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Tribuna
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Una trampa maquiavélica

Los líderes regionales del Partido del Movimiento Democrático Brasileño consiguen elegir grandes cantidades de legisladores

Si existe una regla seguida en la política brasileña, desde el retorno de la democracia en los años ochenta, es la siguiente: no importa quién sea electo, el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño) es el que gobierna. Básicamente, los líderes regionales de la agremiación consiguen elegir grandes cantidades de legisladores, fundamentales para la aprobación (o rechazo) de cualquier proyecto del Poder Ejecutivo.

Dicha situación parece todavía acentuarse más en este segundo mandato de Dilma Rousseff. El papel crucial del partido puede ser fácilmente cuantificado. De acuerdo con los cálculos del politólogo Josep Colomer, los partidos a la izquierda del espectro político en relación al PMDB recibieron un 47% de los votos (239 bancas), mientras que las agremiaciones de centro y de derecha se hicieron con el 42% de los sufragios (210 bancas). No obstante, el PMDB, a pesar de haber obtenido tan solo el 11% de los votos para la Cámara de Diputados (el equivalente a 64 bancas) ocupa una posición central y decisiva en el congreso.

De esta manera, el PMDB siempre captura el voto que le permite inclinarse para cualquiera de los dos lados constituyéndose en el fiel de la balanza. La diferencia ahora es que, en la Cámara de Diputados, el partido está bajo la tutela de un político con una inteligencia y habilidades poco comunes en el ámbito parlamentario brasileño. Además de poseer una completa ausencia de afecto en relación a la administración Rousseff, resultado de una relación conflictiva en los últimos años, existe asimismo una total desconfianza entre ellos. En diversos momentos esta situación se acercó a lo que podría considerarse, lisa y llanamente, odio.

Se trata de Eduardo Cunha, diputado federal electo por el Estado de Río de Janeiro. El gobierno de Rousseff escogió a Cunha como enemigo desde los albores de su primer mandato, allá en el año 2011. En aquel momento, el objetivo era disminuir la influencia del legislador en la empresa de energía eléctrica estatal Furnas, en Río de Janeiro.

En este 2015 el gobierno decidió arriesgar todo al entrar en la disputa contra el parlamentario del PMDB por la presidencia de la Cámara de Diputados. El resultado fue que perdió, y por mucho, amén de dejar al PT (Partido de los Trabajadores) sin ningún cargo en el comando de la mesa directora de la casa. En pocas palabras, le entregó mucho poder a un enemigo íntimo.

La carrera de Cunha en Brasilia no se encuentra marcada por ningún proyecto de ley relevante sino por su capacidad de influir sobre la bancada del PMDB en la Cámara. El hoy poderoso diputado comenzó su aprendizaje sobre negociaciones a los 14 años de edad, como vendedor de seguros, pasando luego a estudiar economía.

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La política entró en su vida en 1989. En aquel año se convirtió en asesor de Daniel Tourinho, presidente del entonces pequeño PRN, partido político brasileño que acababa de lanzar la candidatura de Fernando Collor de Mello para la presidencia. Fue el hoy diputado quien ayudó a cambiar el rumbo de aquella importante elección. Faltaba poco más de un mes para el acto eleccionario cuando Silvio Santos, el presentador de televisión más popular de Brasil, resolvió también ser candidato presidencial. Tenía todo para ganar, pero apareció Eduardo Cunha, quien descubrió un error en el registro de la candidatura, dando por tierra con los planes políticos del mediático presentador.

Luego de ello fue recompensado con la presidencia de la antigua empresa telefónica estatal de Río de Janeiro. Una historia curiosa marca esa época. La voz en los mensajes que los usuarios oían de la compañía pertenecía a una bella periodista local con quien Cunha acabó contrayendo matrimonio.

Fue así que hizo su carrera. Obstinado por los detalles, es conocido por leer minuciosamente todos los documentos de su interés, así como mapear adversarios y aliados, para después diseñar escenarios y estrategias.

Se trata, por lo tanto, de un político maquiavélico, conforme la definición política del término. Ejemplo de ello es nunca haber sido conocido por sus creencias religiosas. Sin embargo, después de ayudar a un pastor evangélico con gran influencia en el electorado por su actuación en una radio popular de Río de Janeiro, pasó a frecuentar los cultos religiosos. Y a seguir obtuvo un espacio propio en la emisora. Su postura adepta al credo evangélico fue responsable por su votación para llegar a Brasilia.

El diputado trabaja básicamente alrededor de dos grupos de intereses: el de los empresarios y el de los evangélicos. Mientras el sector privado le hace generosas donaciones durante las campañas electorales, el voto evangélico le es cada vez más cautivo lo que le garantiza expresivas victorias en las elecciones.

Ha defendido posiciones del empresariado, por ejemplo, en recientes modificaciones de la legislación sobre el sector portuario y en la creación de la primera ley general sobre internet para el país. En otro frente, batalla fervorosamente contra cualquier avance legislativo que facilite el aborto o criminalice la homofobia.

Cunha siempre lleva consigo un aparato Blackberry, pues el mismo utiliza una tecnología mucho más compleja que otros lo que evita mejor ser intervenido, sea por investigaciones oficiales como por enemigos secretos. Sus mensajes al PT son siempre directos, preferencialmente por medio de su cuenta en Twitter. Para descansar y relajarse, su gusto se inclina por beber vinos carísimos.

Al llegar a la presidencia de la Cámara de Diputados, muestra de forma inequívoca su poder sobre la bancada del PMDB y asimismo sobre parlamentarios de otras agremiaciones. Si su partido es el eje fundamental del juego de ajedrez en el congreso brasileño, Cunha es quien controla las piezas. Es él quien puede guiar una decisión hacia un lado u otro. En primer lugar porque, formalmente, controla las reglas de la Cámara de Diputados. Y en segundo término, porque contrala, informalmente, la decisión de muchos legisladores. Es decir, es el árbitro y capitán del equipo simultáneamente.

Su victoria es una noticia desastrosa para una presidente que inició su segundo mandato como la más debilitada desde el retorno de la democracia. En una máxima, Maquiavelo aconsejaba al Príncipe a mantener a los amigos cerca, y a los enemigos más próximos aún.

Dilma hizo exactamente lo opuesto. En campaña contra Cunha desde 2011, mantuvo a su mayor enemigo ni muy cerca ni muy distante, la peor de las opciones desde la visión maquiavélica. Ahora es él quien comanda los diputados y el tercero en la línea de sucesión presidencial, atrás apenas del vicepresidente - el también peemedebista Michel Temer. Salir de esta trampa no le será nada fácil a la presidente.

Fernando Mello es estudiante de maestría en la Universidad Georgetown. Ganador do los premios de Reportaje en Profundidad de la Sociedad Interamericana de Prensa y de Periodismo Investigativo Latinoamericano, es fundador del sitio Brio.

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