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Columna
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Europa en 2015

La espantada de Reino Unido de la Unión sería una catástrofe

El año 2015 viene cargado de Europa; un año profusamente electoral del que la instancia más inmediata son las legislativas griegas del día 25, pero a las que hay que sumar Reino Unido, España, Polonia, Dinamarca, Finlandia, Portugal y Estonia. Las dos primeras, Atenas y Londres, se perfilan como decisivas, con copiosos rebotes, entre sí, y notablemente con España, donde habrá municipales y autonómicas en mayo, o antes en Cataluña, y probablemente nacionales hacia fin de año.

El ascenso del neoliberalismo, a raíz de la defunción de la Unión Soviética, y otros avatares contemporáneos han sumido a Europa en la más grave crisis económica desde la Segunda Guerra Mundial, lo que, unido al crecimiento de la inmigración del llamado Tercer Mundo, acompañado por el descrédito de la política tradicional, ha generado la aparición de nuevos partidos, a los que para comodidad y menosprecio se califica de populistas, pero que seguramente haríamos mejor en llamar insurreccionales, porque se sublevan contra lo que en España su representante, Podemos, llama “la casta”. Pero una peculiaridad de esa floración es que pertenecen tanto a la derecha profunda como a la izquierda más o menos radical. La primera está directamente en contra de la idea de una Europa unida, como es el caso de Pegida en Alemania, el Frente Nacional francés —bien que con una historia mucho más longeva— y el UKIP británico, que consideran a la UE un coladero para la inmigración; y la segunda interpone serios interrogantes a cómo se está construyendo esa Europa, como Syriza, en Grecia, que puede ser el partido más votado el día 25, y Podemos en España, que proclama una estrecha familiaridad mediterránea con el partido de Alexis Tsipras.

Pero las elecciones griegas son, aunque de manera involuntaria, parte de una amenaza al proyecto europeo de mucha mayor envergadura, porque su resultado podría confortar no ya a Podemos en España, que no está en contra de la existencia de la UE, sino más gravemente al partido xenófobo británico. El 7 de mayo deberá haber elecciones legislativas en el Reino Unido, y, si ganan los conservadores, el premier David Cameron se ha comprometido a renegociar los términos de la adhesión, para convocar un referéndum sobre la permanencia de Londres en la organización europea. El crecimiento de la nueva izquierda europea, a la que cabría añadir Die Linke, en Alemania, al margen del efecto llamada que pueda ejercer sobre pequeñas formaciones de extrema derecha, no es, sin embargo, de la misma entidad. Syriza aspira a resolver el problema de la continuidad de Grecia en el euro, y es la amenaza-presión-chantaje de la canciller alemana Angela Merkel, cuando asegura que aceptaría imperturbable la salida de Atenas de la moneda única, la que pone las cosas al rojo vivo.

A la salida de Grecia del euro sobrevivirían tanto la moneda como la UE. Pero la espantada de Londres sí que sería una catástrofe; y apenas menor si Cameron consigue las exenciones que persigue en una eventual renegociación, lo que convertiría a su país en un llanero solitario que permanece en Europa solo porque es un mercado. La historia no desaparece y la antigua Gran Bretaña no ha querido nunca la unión del continente.

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