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Columna
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Contener a Putin

Habrá que recuperar la vieja y denostada coexistencia del siglo XX

Francisco G. Basterra

¿Qué hacer? La pregunta que se hizo Lenin se repite hoy en Washington, Berlín, Londres y Bruselas. Descartada la opción militar, cómo es posible detener la política intimidatoria de Putin en la frontera este de Europa. El mal cosido alto el fuego de Minsk concede al presidente ruso una posición dominante y desestabilizadora sobre Ucrania. Occidente ya ha sufrido una primera derrota estratégica al admitir que Kiev no puede decidir su destino. Ahora se trata de impedir que el desacuerdo con Moscú sobre la vecindad compartida dé paso a una confrontación directa con Rusia.

No hemos acudido en auxilio de los revolucionarios del Maidán, que en su día alentamos desde Bruselas y Washington. Misión imposible hoy, tanto como lo fue en 1956, en Budapest, o en la Praga de 1968. Debemos preguntarnos dónde moverá sus peones el gran ajedrecista y cinturón negro de yudo del Kremlin. ¿En Mariúpol, o seguirá hasta Odesa, abriendo un corredor con Crimea restaurando Novorossiya, la Nueva Rusia de los zares, el territorio del Mar Negro conquistado por Catalina la Grande? ¿O le tocará a un país báltico?

La descabellada ilusión de convertir a Rusia en un país democrático europeo se ha desvanecido. Creímos ingenuamente que, ganada la Guerra Fría, todos serían como nosotros. La deriva de la antigua superpotencia con respecto a Europa es clara: se define como competidor geopolítico e ideológico de la UE, como polo alternativo de civilización anclado en valores conservadores. El historiador Stephen Kotkin, se pregunta en Foreign Affairs cómo Rusia, un país industrial avanzado, de 142 millones de habitantes, ha acabado de nuevo, en el siglo XXI, en un Gobierno personal. La respuesta. Si no hay Putin, no hay Rusia. La búsqueda de la idea nacional rusa, que comenzó tras la disolución de la URSS, ya ha concluido.

Ahora es evidente que la idea nacional rusa es Vladímir Vladimirovich Putin. Su objetivo es dividir a los países europeos, donde solo Alemania tiene una política respecto a Rusia, y abrir brecha entre la UE y EE UU. Es recibido en Austria y Hungría en visitas oficiales; firma un acuerdo con Chipre para que su Armada use sus puertos en el Mediterráneo; ofrece ayuda financiera a Grecia. Intimida con la energía, financia a partidos extremistas europeos.

¿Occidente tiene la voluntad de detener a esta Rusia? Si la respuesta es afirmativa, seamos realistas. Tenemos que convivir con Rusia como vecino, segundo poder nuclear y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. De Putin dependen crisis que provocan tiempos revueltos, desde Irán a Siria. El suministro de gas europeo depende en gran medida de Moscú. Habrá que recuperar la vieja y denostada coexistencia del siglo pasado. Política de contención, diplomática y económica, como la que George Kennan recomendó a Truman frente a Stalin en 1947.

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