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Los que velan por nuestra seguridad

Alejados del centro de atención mediática, estos ciudadanos anónimos cumplen una labor fundamental: hacer de nuestro mundo un lugar un poco más tranquilo

“Mi credo es la previsión”

Guillaume Poupard, de 43 años, es el señor de la seguridad informática del Estado francés: ocupa desde hace menos de un año la jefatura de la ANSSI, la Agencia Nacional de Seguridad de los Sistemas de Información. Creada en 2009, la agencia es descendiente lejana de una institución con nombre poético, la Dirección Técnica de Cifrado, creada en 1943 por el Comité francés de liberación nacional. En resumen, la ANSSI es el organismo que dirige la protección del Estado, las administraciones y ciertos "operadores de importancia vital", una serie de grandes infraestructuras que figuran en una lista secreta. En ella trabajan 400 personas, ingenieros informáticos, formadores y encuestadores que visitan los ministerios y las empresas estratégicas para impartir cursos sobre la seguridad de los teléfonos móviles o investigar cuando se sospecha un intento de intrusión.

Hacerse cargo de una agencia así era una decisión lógica para Guillaume Poupard, que es un apasionado de las "matemáticas aplicadas a problemas concretos" y conoce bien el tema; autor de una tesis sobre criptografía dirigida por Jacques Stern, el padre de la criptografía francesa moderna, este ingeniero militar, diplomado de la Escuela Politécnica, pasó antes por la dirección general de armamento.

Guillaume Poupard.
Guillaume Poupard.anssi

Su credo es la previsión. "En caso de crisis importante, es necesario tener un plan; eso es lo que permite reaccionar con rapidez y limitar las consecuencias", dice. Su predecesor conoció unas cuantas "crisis importantes": por ejemplo, en 2011, cuando, en pleno fin de semana, la ANSSI tuvo que intervenir en Bercy para asegurar con urgencia el Ministerio de Economía y Finanzas, después de que unos piratas decididos y muy organizados lograsen infiltrarse con toda discreción en el sistema informático del ministerio. Todavía hoy se ignora cuál fue el origen de la invasión, aunque numerosos elementos apuntan hacia Pekín.

Para Guillaume Poupard, promotor de la "higiene informática", la seguridad es asunto de todos, desde la cima del Estado hasta el más humilde ciudadano, desde el consejero delegado hasta el empleado: "Si un ministro o un consejero delegado no aplica las normas elementales de seguridad, el peligro lo corre todo el ministerio o toda la empresa". Por eso no cree en un mismo enfoque para todos: "No se puede aconsejar de la misma forma a una empresa del CAC40 [índice bursátil francés] que a una pyme".

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Por el contrario, está convencido de que las buenas prácticas pueden extenderse de unos lugares a otros: "Las herramientas que instalamos en los principales operadores no van a estar reservadas a ellos: nuestra esperanza es que se contagien". Una metáfora curiosa en boca de un hombre al que le gusta comparar los métodos de protección contra la piratería informática con el hecho de lavarse las manos para evitar tener la gripe: "No tiene por qué ser complicado, pero hay que hacerlo".

El contagio de las buenas prácticas también se produce a nivel europeo. En asuntos de seguridad, es imposible no trabajar en colaboración con los vecinos, incluso cuando también esos aliados son sospechosos de espionaje como ocurrió con el GCHQ [Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno] británico, cuyas actividades de vigilancia reveló Edward Snowden. En ciberseguridad, "se tienen aliados, pero no forzosamente amigos", explica Poupard, que dice "asumir a la perfección" el hecho de que, en temas de seguridad nacional, no todo puede darse a conocer, ni siquiera entre países aliados.

Desde el punto de vista político, defiende la ley de programación militar de 2014 —muy criticada por los partidarios de la libertad digital—, que, en su opinión, permite que Francia sea el primer país que construye una "defensa colectiva" por ley. El próximo paso será el desarrollo de la industria de la seguridad informática en Francia y Europa. Para ello, a Poupard le parece que sería conveniente un eje francoalemán. "Somos demasiado pequeños para constituir un mercado interesante. Pero con un socio similar, como Alemania, es algo completamente posible".

Damien Leloup, Le Monde.

Traducción: María Luisa Rodríguez Tapia.

