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El fútbol embarra la política argentina

La crisis por los sucesos del Boca-River deriva en una guerra entre Gobierno y oposición mientras los ultras quedan impunes

Carlos E. Cué
Seguidores del Boca Juniors, en el partido contra River Plate
Seguidores del Boca Juniors, en el partido contra River PlateREUTERS

Nadie en Argentina duda de que fútbol y política son casi la misma cosa en un país devoto de la pelota, que es la forma más rápida de hacerse conocido. Pero después del escándalo generado por la suspensión del Boca-River en la Copa Libertadores, el partido más importante en muchos años, cuando un hincha de Boca roció con gas venenoso a cuatro jugadores de River, las cartas están encima de la mesa como nunca. La cancha, como dicen los argentinos, se ha embarrado definitivamente y el asunto es central en la campaña electoral en medio de un pesimismo generalizado que ve la crisis como un síntoma de los males que atraviesan un país en un año clave que marca el fin de una época: el kirchnerismo.

Mauricio Macri, presidente de Boca durante 12 años —eso le permitió el salto a la política a este millonario hijo de un famoso constructor de obra pública miembro de lo que en Argentina llaman irónicamente “la patria contratista”—, alcalde de Buenos Aires durante ocho y ahora aspirante a la presidencia, lo ha dejado claro: detrás de todo está la política. Incluso ve una conspiración contra él. “El fútbol simboliza lo que pasa en este país”, ha asegurado a La Nación. “Esto no fue espontáneo, fue premeditado. [Los líderes de los agresores] son gente políticamente involucrada, ligada al Gobierno. Hay que ver si lo que querían era meterse en la política nacional afectándome por mi relación con Boca y mi amistad con Angelici [presidente de Boca], al que yo apoyé porque enfrente había una lista armada por La Cámpora”, sentencia con claridad.

La barra domina un negocio enorme. Tienen negocios fuera de todo tipo. Son organizaciones delictivas"

Nadie duda de que la política está muy cerca del fútbol. Macri salió de Boca, el jefe de gabinete, Aníbal Fernández, preside el club Quilmes, Sergio Massa, otro candidato, presidió Tigre. Hugo Moyano, el sindicalista más conocido, lidera Independiente. Y hay más. “Hace años que se nos ha ido de las manos, es una crisis endémica, tenemos una media de 15 muertos al año”, sentencia Gustavo Grabia, periodista experto en barras bravas (ultras) y el hombre al que el autor del ataque, apodado El panadero, llamó para confesar su delito. “Pensé que no había cámaras”, se justificó. El panadero no está en prisión ni lo estará porque su delito es leve.

“La barra domina un negocio enorme. Cada partido mueve al menos un millón de pesos (100.000 euros), con los aparcamientos, la reventa, la comida, el merchandising. Y después tienen negocios fuera, de todo tipo. Son organizaciones delictivas. El problema es que la política y los sindicatos los usan en su lucha política. Y los dirigentes de los clubes también. Por eso nadie logra resolverlo. Están dominados por ellos”, explica Grabia. “La política ha intervenido el fútbol. Desde 2009, cuando se instauró Fútbol para todos [el sistema para ofrecer gratis por la televisión pública los partidos, con publicidad de la presidenta en el descanso] se han triplicado los ingresos. Y con ellos el negocio de las barras”, explica Alejandro Casar, periodista especializado en la financiación del fútbol.

Pacto de convivencia

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La mayoría de los comentaristas argentinos ven el fútbol como un síntoma. “Estamos metidos en un sistema que habilita la barbarie”, resume el filósofo Enrique Valiente Noailles. “Lo vimos en la actitud de los jugadores, que aplaudieron a la grada. Hay una complacencia con la transgresión de la ley. El argentino es transgresor y no se siente con autoridad moral para criticar al que transgrede. Siempre nos encandila más la fuerza que la ley. Ahora hay un escándalo, sí, pero lo usamos como lavado de conciencia, un detergente moral. Nadie plantea un cambio. Vivimos en una especie de homeostasis, un equilibrio que nadie quiere romper. Pasará como con Nisman, desaparecerá”, sentencia.

En la política, todos echan la culpa al rival pero de momento no aparecen soluciones al problema. Desde el Gobierno, el secretario de Estado de Seguridad, Sergio Berni, acusa a los dirigentes de los clubes de dejarse extorsionar por las barras. En un escrito titulado “La pelota está manchada”, una referencia a una de las frases más conocidas de Maradona —la pelota no se mancha— Berni propone que el Gobierno intervenga la Asociación de Fútbol Argentino (AFA). “No hay un problema político, hay una guerra dentro de las barras por el control de los negocios”, asegura Berni a EL PAÍS como respuesta a Macri. “No hay un problema de seguridad pública, en Argentina se hacen conciertos todos los días y no pasa nada. El problema es que los clubes dan protección a las barras porque están aterrados, les dejan que tomen el control, hay un pacto de convivencia entre ellos”, sostiene.

Hay una batalla a muerte entre los distintos sectores, pero nadie se acerca a una solución. El fútbol sigue embarrado, y con él la política que lo domina.

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