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Netanyahu trata de retener el poder en unas reñidas elecciones

Los sondeos a pie de urna apuntan a un empate técnico entre Likud y laboristas

Foto: reuters_live | Vídeo: REUTERS
Juan Carlos Sanz

Las elecciones legislativas celebradas ayer en Israel arrojaron, según los sondeos a pie de urna, empate técnico entre el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y la coalición liderada por el dirigente laborista, Isaac Herzog, con 27 escaños, lo que configuraba un complejo escenario para la conformación de una coalición de gobierno. La mayoría necesaria en el Parlamento israelí para formar Ejecutivo es de 61 escaños.

Hasta el último momento intentó jugar sus cartas, incluso debajo de la mesa, Benjamín Netanyahu. La autoridad electoral tuvo que intervenir de urgencia en plena jornada de votaciones cuando el primer ministro israelí ofreció una conferencia de prensa y pretendió que fuera retransmitida en directo por los canales de televisión. Su intervención finalmente sólo pudo ser difundida a través de Internet. “No se nos puede hacer callar”, se quejó. La osadía de la maniobra, denunciada de inmediato por los partidos de oposición, apunta a que el líder del Likud preveía unos ajustados resultados en las legislativas celebradas ayer, que aún no se habían hecho públicos en el momento de escribir esta crónica.

Esperaba poder consagrarse en un plebiscito a su carrera política para ejercer un cuarto mandato (el tercero consecutivo desde 2009) y convertirse en el jefe de Gobierno que más tiempo ha permanecido el poder en la historia de Israel. Esa era su estrategia cuando adelantó las elecciones, el pasado diciembre, en medio de una aparente crisis en la coalición que dirigía.

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Pero la eficaz campaña ejecutada por el aspirante laborista Isaac Herzog, líder de la alianza de centroizquierda Unión Sionista y considerado a priori un candidato con escaso carisma, ha supuesto finalmente un desafío a la hegemonía de la derecha en Israel desde 2001, encarnada ahora por Netanyahu. Ayer llamó a elegir entre “esperanza y desesperación” tras ejercer su derecho al sufragio.

Herzog llegó con una clara ventaja en los sondeos a la recta final de la campaña que obligó al líder del Likud a dar un brusco volantazo a la derecha que le ha alejado del electorado de centro. En el acelerón final, el primer ministro ha buscado atraerse a los colonos judíos al anunciar que si retiene el poder vetará la creación de un Estado palestino. Ayer mismo aprovechó sus declaraciones tras depositar su voto por la mañana para proclamar que no formará un Gobierno de unidad o de gran coalición con el líder laborista aunque la fragmentación de la nueva Knesset (Parlamento) dificulte la gobernabilidad.

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El mismo mensaje fue reiterado en la inesperada conferencia de prensa de la tarde, en la que volvió a entonar el mantra que le acompañado durante la campaña: Organizaciones y gobiernos extranjeros han financiado a los partidos de izquierda israelíes para descabalgarle del poder.

“La campaña ha estado marcada por el personalismo por encima de los programas de los partidos”, aseguraba el exportavoz diplomático Yigal Palmor antes del cierre de los colegios electorales. “Aunque los ciudadanos parecen estar cansados de haber tenido que acudir de nuevo a las urnas apenas dos años después de los últimos comicios, la posibilidad de que se produzca una alternancia en el poder y el que las cuestiones sociales y económicas hayan protagonizado los debates pueden favorecer la participación”, puntualizó.

Dos horas antes del cierre de los colegios, las ocho de la noche (una hora menos en la España peninsular) había depositado su sufragio el 65,7% de los electores, en la media de comicios anteriores, lo que llevaba a anticipar una participación situada en torno al 70% de los cerca de seis millones de votantes.

Gideon Rahat, profesor de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalén y analista electoral, tampoco quiso adelantar un pronóstico. “El giro que ha dado Netanyahu al final de la campaña, cuando ya estaba prohibida la publicación de sondeos ha podido ser determinante para forzar un empate con Herzog, e incluso para superarle”, argumentó. “Lo que parece seguro es que al jefe de filas del Likud le entró un ataque de pánico al ver los resultados de las encuestas”.

En opinión de este analista, el líder de Unión Sionista ha dependido del aumento de participación a su favor para no quedarse estancado. “Está por ver si la renuncia a última hora de su aliada Tzipi Livni a turnarse con él en el poder le ha podido aportar nuevos apoyos”, sostiene el profesor Rahat, quien al margen del resultado que obtengan otros partidos, augura que la nueva formación centrista Kulanu, del ex ministro de Comunicaciones Moshe Kahlon, puede tener que decir la última palabra a la hora de garantizar la gobernabilidad al decantarse por Netanyahu o por Herzog. Es la misma situación en la que previsiblemente se encontrará el partido Yesh Atid, del exministro de Finanzas Yair Lapid.

Mientras el primer ministro cuenta con la fidelidad de Hogar Judío, del ministro de Economía Neftalí Bennett, el líder laborista no tiene garantizados apoyos. La reciente elevación del umbral que permite el acceso a la Knesset del 2% al 3,25% de los votos amenaza la supervivencia de partidos como Meretz (izquierda) e Israel, Nuestra Casa (ultraderecha), del ministro de Exteriores Avigdor Liberman, y condicionar por lo tanto las coaliciones. A pesar de su cercanía ideológica al Likud, los partidos ultraortodoxos judíos pueden acabar dando su apoyo a Herzog si les garantiza sus intereses económicos.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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