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Columna
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Turbulento 2015

Los ciudadanos de las grandes democracias se sentirán abandonados por sus dirigentes

Francisco G. Basterra

El año 2015 será turbulento, según el consenso de los analistas mundiales. Un mundo desordenado, de confusión y perturbaciones, sin un orden internacional equilibrado. Un total de 35 conflictos de diverso tipo e intensidad están catalogados a día de hoy, desde el ébola, todavía vivo pero contenido en una zona de África, a la amenaza del Estado Islámico. Muchos desbordan del 2014. Continuará mandando la economía, pero la respuesta que no llega deberá ser política.

La intersección de la economía con la política es muy clara en la caída del precio del petróleo, acontecimiento capital de 2014, y producirá consecuencias opuestas este año desde EE UU o China, ganadores, hasta Rusia, Nigeria, o Venezuela, perdedores. El oro negro como calamidad o regalo para consumidores y países importadores. El aldabonazo del fin de ejercicio lo ha dado Grecia rebobinando la crisis europea mal enterrada.

Regresa la incertidumbre. Puede ser 2015 el año en el que tengamos que confrontar de nuevo el exceso de deuda, refinanciándola. Con consecuencias políticas en países relevantes que afectarán también al conjunto del proyecto europeo. La probabilidad de que llegue al poder en un país de la UE un partido radical, que enmiende la salida unidireccional de la crisis a través de la austeridad y la depresión social, no es ya una utopía. Atentos al 25 de enero, al resultado electoral de Syriza, el Podemos griego.

La predicción más segura sobre 2015 la realiza John Micklethwait, editor de The Economist: los ciudadanos de las grandes democracias se sentirán abandonados por sus dirigentes. La decepción y la desafección hacia las élites gobernantes es especialmente visible en Europa, estancada económicamente, con un paro inaceptable. Si la UE continúa decepcionando a su población, los partidos populistas, euroescépticos, antiinmigración, con soluciones simples para problemas complejos, ganarán espacio.

El Frente Nacional bonapartista en Francia, país clave de bóveda de la idea europea, amenaza con reventar la alternancia bipartidista clásica. Los socialistas se reinventan sin éxito hacia el liberalismo y Sarkozy sueña con volver al Elíseo. Y la casa sin barrer. También en Alemania, símbolo de la estabilidad, surgen nuevas voces políticas y la protesta callejera de “patriotas europeos contra la islamización de Occidente”.

Las elecciones generales en Reino Unido, el 7 de mayo, mostrarán el grado de resistencia de Europa. El partido antieuropeo UKIP y su capacidad de morder en el electorado tory potencia la deriva de Reino Unido respecto a la UE y hace menos impensable el Brexit. ¿Las turbulencias previstas serán capaces de quebrar el modelo de alternancia de los partidos centrales clásicos del siglo XX? Los electorados de Grecia, Portugal, Reino Unido, Polonia, Dinamarca y España, decidirán hasta donde llega la ola antisistema.

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El nacionalismo no es una patología únicamente europea. Jugará un papel relevante en una Rusia inestable, ya en recesión, cuyo aislamiento internacional es un mal negocio para todos. Y en las grandes potencias asiáticas, Japón y China. Estados Unidos, la presidencia de Obama está tocada pero no hundida, seguirá jugando muy a su pesar su papel de potencia dominante. El manejo por Washington de su relación con China y la capacidad de reiniciar la comunicación perdida con Rusia marcarán el nivel mundial de turbulencia.

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