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Cartas de Cuévano
Columna
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México en Sur

Existe la clara urgencia de que los mejores escritores y pensadores logren abrir espacios en párrafos pensantes

En el verano argentino de 1931 se fundó en Buenos Aires una revista que llegó a ser mucho más que eso: a sugerencia de José Ortega y Gasset se llamó SUR y la sola mención del primer consejo de redacción y del consejo extranjero la fundaron eriza la piel de la inteligencia de lectores de cualquier generación o latitud. Al botar ese trasatlántico en letras –nao del elevado pensamiento político, poético y cultural del español en todas sus orillas—se reunían Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Pedro Henríquez Ureña, el propio Ortega y otros, en torno a la feliz idea –verdadera empresa cultural de barco grande—que se le ocurrió a Victoria Ocampo como sueño compartido con el norteamericano Waldo Frank de crear una revista que se preocupara y ocupara principalmente de asuntos americanos en todas sus letras posibles, con plumas que dieran voz alta a autores americanos, tanto como a europeos que se interesasen por América. Dos años después, con la revista SUR y su rama hermana Ediciones SUR, la nómina se volvió aún más impresionante con la participación lúcida y activa de Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, el indio Tagore, Paul Valéry, T.S. Eliot, Aldus Huxley, Virginia Woolf, William Faulkner, Albert Camus, Nabokov, Mishima, Céline, Saul Bellow, André Breton, Roger Caillois … y así se suman décadas –y números ejemplares de esa revista increíble—donde los ensayos, reseñas, ilustraciones, minucias e incluso los anuncios parecen leerse hoy mismo como un invaluable banquete de saberes, crítica, discusión y difusión de lo mejor de la memoria, imaginación e intelecto de América en voz de sus mejores autores o a través de las más altas voces y miradas extranjeras que la miraban desde otros continentes.

Como bien llegó a señalarlo Alfonso Reyes, “cuando Argentina y México están juntos Latinoamérica se abraza, se funde y avanza” y es notable la nómina de autores mexicanos que publicaron en SUR, tanto como la cantidad de artículos, ensayos, notas y alusiones que se hicieron sobre México en esas mismas paginas al paso de las décadas, firmadas por autores de diversos pasaportes. Confírmelo el lector con la reciente aparición de México en Sur 1931-1951, un luminoso acierto editorial que circula bajo el sello de Fondo de Cultura Económica en coedición con La Jaula Abierta (2014).

México en Sur 1931-1951 es un abrazo en mil páginas, tipografía amable a cualquier dioptría y ni un solo párrafo sin prosa delectable

México en Sur 1931-1951 es un abrazo en mil páginas, tipografía amable a cualquier dioptría y ni un solo párrafo sin prosa delectable donde predominan colaboraciones de Octavio Paz y Alfonso Reyes, entre el admirable contingente que forman Jaime Torres Bodet, Genaro Estrada, Ramón Fernandez (así, sin acento), Xavier Villaurrutia, Daniel Cosío Villegas, Celestino Gorostiza, Sor Juana Inés de la Cruz, Silvio Zavala o bien, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Ernesto Sábato, Julio Cortázar… todos en pensamiento o sueño de, desde o hacia México, nada menos que en las páginas de una de las revistas más importantes y admirables que haya transpirado el mundo hispanoamericano de cualquier época.

Ahora que celebro orgullosamente que en estos días se lleve a cabo la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con la presencia de la Ciudad de México, D.F. como invitado de honor, no puedo menos que lamentar dolorosamente que se haya pasado por alto la oportunidad para presentar precisamente en la capital del Sur, este libro de México en Sur que decanta, transpira y de hecho quizá incluso, explica ese necesario abrazo que se dan ahora las dos ciudades, sus respectivos países, músicas, óleos, poemas y párrafos. De hecho, lamento que en México apenas se ha ventilado debidamente la elevada importancia de este volumen, mientras que en Argentina se sabe que ha publicado una reseña oportuna y lúcida el ensayista mexicano Rafael Toriz, ya de tiempo atrás anclado en Buenos Aires. Mi lamento se debe a que este libro que hermana más que el fútbol a México con Argentina ha sido minuciosamente reunido por el editor y ensayista Gerardo Villadelángel Viñas que en el excelente prólogo subraya que este titánico volumen ya indispensable “es un homenaje a la edición de una de las más perdurables y mejor razonadas iniciativas de la palabra impresa en castellano, por encima de su tiempo, desde que nuestro idioma ha sido idioma”.