“Conducir es más peligroso”

Jürgen Vanselow, de 56 años, es el jefe de la comisaría de la policía federal de la estación central de Múnich. Se calcula que por dicha estación pasan cada día unas 350.000 personas, que en la época del Oktoberfest pueden ser fácilmente medio millón. Es normal que, después de ataques terroristas como el de París, las grandes estaciones se consideren lugares peligrosos, "pero aquí me siento absolutamente seguro. Después de todo, es imposible impedir totalmente el paso a una estación y detener su actividad", afirma el policía.

Jürgen Vanselow, jefe de policía de la estación central de Múnich.
Jürgen Vanselow, jefe de policía de la estación central de Múnich.robert haas

La comisaría, con sus 300 empleados, está situada en la misma estación. "Después de París, ha habido algunos cambios en el concepto de intervención". Vanselow explica que desde el año pasado pasa por esta estación una media de 850 refugiados al mes y, desde hace tres semanas, mensualmente hay manifestaciones de Pegida y otros movimientos similares. A esto hay que añadir que ahora volverá a empezar la temporada de fútbol. "Durante los próximos meses estaremos muy ocupados con los borrachos, con las gamberradas de los aficionados y separando a los grupos rivales", dice.

Vanselow, en su cargo desde 2008, dice que hasta ahora nunca se han topado con una bomba, pero recuerda especialmente cuando tuvieron que cerrar parcialmente la estación después de los vídeos con amenazas y las alertas terroristas procedentes de Berlín en 2010. "Entonces patrullamos con ametralladoras. Naturalmente, eso nos afectó. Pero en este momento no hay ninguna amenaza de ese tipo. La Conferencia de Seguridad [que cada año se celebra en la ciudad alemana] ya nos es familiar. Y siempre digo lo mismo: conducir es más peligroso".

Susi Wimmer, Süddeutsche Zeitung.

Traducción: News Clips.

“Morir por la yihad es estúpido”

Laarbi Mateeis, de 51 años, casado y padre de tres hijas, combate a la yihad con la palabra, aunque en ocasiones sea difícil hacerlo en determinados ambientes si el que habla es, además, el dirigente del movimiento Tabligt Jammaat (Congregación para la Propagación del islam) en Ceuta (85.000 habitantes), una corriente rigorista del islam que predica la paz, pero a la que los servicios secretos observan con desconfianza. El CNI la califica de secta.

Laarbi Mateeis (con gafas), durante un rezo en el Ramadán en Ceuta.
Laarbi Mateeis (con gafas), durante un rezo en el Ramadán en Ceuta.fidel raso

"Me abuchearon en un cafetín de El Príncipe porque les lancé mensajes de paz y contra la yihad. Era un momento muy caliente. Si esta gente acaba de ver en la televisión una masacre en Palestina es difícil convencerles, pero di la cara y seguiré dándola. El musulmán que hace la yihad y no es asesorado por los sabios se convierte en un criminal sin saberlo", asegura el principal dirigente español del Tabligt.

Los falsos ulemas, las televisiones árabes y las redes sociales son para este funcionario los que empujan a estos jóvenes hacia una muerte segura. "Ir a un país lejano a morir por la yihad es una estupidez. Con tres telediarios seguidos de los canales árabes ya tienes una semilla de fanatización. Si solo ves tiros y bombas el corazón se llena de rabia. Hoy todos tienen la guerra en su dormitorio y se fanatizan rápido. Llevo años denunciando el peligro de las redes sociales", critica.

Mateeis afirma que sus mensajes calan en algunos jóvenes. Y lo explica así: "Hemos logrado que alguno no viaje a Siria. Les digo que la yihad se hace sin salir de casa ayudando a sus padres y familias. Que ese es el verdadero sacrificio y lo demás una gran mentira. El Estado Islámico y Al Qaeda están utilizando el islam".

Los tabligt son mayoritarios entre los musulmanes ceutíes y dirigen 32 mezquitas. "Sé que no voy a encontrar alfombras rojas ni flores rosas. Algunos no aceptan mis mensajes", dice su líder resignado.

José María Irujo, El País.

“Algunos reclutados son víctimas”

Sulaimaan Samuel es mentor de Channel, el programa de lucha contra el extremismo del Ministerio del Interior británico. Trabaja con jóvenes en la región de West Midlands a los que se considera en peligro de radicalización.

Sulaimaan Samuel.
Sulaimaan Samuel.the guardian

"Primero me reúno con su trabajador social para discutir cada caso, y luego me entrevisto con ellos. Normalmente nos vemos una vez a la semana, a veces más. Las reuniones pueden durar hasta dos horas", dice Samuel. "Podemos vernos en cualquier sitio. No hace falta que sea un encuentro formal. En el caso de algunos de esos jóvenes, me doy cuenta de que quizá el entorno al que están acostumbrados no facilita el tipo de actitud que quiero provocar en ellos".

