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En un cementerio de trenes sobrevive el último vagón escuela de México

Unos 28 niños reciben clase a bordo de un ferrocarril a las afueras del DF

Elena Reina
Una alumna del último vagón escuela de México corre en el recreo.
Una alumna del último vagón escuela de México corre en el recreo.SAÚL RUIZ

Un balón sale despedido contra un grupo de niñas que han colocado su abrigo a modo de capa. De repente, una llora y todos corren. Podría ser el recreo de un colegio cualquiera, si no fuera porque los límites de su campo de fútbol son unas vías de tren. Y el aula al que regresan después de media hora, un vagón antiguo descarrilado en una orilla. Es el último que queda en México. La escuela ambulante llegó a un municipio de las afueras del Distrito Federal hace 22 años y ahí, en la estación, se quedó para siempre el ferrocarril completo. También sus pasajeros.

En Naucalpan de Juárez, una de las ciudades más industrializadas del Estado de México (entidad que rodea la capital) —de más de 870.000 habitantes— sobrevive un colegio público de primaria a bordo de un vagón de tren. Pertenece a las denominadas escuelas Artículo 123 —en referencia al que habla del derecho de los trabajadores—, creadas en los años veinte y treinta para dar asistencia educativa a los empleados de empresas agrícolas e industriales y las familias que viajaban con ellos por toda la República.

Estos colegios fueron muriendo poco a poco a partir de los años noventa, como lo hicieron los trenes de todo el país tras la privatización del sistema ferroviario. Pero la de Naucalpan se resiste a desaparecer luchando contra las subvenciones tasadas y tardías que recibe de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y con la paciencia de un solo hombre, el profesor Jaime Mayolo Contreras.

Una de sus peticiones es que se habiliten las bodegas de los trenes para utilizarlas como dos aulas

"Somos una escuela rara y parece que la SEP no se da cuenta, nos enviaron unas computadoras, ¿pero dónde las voy a meter?", se queja Mayolo, que hace las funciones de director desde hace 22 años, pero asegura que cobra lo que un maestro convencional, sin especificar la cifra. Una de sus peticiones es que se habiliten las bodegas de los trenes para utilizarlas como dos aulas. Mayolo sospecha que si no han podido utilizarlas hasta ese momento es por algo, pero prefiere callar: "Supuestamente están abandonadas, supuestamente...Parece que vive una persona ahí... Pero yo no sé nada".

El dinero que la Secretaría envió destinado al mantenimiento de la escuela lo emplearon en construir una habitación con techos de asbesto. En ese salón reciben clases los de tercero, cuarto y quinto de primaria y comen a las 14.30 todos los niños. La Administración no les dio un espacio pero sí cinco tabletas que usan sin Internet para hacer algunos ejercicios y, sobre todo, para jugar a una versión actualizada del Tetris cuando no les ve el maestro.

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Según los últimos exámenes del Informe PISA, de 2012, el 55% de los alumnos mexicanos no alcanza el nivel básico de habilidades matemáticas y el 41% no llega al de comprensión lectora. Con esos resultados, México se sitúa en el último lugar de los 34 países de la OCDE y en el 52 de los 65 países que participaron en la prueba. Entre los pilares básicos de la reforma educativa del Gobierno de Peña Nieto está el reducir la desigualdad en el acceso a la educación y aumentar la autonomía y participación de las escuelas y de los padres, pero los resultados son escasos.

La esposa del profesor Jaime Mayolo en la cocina de su casa, que es también un vagón.
La esposa del profesor Jaime Mayolo en la cocina de su casa, que es también un vagón.SAÚL RUIZ

En un vagón pintado de color verde botella, unos 15 niños, los más pequeños, reciben clases de caligrafía. Como si el vagón andara, y su salón no fuera un aula, un pasillo divide dos filas de pupitres. Acaban de regresar de las vacaciones de Semana Santa y tienen la aburrida tarea de copiar lo que está escrito en la pizarra. Los niños, de entre 6 y 8 años, cumplen estrictamente con esa función. Nadie se estremece, ni un ruido. La maestra Samantha Yanira, de 28 años, que llegó hace un mes y medio como ayudante del profesor Mayolo, no levanta la voz ni una sola vez. Una niña de primero rompe el mutismo: ¡Tengo sueño! ¡Y hambre!

Junto al vagón escuela y separada por un baño de construcción bastante artesanal, está la casa del profesor Jaime Mayolo. También es un coche del mismo tren que dejó de moverse hace 22 años. Pero él lleva a bordo 38, desde que salió de su pueblo donde no había visto pasar nunca un tren, para subirse a este y no bajarse ni cuando dejó de funcionar. Su casa tiene tres habitaciones y un baño, para acceder a cada una de ellas hay que pasar por otra contigua y todas están decoradas con imágenes religiosas. La Vírgen de Guadalupe se reparte con una pantalla de plasma la presidencia de cada cuarto. Ahí han nacido sus hijos y ahí viven los dos con su madre, Elizabeth Cordero, que se encarga de hacer diariamente la comida para todos los alumnos.

La Secretaría les da para alimentos 1 dólar por niño al día, aunque se han equivocado y tienen en cuenta 23 niños, cuando son en realidad 28

La escuela se encuentra dentro de los municipios de la Cruzada Nacional contra el Hambre, una medida gubernamental dirigida a rescatar de la pobreza y la marginación a 7,4 millones de mexicanos calificados como "los más pobres entre los más pobres". Aunque ya están a mediados del mes de abril, todavía no ha llegado el dinero para los alimentos que les manda la Secretaría y los niños tendrán que comer en su casa lo que haya ese día. La SEP les da 15 pesos (1 dólar) por niño al día, aunque en este ciclo han contado mal y tienen en cuenta 23 niños, cuando son en realidad 28, según cuenta Mayolo.

— No me ha preguntado por qué no me he retirado aún. Yo sé que si me voy, la cierran. Y no quiero verlo, prefiero morirme antes.

Jaime Mayolo tiene varios sueños. Quiere que su hijo pequeño, que está preparándose para ser maestro, continúe su legado. Y que si se pierde el vagón, lo conserven como patrimonio. Que no se olvide su historia.

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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