabilización. Una situación creada tras la caída de Gadafi a consecuencia de los bombardeos de la OTAN. “Un trabajo inacabado”, le espetó el presidente senegalés Macky Sall al ministro de Defensa francés, Jean Yves Le Drian, en el foro.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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