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México intentó cambiar la lanzadera rusa que hizo estallar al satélite

Las penalizaciones del contrato, firmado bajo mandato de Calderón, frustraron el uso de otro programa de despegue

Jan Martínez Ahrens
El satélite Centenario accidentado durante el ensamblaje.
El satélite Centenario accidentado durante el ensamblaje.EFE

El Gobierno mexicano trató de cambiar el lanzador ruso que acabó causando la espectacular desintegración del satélite Centenario el pasado 16 de mayo. El intento de la Secretaria de Transportes y Comunicaciones de buscar una plataforma de despegue más segura no prosperó por las condiciones contractuales cerradas por la anterior Administración, bajo el mandato de Felipe Calderón, y que implicaban una cláusula de penalización de 60 millones de dólares. En octubre despegará desde Cabo Cañaveral un satélite gemelo, que suplirá las funciones del accidentado. La construcción de otro no está asegurada por motivos de ahorro.

El satélite accidentado formaba parte del Sistema Mexsat, un programa clave para la mejora de las telecomunicaciones de México. La iniciativa, surgida en 2009 y que con los años ha ganado en profundidad tecnológica, incluye tres ingenios. El primero es el Bicentenario, de comunicación fija y ya lanzado en diciembre de 2012 por Arianespace desde la Guayana francesa. El segundo corresponde al fallido Centenario, destinado a la comunicación móvil. Y el tercero es su gemelo el Morelos III, que saldrá dentro cinco meses desde Florida.

El contrato para poner en órbita el Centenario fue firmado el 6 de febrero de 2012 con la empresa ILS (tecnología rusa y capital ruso-estadounidense). Este programa de lanzamiento, basado en los cohetes Protón, lucía un historial de 400 despegues culminados con éxito, entre ellos dos mexicanos, en septiembre de 2011 y mayo de 2013. Pero en los últimos tiempos había registrado cuatro sonoros fracasos. Este factor desencadenó el intento de Ejecutivo mexicano para cambiar de lanzador. La altísima penalización contractual, según la subsecretaría de Transportes, Mónica Aspe, así como el pago de un nuevo lanzamiento y el retraso que todo ello podía acarrear impidieron que prosperara la iniciativa. Pero aún quedaba margen de maniobra. La actual Administración mexicana, liberó al tercer satélite, el Morelos, del programa ruso al que estaba atado (las cláusulas, esta vez, sí que lo permitían) y se decidió que fuera la empresa estadounidense Lockheed Martin la que se hiciera cargo de su puesta en órbita desde Cabo Cañaveral (Florida).

El satélite Centenario fue lanzado desde el cosmódromo de Baikonur (Kazajistán), a las 00.47 del pasado 16 de mayo. A los 490 segundos, culminadas las dos primeras etapas, se perdió la comunicación. El cohete ruso Protón había fallado. El Centenario jamás llegó a su órbita. Sus restos quedaron pulverizados sobre el extremo oriental de Siberia.

El satélite, que debía proveer, entre otros, servicios de comunicaciones móviles a la seguridad nacional, había costado 300 millones de dólares y su lanzamiento unos 90 millones. Pero el daño al erario quedó amortiguado por el seguro que, con una prima de 50 millones, se había cerrado en febrero de 2015 con la compañía británica Marsh y que ofrecía una cobertura del 100% del valor del aparato y de su lanzamiento.

"El accidente no ha representado ningún problema de servicio, ni la pérdida de posiciones orbitales, pero supone que dejamos de tener un beneficio incremental de comunicación en seguridad nacional y protección civil", admite la subsecretaria de Transportes. Este tropiezo en el desarrollo del estratégico programa Mexsat quedará superado el próximo 22 de octubre, fecha prevista para el lanzamiento desde Cabo Cañaveral del Morelos III, el gemelo del Centenario, y que suplirá sus funciones.

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La posibilidad de construir ahora otro satélite está siendo estudiada cuidadosamente. La empresa fabricante, Boeing, necesita entre 36 y 38 meses para reponer el ingenio. Aunque el coste sería inferior a su antecesor, ya que el diseño está pagado, los expertos de la Secretaria de Transportes analizan, en el contexto del ajuste presupuestario que viven las arcas públicas, el ahorro que supondría contratar los servicios de otro satélite, en vez de construir uno nuevo.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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