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ABRIENDO TROCHA
Columna
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Los péndulos latinoamericanos

La expansión de la clase media tiene una tremenda repercusión social y política

Diego García-Sayan

En 10 años —entre 2002 y 2012— ocurrieron asombrosos cambios en Latinoamérica. Al calor del boom mundial en las materias primas, en ese lapso, no sólo el producto bruto regional creció en una proporción nunca antes vista (el 80%), sino que contra las “leyes” conocidas en el sudeste asiático, no sólo la pobreza disminuyó (en un 30%) sino que se redujo la desigualdad. En ese contexto la clase media creció cerca de un 50%; nunca ocurrió algo así en un período tan corto. A los sectores populares, por su lado, se les generaron nuevas expectativas.

La expansión de la clase media tiene tremenda repercusión social y política. Con todo lo impredecible y errática que es, como lo ha destacado Fukuyama, por primera vez su número supera al de los sectores populares. Un nuevo y protagónico actor se instaló no sólo con demandas muy precisas en calidad de vida (transporte público, salud y educación) sino con una impredecible capacidad de movilización y de impacto, como lo demostraron las protestas del mes de junio del año pasado en Brasil.

No regresar a la pobreza para muchos será, así, leit motiv para la protesta y la acción

Pero sería voluntarista añadir a ciegas que esta nueva clase media llegó “para quedarse”. Los tiempos son complicados, por lo que el nuevo estatus adquirido podría ser pasajero para muchos de los nuevos 50 millones de clase media. No regresar a la pobreza para muchos será, así, leit motiv para la protesta y la acción.

Entre los sectores populares se han generado también nuevas expectativas, que no necesariamente están atadas a programas sociales de los Gobiernos, sino que apuntan a conseguir resultados concretos en materia de calidad de vida y de éxito individual y familiar eventualmente enlazados a una dinámica economía informal.

Todo esto ocurre en un contexto en el que, con diferencias importantes entre países, se ha institucionalizado la democracia electoral y se han abierto anchas avenidas de demanda democrática. Una población que espera ahora no solo emitir su voto sino participar en el proceso institucional de toma de decisiones, en particular si se trata de la concesión de recursos naturales. Asimismo, una sociedad que busca ejercer vigorosamente su derecho de acceder a la información en manos del Estado y, finalmente, rabiosamente atenta a la corrupción en el Estado, lo que puede lanzar en protesta millones de personas a las calles.

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¿Qué pasará ahora que se enfría el mundo? De acuerdo al informe presentado esta semana por la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), la proyección de crecimiento de la región en el 2015 estaría en un modesto 1%. Esto puede sonar “alentador” en países en recesión, pero es muy bajo en donde está casi todo por hacer en infraestructura e institucionalidad.

El crecimiento de la región en el 2015 estaría en un modesto 1%

Se pueden avizorar tiempos complejos y convulsos en lo político y social. Esto abre importantes retos, no sólo en las indispensables respuestas anticíclicas monetarias y financieras, sino en otros planos de las políticas públicas. Hay dos asuntos en los cuales un papel vigoroso de los Estados puede atenuar la conflictividad, favorecer la inversión y dinamizar la economía. Uno son los procesos efectivos de diálogo eficaz, promovido por los Estados, entre las grandes empresas interesadas en invertir en el sector extractivo y las comunidades en el área de influencia de esa inversión. Sería una gran respuesta anticíclica y apuntalaría la paz social.

El otro plano es una acción efectiva sobre el irritante tema de la corrupción desde el Estado. Indispensables son resultados concretos, con mejores respuestas y más prevención: investigaciones transparentes, en plazo razonable y resultados tangibles, junto con mecanismos más eficaces en materia de “Gobierno abierto” y transparencia en la gestión pública.

Nada de esto es “mucho pedir” para enfrentar estos dramas pendulares; sólo indispensables ajustes para que el péndulo no haga tambalearse a los logros democráticos.

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