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El gobierno argentino busca en los trágicos setenta el referente político

Kirchner sitúa en el poder cada vez más hijos de desaparecidos y protagonistas de la lucha contra la dictadura militar

Carlos E. Cué
Cristina Fernández de Kirchner, en la exposición "Eva Perón"
Cristina Fernández de Kirchner, en la exposición "Eva Perón"YURI KOCHETKOV (EFE)

Argentina vive un proceso inverso a la mayoría de los países con un pasado reciente trágico. “Acude más gente ahora en las marchas del 24 de marzo, el día que empezó la dictadura, que en los ochenta o en los noventa. En vez de diluirse la memoria se está incrementando el movimiento, el reloj va en el sentido contrario a la lógica”, señala Juan Cabandié, diputado kirchnerista, miembro de la Cámpora, el grupo de jóvenes fieles a los Kirchner. Cabandié es especialmente simbólico porque fue un niño robado que nació en la ESMA, el centro de tortura en el que desapareció su madre. Años después recuperó su identidad, rompió con la familia que lo había adoptado y Néstor Kirchner le encargó el discurso clave el 24 de marzo de 2004 precisamente en la ESMA, para que reivindicara la memoria de los desaparecidos. Ahora Cabandié es un miembro importante del poder kirchnerista.

Wado de Pedro, otro hijo de desaparecidos, ha sido nombrado secretario general de la Presidencia, puesto clave, en la última remodelación del Gobierno. De Pedro estuvo entre los fundadores de HIJOS, una organización que cumple justo ahora 20 años. Entonces eran solo unas decenas de personas que iban a las casas de los militares liberados por las leyes de punto final a hacer los famosos escraches, a promover la derogación de esas normas, que finalmente llegó con Kirchner. “Cuando hacíamos los escraches nunca podíamos soñar que llegaríamos algún día al Gobierno, para nosotros el Estado era el responsable de los problemas”, explica De Pedro.

Primero Néstor Kirchner, fallecido en 2010, y ahora Cristina Fernández de forma incluso más acusada, han decidido ascender al poder a un número importante de hijos de desaparecidos o exiliados, muchos de ellos pertenecientes a La Cámpora, pero también de otros protagonistas directos de los setenta, personas que tuvieron que exiliarse y ahora ocupan lugares clave. El referente de los setenta está en todos los discursos de Fernández de Kirchner, y según coinciden muchos analistas esa política ha sido muy eficaz para lograr que buena parte de la izquierda argentina, en especial también en el mundo cultural, que siempre ha tenido este asunto como prioritario, se entregue al kirchnerismo de forma casi incondicional.

La presidenta tiene vinculaciones estrechas con esa época incluso en su familia. Su hija, Florencia, espera una niña y el padre es Camilo Vaca Narvaja, hijo de Fernando, uno de los fundadores de Montoneros. Otra Vaca Narvaja, Patricia, hermana del fundador de Montoneros, es embajadora en México. Y así hay una larga lista de altos cargos.

La presidenta tiene vinculaciones estrechas con esa época incluso en su familia

Los protagonistas de esta recuperación de la memoria, como Cabandié, De Pedro, o Martín Fresneda, secretario de Estado de Derechos Humanos, también hijo de desaparecidos y con un hermano que fue robado, están convencidos de que esta política es algo de fondo. Ningún cambio de Gobierno, dicen, gane quien gane las elecciones de octubre, podrá parar el movimiento de recuperación de memoria especialmente fuerte entre los jóvenes que no vivieron la dictadura. “Esto no es un movimiento estético, una moda. Es una posición ideológica para toda la vida. La recuperación de los jóvenes para la vida política y la militancia no tiene marcha atrás”, asegura Cabandié. “Esto es ya una política de Estado sin marcha atrás que además ha dado mucho prestigio internacional a la Argentina”, explica Fresneda. “No solo el Gobierno, también el poder judicial y legislativo están comprometidos, el presidente de la Corte Suprema lo ha dejado claro. Es irreversible”, asegura en una sala de reuniones presidida por dos fotos que buscan un paralelismo: en una se abrazan Perón y Evita, en otra Néstor y Cristina.

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Todos estos hijos de desaparecidos recuerdan que en los noventa, cuando luchaban contra el menemismo –también peronista– jamás pensaron que estarían en el poder. “El Estado para nosotros era el artífice de todos los males, no garantizaba los derechos humanos. Pero ahora vemos que lo que se hace desde aquí tiene mucho que ver con lo que buscaban nuestros viejos, se cristaliza la lucha de los 30.000 desaparecidos”, señala Agustín Di Tofano, mano derecha de Fresneda y también hijo de desaparecidos.

Esta política también recibe muchas críticas en la oposición. Patricia Bullrich, diputada opositora, ahora aliada con el candidato Mauricio Macri, también tuvo mucho protagonismo en los setenta y sufrió el exilio, pero ahora rechaza la manera en la que se utiliza la memoria. “La presidenta está aupando a muchos hijos de desaparecidos como compensación, porque puso al frente del Ejército a Milani, sospechoso de delitos graves durante la dictadura. La reparación, que era algo importante, se ha usado políticamente. Se han apoderado de los setenta sin ninguna autocrítica. En otros países como Uruguay o Chile, Mujica o Bachelet sí han hecho una revisión inteligente de aquellos años. El kirchnerismo no, porque necesita una historia de héroes y villanos”, asegura Bullrich.

El asunto del general Milani escuece especialmente en el mundo de los derechos humanos argentino. Cabandié y Fresneda admiten esas sospechas pero aseguran que también tiene derecho a la presunción de inocencia. “La presidenta me ordenó llevar a la Justicia cualquier indicio contra Milani. No podemos ir por delante de la justicia. Pero en cuanto la justicia avance en algún sentido la presidenta tomará una decisión”, asegura Fresneda. En cualquier caso ambos están convencidos de que el proceso de recuperación de la memoria iniciado con el kirchnerismo es irreversible. “Gane quien gane el coste de volver atrás sería enorme, es imposible”, resumen.

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