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Tribuna
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Lo que Brasil puede aprender de Italia en el caso Petrobras

El posible resultado político de los males que podrá acarrear a Brasil la apertura de la fatal caja de Pandora es aún una incógnita

Juan Arias

Brasil está pendiente de saber los nombres de los políticos y partidos que esconde la caja de Pandora del Petrolão. En la mitología griega esa caja, que era en verdad un ánfora de barro, conservaba "los males que aquejaban a la humanidad".

Pandora era la mujer que Zeus había creado "para introducir los males en la vida de los hombres". Como la antecesora de Eva, Pandora era la que acarreaba todos los problemas al mundo.

Hoy la sociedad moderna ha redimido a la mujer del estigma de ser la gran tentadora y la fuente de todas las desgracias. La política es un sustantivo femenino y su finalidad es la de crear bienestar y felicidad a los ciudadanos.

De femenino, sin embargo la política actual tiene solo el nombre, ya que sigue siendo profundamente masculina y machista. ¿Quizás por ello también más corrupta?

El posible resultado político de los males que podrá acarrear a Brasil la apertura de la fatal caja de Pandora es aún una incógnita. Hay quien habla ya de resbalones en el abismo y quienes prefieren ver en esa acción de coraje de jueces, fiscales y policía un atisbo de resurrección de un nuevo modelo de política, un modelo que rompa con los viejos esquemas ya gastados del pasado para dar vida a un nuevo curso histórico.

Después de la limpieza que avergonzaba a los italianos no surgió una Italia mejor. Llegó Silvio Berlusconi
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En este momento es, sin embargo, imprescindible volver los ojos a la Italia de 1992, donde tuvo lugar la apertura de la caja de Pandora más parecida a la brasileña. Fue cuando, tras un periodo de decadencia de la política tradicional, el fiscal Antonio Di Pietro lanzó la operación Mani Pulite o Tangentopoli, en la que la flor y nata de los políticos de los partidos más importantes acabaron en la cárcel junto con decenas de grandes empresarios cómplices de haberse enriquecido ilegalmente, ellos y sus partidos.

El juez Moro, protagonista de la Tangentopoli brasileña de Lava Jato, había recordado ya hace diez años que Brasil estaba caminando hacia algo parecido a lo vivido entonces en Italia.

Y también aquí es posible que juntos, políticos y empresarios, acaben condenados y que los grandes partidos que hasta ahora han gobernado a Brasil puedan acabar duramente castigados en las urnas, como los fueron en Italia, donde Tangentopoli abrió camino para nuevas formaciones nacidas de la nada.

La pregunta que se hace indispensable en este momento en Brasil es si después de aquella justa limpieza de la inmoralidad política que avergonzaba a los italianos y que llevó a huir de la justicia al famoso líder del Partido Socialista, Bettino Craxi (que murió fugitivo en el extranjero) surgió una Italia mejor, más limpia y más ética.

Por desgracia, no. Ante el terremoto de la crisis de los partidos clásicos, castigados en las urnas hasta casi desaparecer, llegó como redentor de la política el empresario del grito, abogado y magnate de tres cadenas de televisión privadas, Silvio Berlusconi, apoyado por las fuerzas de la mafia siciliana.

Brasil está a tiempo, después de la crisis que penalizará a todos los partidos del Gobierno y de la oposición, de evitar que se repita el desencanto de Italia

Aquel terremoto hizo posible también la llegada al poder del expartido comunista (PCI) de Enrico Berlinguer, el mayor entonces de Europa. Hijo político de Berlinguer, Máximo D'Alema llegó a formar Gobierno. Sirvió de poco. También muchos de los herederos del austero PCI, una vez en el poder, fueron tentados por el demonio del enriquecimiento fácil.

Tres años después, en 2001, los italianos, de nuevo desilusionados con los nuevos partidos, volvieron a llamar a Berlusconi por segunda vez. Y en 2007 de nuevo. El famoso y millonario empresario acabó desfigurando y mortificando a la política con sus conductas, que dieron lugar a decenas de procesos judiciales contra él. Italia, desde entonces, aún no ha levantado la cabeza y hoy es más pobre y está tanto o más desilusionada de los nuevos políticos que antes de Tangentopoli.

¿Qué pasará en Brasil una vez abierta la caja de Pandora? ¿Qué puede ocurrir en las urnas y en la calle? Difícil profetizarlo. Dicen que la historia no se repite, pero no harían mal los brasileños en estudiar lo que ocurrió en Italia.

Para evitar que se repita el desencanto de Italia solo hay un camino: hacer ya, sin esperar a que entren a la cárcel los acusados, una reforma de Estado

Brasil está aún a tiempo, después de la crisis que ineluctablemente penalizará a todos los partidos del Gobierno y de la oposición, de evitar que se repita el desencanto de Italia.

Para ello existe solo un camino: hacer ya, sin esperar ni que entren en la cárcel los políticos acusados, una reforma política. Mejor aún, una reforma de Estado, real, no camuflada ni en función de intereses partidarios, capaz de poner un freno a esa vieja política que se ha revelado al límite de su moralidad y credibilidad.

Una reforma, si fuera necesaria, de la misma Carta constitucional, llevada a cabo con honradez por los que aún se sienten responsables de una política con mayúscula, que evite que esa purificación de la actual política —llevada a cabo con admirable coraje e independencia por jueces, fiscales y policías— no acabe en algo peor de lo que Brasil necesite arrepentirse mañana.

Hasta de fuera de Brasil hay quien pronostica que el país se asoma al caos y la gente, como en la película de Almodóvar, está "al borde de un ataque de nervios".

Podría equivocarse quien piensa eso. Brasil podría desmentir a la Historia y conseguir con esta limpieza que ha manchado a toda la clase política, al revés de lo que ocurrió en Italia, resucitar con un nuevo modelo de política, el arte femenino. Que Brasil sea capaz de vaciar la vieja caja de Pandora de la mitología griega para llenarla de nuevas esperanzas. Que en ella puedan entrar después de la tragedia del Petrolão fuerzas nuevas, políticos mejor conectados con la voz de la calle, menos preocupados de enriquecerse que de hacer resucitar a este país de la crisis al que los arrastró la mitológica y trágica Pandora griega.

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