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El hombre que sostiene a De Blasio

El jefe de policía William Bratton es el artífice de los mejores datos de criminalidad en la historia de Nueva York y el aliado del alcalde en la guerra con los sindicatos policiales

Bill Bratton, jefe de policía de Nueva York, en primer plano.
Bill Bratton, jefe de policía de Nueva York, en primer plano.SPENCER PLATT (AFP)

Para comprender la figura de William J. Bratton conviene recordar un par de detalles. El primer ministro británico David Cameron recurrió a este bostoniano de 67 años en 2011 para el puesto de jefe de policía de Londres después de sus espectaculares éxitos en el cargo en su ciudad natal, Nueva York y Los Ángeles. No fue posible el fichaje porque el elegido debía ser un británico con conocimientos de las leyes del país, pero Bratton se convirtió en asesor del Gobierno de las islas. Eso fue antes de que el alcalde de Nueva York, el demócrata Bill de Blasio, le reclamara en diciembre de 2013 como jefe de policía de la ciudad por segunda vez en su carrera (desempeñó la misma función con el conservador Rudolph Giuliani entre 1994 y 1996).

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Cuando accedió a ocupar el cargo en la metrópoli más complicada de EE UU prometió mantener un perfil bajo. Sus palabras hacían referencia a sus desavenencias con Giuliani, que le obligaron a dejar el puesto en 1996. La causa fue un choque de egos a la hora de rentabilizar la reducción de la criminalidad. Una portada de Time ese año con la foto de Bratton como el artífice de aquel éxito fue demasiado para el alcalde. Esta vez el veterano policía no quería tanto protagonismo, pero no lo ha conseguido. Por muchas razones. La principal es que Bratton es el único que puede salvar a De Blasio en la guerra sin cuartel que le han declarado los sindicatos de policía de la ciudad.

La espectacular reducción de la criminalidad en Nueva York en 2014 tiene el sello del jefe de policía más famoso de Estados Unidos. Bratton aúna dos virtudes a veces opuestas: es un policía de vieja escuela e indiscutible ascendencia sobre sus subordinados que, sin embargo, apuesta sin dudarlo por la innovación y las tecnologías en la lucha contra el crimen. Tanto en Boston como en Los Ángeles y en Nueva York ha dejado un rastro de efectividad y modernización. Obsesionado por construir ciudades más seguras y ferviente defensor de la teoría social de las ventanas rotas (la lucha contra el pequeño delito y las conductas asociales son el paso necesario para atacar la criminalidad mayor), Bratton defiende la necesidad de armonizar la convivencia entre los agentes y los ciudadanos como herramienta fundamental en un país en el que muchos de los conflictos sociales tienen su base en el maltrato a las minorías.

Bratton no es un blando. En Los Ángeles, entre 2002 y 2009, aplicó con mano dura la política de detener y registrar (stop and frisk), tan lesiva para negros e hispanos. Fueron años duros en los que trató de cerrar las heridas abiertas en la década anterior por los sangrientos disturbios provocados por la paliza de la policía al afroamericano Rodney King. Sin embargo, en Nueva York, en esta segunda etapa, ha sido capaz de defender la agenda igualitaria y conciliadora de De Blasio por considerarla necesaria en la ciudad más diversa y segregada, racialmente hablando, de Estados Unidos.

William Bratton, en la portada de 'Time' en enero de 1996.
William Bratton, en la portada de 'Time' en enero de 1996.
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La policía de Nueva York hizo 4,4 millones de detenciones en la calle y cacheado a 2,3 millones de personas entre 2004 y 2012. Solo en 2011 hubo 700.000 arrestos en virtud del stop and frisk. “Tenemos una situación lamentable, pero puede ser corregida”, dijo Bratton el día de su nombramiento. “La policía y la comunidad deben estar mucho más cerca, debe haber un vínculo de legitimidad y confianza entre ambos”, añadió. Este lunes, según los datos hechos públicos por el propio Bratton, el número de detenciones se ha reducido a unas 40.000 en 2014. Pese a que los titulares siguen acaparados por los funerales de los policías muertos y los actos de protesta de los agentes contra De Blasio, como una huelga encubierta de brazos caídos, es evidente que algo ha cambiado en las calles de Nueva York.

Bratton fijó tres objetivos cuando volvió de la mano de De Blasio: reducir la criminalidad, bajar las cifras de muertos por accidentes de tráfico y construir lazos de respeto y confianza mutua entre los agentes y los neoyorquinos. Ahora tiene otra misión: hacer de pacificador entre el alcalde y los sindicatos.

En Los Ángeles, entre 2002 y 2009, aplicó con mano dura la política de detener y registrar (stop and frisk), tan lesiva para negros e hispano

El jefe de policía ha sido muy claro al descalificar las acusaciones de los sindicatos contra De Blasio tras el asesinato en Brooklyn de dos agentes (“las manos del alcalde están manchadas de sangre”, dijeron las centrales) y ha criticado los gestos de protesta de los agentes durante los funerales celebrados en las dos últimas semanas, el último el pasado domingo. Este lunes, durante la conferencia de prensa para ofrecer las estadísticas de criminalidad de 2014, el jefe de policía reiteró su decepción y malestar con todos los agentes que no siguieron su recomendación de evitar actos de repulsa al alcalde durante los homenajes a los policías fallecidos.

“Él es el alcalde de Nueva York", dijo Bratton en la televisión tras el funeral del oficial Ramos, donde cientos de agentes dieron la espalda al alcalde. “Estaba allí en representación de los ciudadanos de Nueva York para expresar su remordimiento y su pesar por la muerte. Fue muy inapropiado”.

Bratton es la tabla de salvación de De Blasio en su conflicto con el cuerpo. Mantienen buenas relaciones, hablan a diario y el alcalde le reclama a su lado siempre para cualquier intervención pública relativa a seguridad. De Blasio es consciente de que su jefe de policía es respetado entre los oficiales y que sin su concurso no podría aplicar ninguna de sus reformas. Sin él de su lado, difícilmente habría resistido De Blasio sin despeñarse del cargo unos desplantes sin precedentes por parte del mayor cuerpo policial de Estados Unidos.

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