_
_
_
_
_
ACUERDO NUCLEAR

Rubik en la montaña rusa

Los negociadores de EE UU en Lausana comparan el proceso con un rompecabezas que debían resolver a un ritmo vertiginoso

Kerry mira en una tableta el discurso de Obama en Washington sobre el pacto
Kerry mira en una tableta el discurso de Obama en Washington sobre el pactoREUTERS

Eran alrededor de las doce de la noche del miércoles en Washington y las seis de la mañana del jueves en Lausana. El presidente Barack Obama descansaba en la Casa Blanca. Recibió una llamada de Susan Rice, su asesora de seguridad nacional, que estaba en contacto con la delegación estadounidense en las negociaciones nucleares en Suiza. Obama le dio unas últimas instrucciones y se mostró optimista. “La gente sabe cuáles son mis principios básicos y tengo confianza en el equipo negociador de que para cuando me levante podrían volver y tener esto cerrado”, le dijo.

Obama acertó. Cuando llegó la mañana en EE UU, ya estaba casi sellado el acuerdo preliminar entre seis grandes potencias e Irán para limitar el programa nuclear iraní. A las diez de la mañana en Washington, el presidente conoció los “contornos finales” del pacto y dio su visto bueno definitivo. El pacto se iba a anunciar al cabo de tres horas en Lausana. Su apuesta de acercamiento diplomático a Teherán -con el que Washington no mantiene relaciones desde 1980- daba frutos tras más de 15 meses de negociaciones. El pacto definitivo debe alcanzarse en junio.

Cada cambio era objeto de discusiones maratonianas en el hotel, testigo de otros pactos históricos gracias a la condición neutral de Suiza

Este y otros detalles sobre la trastienda del acuerdo, revelados por altos cargos estadounidenses en una conferencia de prensa, reflejan que, pese a la confianza de Obama, las negociaciones en un hotel de lujo del siglo XIX en Lausana eran ante todo volátiles. Los emisarios pasaban de estar convencidos de que en unas horas cerrarían un pacto a pensar que en breve podían irse con las manos vacías.

La sensación era de montaña rusa: con “muchos altibajos”, según explicaron fuentes de la delegación, encabezada por los secretarios de Estado, John Kerry, y Energía, Ernest Moniz. Lo describen como “un cubo de Rubik” en el que cada cambio tiene varios efectos: “Tienes todas esas piezas delante de tí, tienes que encontrar un modo de juntarlas”.

Salehí y Zarif, en el centro, pasean por los jardines del hotel.
Salehí y Zarif, en el centro, pasean por los jardines del hotel.Brendan Smialowski (AP)
Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Cada cambio era objeto de discusiones maratonianas en el Beau Rivage Palace, testigo de otras citas históricas gracias a la condición neutral de Suiza. La creación de Checoslovaquia se firmó en 1918 en ese hotel con vistas al lago Leman y donde una habitación puede costar más de 1.500 dólares la noche y un cóctel en el bar más de 70. Cinco años después, se negociaría allí el tratado que fijó las fronteras de la Turquía moderna y alteró el tablero geopolítico de Oriente Próximo, como puede ocurrir con un pacto definitivo con Irán.

Para los negociadores nucleares, el mayor desafío era lograr aislarse de presiones internas (en el seno de cada delegación y entre ellas) y externas. La desconfianza se extendía: cuando Rusia anunció el miércoles que se había llegado a un acuerdo preliminar, Francia creyó que era una broma por ser el 1 de abril el día de los inocentes, según la agencia Reuters. En parte lo fue, pues el pacto se anunció al día siguiente. Y en ocasiones, los emisarios creían perdida la batalla: en los extenuantes ocho días de negociaciones finales, Kerry pensó seriamente en abandonar, según reveló después a la cadena BBC.

Para tratar de entenderse y evitar la tensión que suponía trasladar en papel los compromisos, los negociadores hallaron una solución práctica: escribían todos los puntos clave con rotulador en una pizarra blanca y los iban modificando. Los estadounidenses también llevaban listas de tareas para evitar “problemas en el último minuto” y recordar bien las directrices de Obama.

Para entenderse y evitar la tensión que suponía trasladar en papel los compromisos, los negociadores escribían todos los puntos clave con rotulador en una pizarra blanca

El presidente les había insistido en una idea: “No penséis en esto como en un acuerdo de X años. Es un acuerdo por fases que tiene múltiples escalas de tiempo”. Y la tarde del martes 31, suavizó aún más la presión temporal al autorizar, en una videoconferencia con su equipo en Lausana, a sobrepasar el plazo fijado -la medianoche de ese día- para alcanzar un pacto preliminar. Sabía que Irán también suspiraba por un acuerdo y no quería que pensara que EE UU iba a ceder para cumplir el plazo.

Un día y medio después, llegaría el acuerdo. Se fraguó con mucho sueño. Casi a la vez que Obama hablaba con su asesora Rice, el secretario Moniz y el jefe de la Organización Atómica Iraní, Ali Akbar Salehí, sellaban un pacto técnico preliminar, que luego se trasladaría a un comunicado conjunto. Eran las seis de la mañana del jueves en Lausana. Culminaban nueve horas ininterrumpidas de reuniones, en las que Kerry y su homólogo iraní, Javad Zarif, abordaron los dos escollos finales: el levantamiento de las sanciones de la ONU y la investigación nuclear de Teherán. También intervinieron representantes de Alemania, Francia y la Unión Europea.

Vista del hotel Beau Rivage.
Vista del hotel Beau Rivage.Brendan Smialowski (AP)

En las horas y días previos, la sensación de enclaustramiento apremiaba. A Kerry se le veía reflexionando en el balcón de su habitación y paseando por los jardines del hotel. La delegación iraní también buscaba en el aire libre soluciones al rompecabezas. Ambas comitivas se enfrentaban a la historia: las profundas suspicacias entre dos países enemistados desde hace 35 años. Para EE UU, la esencia recaía en los detalles del acuerdo. Para Irán, en preservar su soberanía al poder mantener cierta capacidad nuclear, una difícil concesión que hizo Washington.

La complicidad personal limó asperezas. Desde su primera reunión oficial en octubre de 2013, Zarif es el ministro de Exteriores que Kerry -que tiene un yerno de origen iraní- ha visto más veces en sus dos años de secretario de Estado. Su sintonía ha incomodado a la línea dura del régimen de los ayatolás. Zarif y Salehí hablan perfectamente inglés. Estudiaron en universidades estadounidenses antes de la revolución islámica de 1979.

El jefe atómico iraní y Moniz se incorporaron a las negociaciones en el último mes. Su aportación técnica fue determinante. Ambos coincidieron, sin conocerse, en los años setenta en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), en Boston. Ese lazo acercó a los dos expertos nucleares: hace poco Salehí fue abuelo por primera vez y Moniz le hizo un regalo con el logotipo de MIT.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_