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La zona cero de Katmandú

En el arrasado barrio de Gongabu fallecieron 500 de las 8.000 víctimas del terremoto

Preparativos para la cremación de una víctima del seísmo del martes.
Preparativos para la cremación de una víctima del seísmo del martes.Athit Perawongmetha (Reuters)

El barrio de Gongabu es la zona cero del desastre en Katmandú, la capital de Nepal. Sólo aquí, el primer gran terremoto del 25 de abril causó alrededor de 500 muertes de las 8.000 de todo el país. Para el segundo temblor del martes la mayoría de gente ya lo había desalojado, así que no hubo pérdidas humanas, pero cayeron cuatro de sus altos edificios. La imagen es dantesca: muy pocas líneas perpendiculares al suelo, y si las hay, es difícil saber cuáles son. Coches aplanados por edificios colapsados, dos pisos de lo que fue un edificio compactado en menos de medio metro. Un edificio de cinco pisos quedó completamente en horizontal, como si se hubiera acostado. Sus delgadísimos pilares están al descubierto: son casi del mismo espesor que las piernas de una persona. Por todas partes hay letreros de hoteles: esta era una zona de hoteles baratos, muchos de ellos usados para la prostitución. Otros, por los migrantes pobres que iban de paso de una provincia a otra y tomaban una habitación barata entre viajes. Las habitaciones costaban el equivalente a 1,80 euros, 4,5 la más cara. “En este edificio murieron 100 personas. En aquel otro, 25”, explica Sandesh Neupane mientras señala edificios medio destruidos, medio inclinados en ángulos increíbles. Él participó en los trabajos de rescate del área, buscando al esposo de su prima, que había sido visto por última vez aquí cuando vino a visitar a su hermano, dueño de un hotel. Al sexto día del terremoto lo encontraron muerto. “Junto a él estaba la única mujer que sacaron viva de este edificio. Pero él no tuvo suerte”, cuenta.

Desaparecido un helicóptero de Estados Unidos

Cientos de soldados nepalíes se sumaron este miércoles a la búsqueda de un helicóptero de la Marina estadounidense que desapareció el martes al noreste de Katmandú, con ocho personas a bordo. La aeronave repartía ayuda en Dolakha, una de las zonas más afectadas por los dos terremotos en Nepal.

Un portavoz militar nepalí apuntó como hipótesis que el helicóptero pudo haber caído a uno de los ríos que serpentean los valles del distrito. Seis aeronaves y “más de 400 soldados” participaban este miércoles en la búsqueda del aparato.

Decenas de curiosos van durante el día a Gongabu a comprobar los desastres causados por los terremotos, pero sólo caminan por la avenida principal porque saben que entrar en las callejuelas es un alto riesgo: cualquier temblor de la tierra aquí puede ocasionar grandes desastres.

Un pueblo fantasma

Apenas comienza a oscurecer todos se marchan. Gongabu es aterrador, es en toda regla un pueblo fantasma. Por sus calles ya no camina nadie, todos sus comercios están cerrados, entre los escombros se pueden encontrar zapatos o peines. El olor a muerte es intenso, y más cuanto más retorcidas estén las edificaciones. “En realidad nunca nadie podrá saber cuántas personas, o partes de personas, se han quedado ahí bajo el cascajo”, explica Neupane, que trabaja en una ONG nepalí.

Entre las callejuelas se puede ver una luz que quedó encendida y sólo se escucha de vez en cuando el gorjeo de las palomas, que son los únicos seres que quedan vivos en muchos metros a la redonda, en pleno centro de Katmandú. Solo un hotel sigue funcionando en la zona más devastada, es el único edificio en pie en su calle. Su dueño, Lama Ji Mokhtan, dice que tiene que seguir cuidándolo, porque antes era un buen negocio y no pierde la esperanza de que vuelva a remontar. Sin embargo, no ha recibido ningún cliente desde el 25 de abril, con el primer gran terremoto. Desde entonces y con el segundo temblor se han contabilizado 8.241 muertos, según el ministro de Información, Minendra Rijal.

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En lo que era la explanada de la escuela de Gongabu se quedan a dormir dos personas. Una de ellas, Purna Adhikara, dice que en el sismo más reciente todo Gongabu, o lo que queda, temblaba como si fuera elástico. Como constructor, sabe que la mayoría de edificios no cumplen con las condiciones de seguridad, razón por la cual muchos se derrumbaron con los seísmos.

Como Adhikara, miles de habitantes de Nepal no se atreven a volver a sus casas porque tienen miedo de que se les caigan encima. Así que han construido refugios de plástico en los pocos espacios abiertos de la ciudad, como rotondas, parques o explanadas. Allí no tienen fácil acceso al agua o sanitarios y sufren innumerables picaduras de mosquitos. “Pero eso no es nada ante el riesgo de quedar aplastado bajo un edificio”, dice Pravina Maharjan, una empresaria obligada a vivir en la calle estos días. En Katmandú, muchos coinciden en un deseo: que la tierra deje de moverse.

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