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Abriendo Trocha
Columna
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¿La CELAC matará a la OEA?

Hoy los países latinoamericanos y del Caribe son más autónomos que nunca, lo que incide en el surgimiento de nuevos espacios

La cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) que culminó este jueves en Costa Rica, contó con la participación de prácticamente todos los jefes de Estado de la región. Lo que más trascendió fue el llamado de Raúl Castro a la finalización del embargo estadounidense. Hay, sin embargo, más.

Algunos auguran que este nuevo organismo, que agrupa a todos los países de América salvó EE UU y Canadá, estaría camino de reemplazar a la vieja OEA (Organización de los Estados Americanos) como el principal foro político del continente. Más aún, algunos ven en la CELAC una oportunidad de constituir un bloque para hacer contrapeso a la hegemonía de EE UU en Latinoamérica.

Creo que ambas percepciones son simplistas y no dan cuenta de un análisis serio de la situación política del continente. Hay tres aspectos que, a mi juicio, saltan a la vista.

El primero es que al modificarse de forma acelerada y sustancial las relaciones entre los países de América, eso ha repercutido en la variedad de sus expresiones multilaterales. La contundente hegemonía de EE UU en décadas anteriores ha sido sustituida por un acelerado proceso de autonomización. Eso ha cambiado sustancialmente las cosas, tanto en lo económico como en lo político. Hoy los países latinoamericanos y del Caribe son más autónomos que nunca, lo que incide en el enriquecimiento de la agenda de lo ya existente (como OEA) y en el surgimiento de otros espacios.

La relación comercial y de inversión con EE UU, así como su peso político, hace 20 años marcaba el ritmo. Hoy todo se ha diversificado en diferentes planos. Para varios países, China es tanto el principal socio comercial como el referente creciente en el ámbito de la inversión. La cumbre política China-CELAC de enero era impensable hace dos décadas; la que se llevará a cabo este mismo año con la UE es expresión de eso.

Un segundo asunto es que esta nueva realidad se manifiesta en la amplia gama de multilateralismos del presente, que ocupa espacios distintos a los más restringidos de cuando se constituyó la OEA, hace más de seis décadas. La propia realidad fue generando algunas necesidades de respuesta específicas a retos concretos como el Grupo de Contadora (y el Grupo de Río), hace 20 años, que fue el esbozo de la variada dinámica que vendría luego y en la cual estamos.

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Con la creciente autonomización en el siglo XXI resulta lógica la explosión de multilateralismos subregionales (UNASUR, MERCOSUR, CAN, CARICOM) que han llegado para quedarse y que no necesariamente sustituyen o reemplazan a lo existente. Los nostálgicos de un pasado que ya se fue tienen que ceder paso, en este contexto, a las aproximaciones frescas que apuntan al aggiornamiento de cada entidad multilateral, focalizándose en lo que cada una de ellas pueda priorizar para hacer mejor. En ese terreno, la OEA tiene su propio espacio como foro de interacción política, tanto por su agenda como por su composición.

Lo tercero es que son equivocadas las aproximaciones simplistas que reducen las relaciones interamericanas a la contradicción entre supuestos “bloques” o a la supuesta agenda del país hegemónico. Los “bloques” son en realidad muy borrosos y fluidos hasta en aspectos tan sustanciales como las políticas económicas o las relaciones con sus países vecinos. Junto al tradicional país hegemónico —que ostensiblemente tiene su atención y prioridades en otras zonas del mundo—, hay en la región otros actores que ocupan espacios relevantes.

En este contexto, es una sana expresión de vitalidad interamericana que exista la CELAC, que no está para sustituir ni reemplazar a entidades ya existentes ni para servir de arma de un “bloque” contra otro. Hay que verla, más bien, como una expresión de vitalidad de la región que llama a una coordinación en la que, sin recortar las atribuciones de cada cual, se permita que, para el bien de los pueblos de América, se construya cada agenda priorizando en cada organización lo que pueda hacer mejor y con más impacto.

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