Gracias al sueño y el empeño de Victoria Ocampo (mujer adelantada a su tiempo en todos los sentidos) no sólo se cuajó un foro hasta ahora insuperado de voces en concierto, opiniones en discusión e intelectos en flor, sino además el heroico esfuerzo libre y liberal de oponerse a toda forma de tiranía y autoritarismos que mancharon la piel del mundo en el siglo pasado. Fue ella, de su bolsillo, quien apoyó contante y sonante la causa de la Segunda República durante la Guerra Civil de España y ella quien mantuvo viva a la revista Lettres Françaises desde su exilio en Argentina; de hecho, fue ella quien aportó no pocos fondos para transterrados españoles y luego franceses en ese fin del mundo, sino también la heroica responsable de imprimir en Inglaterra, en 1944 y pleno fragor de la pólvora, una antología en papel biblia y formato de bolsillo de aquella revista francesa para lanzarla desde aviones sobre territorios de la Francia ocupada por los nazis y así, esas páginas como palomas sobre París, serían la más entrañable explicación de que Callois –al volver a su patria liberada y fundar la editorial Gallimard—creara la distinguida colección La Croix du Sud como colección especializada en la traducción al francés de autores latinoamericanos como Borges, Carpentier, Mistral, Neruda o Rulfo en un estruendo anterior al Boom de los años sesentas.

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La actual Feria Internacional del Libro de Buenos Aires era el marco ideal para celebrar la publicación de este libro que reúne a 40 autores

Bien visto, la actual Feria Internacional del Libro de Buenos Aires era el marco ideal para celebrar la publicación de este libro que reúne a 40 autores (doce de ellos mexicanos) que publicaron textos de, desde y sobre México durante las dos primeras décadas de vida de la revista SUR que habría de dejar en la ruina económica a Victoria Ocampo, su creadora, al tiempo que enriquece hasta el día de hoy a todos y cualesquiera de sus lectores, sobre todo a los escritores-creadores de la posible continuidad de aquel abrazo que mencionaba como anhelo incesante Alfonso Reyes, a la sazón embajador de México en Buenos Aires al momento de la creación de esa ebullición literaria e intelectual donde se defendió a Borges contra la injusta denostación del peronismo populista o donde el propio Octavio Paz logró publicar en 1950 –a invitación del genial José Bianco—un artículo que nadie y nada o todos y todo le habían impedido publicarlo en México.

Se trata de una colaboración extensa –en realidad todo un dossier—titulado “David Rousset y los campos de concentración soviéticos” donde Paz marca su distanciamiento definitivo con el aparatazo estalinista y finca no pocos de los infundadas iras que habrían después de atacarlo injustamente. Paz marca la raya que él mismo había percibido ya en el ánimo y la saliva desde su participación en el Congreso de Escritores AntiFascistas de Valencia en plena Guerra Civil Española, pero nada menos que en las páginas de una revista que también desde muy tempranos himnos había denunciado los abusos del gigante soviético, tanto como los horrores del nacionalsocialismo. Una revista donde resulta entrañable ver reproducidas en facsímil los anuncios que la sustentaban para su inicial navegación (entre ellos, la publicidad de Cuajada de La Martona, la estancia de la familia Bioy Casares, donde se encerraría con su amigo Borges para escribir a cuatro manos una historia del yogur y quizá alguna trama para el detective H. Bustos Domecq y el eslogan “Alimento para intelectuales y sedentarios en general”, ideado por el propio Borges)… y al mismo tiempo, una revista que conmueve por haberse fundado en una Argentina que padecía en enero de 1931 una prolongada decadencia económica, política e incluso cultural; una Argentina que se debatía entre el nacionalismo cegato que sólo miraba hacia adentro de la pampa más espesa, a contrapelo del cosmopolitismo que abría sus miradas al mundo; una Argentina, nación hermana de México, donde se transpiraban fuertes nervios tensados entre la modernidad y el populismo, donde el pensamiento político que se escribe con la claridad de la prosa bien hilada se levanta como la mejor arma contra la corrupción y la mentira, el cambalache de todos revolcaos en un merengue y la transa donde toda mordida cree que avanza… Bien visto, no ha envejecido un solo segundo la clara urgencia de que los mejores escritores y pensadores –ya en Buenos Aires o en Ciudad de México—logren abrir espacios donde en párrafos pensantes se logre abrir la luz que en verdad alumbra las salidas de todo túnel que nos une.

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