Samuel pasea con estos jóvenes por los parques para que puedan observar a las familias, al resto de la comunidad viviendo normalmente y comprendan que la vida es más amplia y extensa que su casa, su calle y su ordenador.

"No debemos verlos solo como posibles terroristas. Son jóvenes vulnerables que a menudo tienen una vida muy aislada y proceden de entornos difíciles", añade Samuel. Según él, antes la gente pensaba que los extremistas no eran más que delincuentes: "Básicamente, se trataba de que la policía cazara a los malos". Y sostiene que, a pesar de las redes interesadas en reclutar a combatientes, hay que tener en cuenta a las víctimas, ciudadanos normales que se ven atrapados en el despliegue publicitario en la Red y se dejan convencer por sus argumentos: "Son personas a las que seduce un mensaje que es muy fuerte y apasionado, un mensaje que parece surgir de la preocupación. Y esas personas solo oyen que todo el mundo está contra ellos y que tienen que permanecer unidos".

Peter Walker, The Guardian.

Traducción: María Luisa Rodríguez Tapia.

Un “magnífico ejemplo” de lo que Italia puede ofrecer

Serena Petricciuolo tiene 30 años. Es teniente de navío de la Marina militar italiana y médico. "Me considero afortunada: la medicina y la marina eran mis dos sueños, y he alcanzado todos mis objetivos".

La teniente de navío italiana Serena Patricciuolo.
La teniente de navío italiana Serena Patricciuolo.

Petricciuolo habla de las últimas fiestas navideñas como "las más bellas" de su vida: "La noche de Navidad la pasé en alta mar, en la enfermería, donde ayudé a dar a luz a una mujer nigeriana a la que acabábamos de rescatar en una patera. El día 27 por la mañana, en la cubierta del buque Etna, en el que ejerzo como médico de a bordo, fui madrina de bautismo del pequeño Testimony Salvatore. Y la noche del 31 estaba en la enfermería cuando oí al presidente de la República que, en su discurso a los italianos, mencionaba mi nombre, de forma inesperada, como uno de los ‘magníficos ejemplos’ que Italia puede ofrecer al mundo. Se me hizo un nudo en la garganta".

La teniente italiana pasa largos periodos en el mar. En noviembre de 2013 recorrió África con el buque Etna y, según dice, fue una experiencia extraordinaria: "Tocamos infinidad de puertos y, cada día, recibíamos a bordo a un centenar de niños en busca de cura. Después participé en la misión Mare Nostrum y, como médico de a bordo, atendí a cientos de refugiados cada día. Fueron días abrumadores desde el punto de vista humano y profesional."

Pero Petricciuolo dice que no hay nada comparable a lo que vivió en diciembre. En el Canal de Sicilia atendieron a casi 1.500 inmigrantes, que presentaban las condiciones más diversas. Mujeres embarazadas que estaban abrasadas por su estancia en la patera, niños tiritando de frío, hombres con fracturas compuestas, enfermos con patologías respiratorias e infecciones de todo tipo. "Cuando llevábamos 15 días de navegación atendí el primer parto. La parturienta era una mujer muy joven, creo que siria, aterrorizada, que iba a tener su primer hijo. No hablaba una palabra de italiano ni inglés. Pedía ayuda con los ojos, y el parto no fue fácil". La médico afirma que, en comparación, el segundo parto que atendió, el que me granjeó el honor de que ser mencionada por el jefe del Estado, fue un paseo: fue el de la mujer nigeriana de unos 30 años que encontraron en una barcaza a la deriva. Había salido de Nigeria hacía varios meses con su marido, pero él desapareció por el camino. Quizá había fallecido pero ella no sabía nada. Llevaba agarrado a su hijo de año y medio, "un auténtico diablillo". Serena Petricciuolo cuenta que la mujer estaba muy angustiada. "Cuando comprendió que se encontraba a salvo, en una nave militar italiana, y que yo era médico, me sonrió y se puso por completo en mis manos. Una hora después tenía en mis brazos al recién nacido y la madre volvía a llenar de cariño a su otro hijo. Fue una Navidad con todos sus símbolos".

Francesco Grignetti, La Stampa.

Traducción: María Luisa Rodríguez Tapia.

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