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“Preferiría una salida del euro, aunque lo pasáramos mal”

Los griegos entienden la falta de acuerdo con los socios y rechazan nuevos ajustes

María Antonia Sánchez-Vallejo
Viandantes junto a una tienda de Salónica.
Viandantes junto a una tienda de Salónica.SAKIS MITROLIDIS (AFP)

La normalidad es la tónica general en Atenas tras la visita este miércoles del primer ministro griego, Alexis Tsipras, a Bruselas; los mismos atascos y la actividad frenética de siempre con la temporada turística recién iniciada, que añade un plus de movimiento a la ciudad y la economía. Sólo unas pocas referencias, aquí y allá, revelan la situación de excepcionalidad que vive el país ante un acuerdo que no acaba de cuajar, y una insolvencia plausible: temas como la eventualidad de unos nuevos comicios –una opción que cobra cuerpo por momentos-, cuando no una estrepitosa salida del euro por accidente o como consecuencia del disenso, acaparan las conversaciones de café y, sobre todo, las ruidosas tertulias televisivas, mientras a pie de calle predomina en general la sintonía de parte de la población con la resistencia del Gobierno a satisfacer las demandas de sus acreedores.

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Con la oposición política desdibujada, y el resultado de la reunión de ayer cantado de antemano, a nadie ha extrañado que el pacto no se haya cerrado aún, considerando las medidas que los prestamistas quieren imponer a Atenas, y especialmente la subida del IVA con dos nuevos tipos, del 11% y el 23%. “Para medidas como estas, que más parecen un tercer memorándum encubierto, yo personalmente preferiría una salida del euro, aunque lo pasáramos mal durante un tiempo; peor [que ahora] no iba a ser. ¿Pero de dónde va a recortar el Gobierno, si los hospitales ya no tienen ni gasas? ¿Cómo vamos a pagar el 11% y el 23% de IVA por cosas tan básicas como medicamentos o electricidad? ¿Qué nos va a quedar para comer después de pagar los impuestos? ¡Nada!“, se quejaba a mediodía Manolis Agnakis, dueño de varios puestos en el mercado central de Atenas.

La demanda de los acreedores de incrementar el IVA y recortar nuevamente las pensiones son los dos puntos que más fricción generan con Atenas. “Me parece muy bien que Tsipras se plante, ya está bien de exigencias imposibles. ¿Cómo creen los europeos que podrán recortarme la pensión, si cobro sólo 400 euros?”, se quejaba un pensionista sentado en una céntrica plaza ateniense. “Mucho euro, mucho euro… pero, ¿de qué nos servirá el euro si nos vamos a morir de hambre?”.

La sensación de normalidad puede deberse a la existencia de fondos suficientes para afrontar el pago, este viernes, de 300 millones de euros al Fondo Monetario Internacional, al que Atenas deberá devolver otra cantidad similar en una semana, el próximo día 12. Según la oficina encargada de la deuda pública, hay dinero para estos dos desembolsos, pero aún no se ha recibido la orden de pago del Gobierno, “una decisión política”, según fuentes del negociado. La voluntad política de Tsipras apuntaba este miércoles, implícitamente, a un más que probable pago en cuestión de horas al organismo acreedor.

Entre las escasas reacciones políticas a la inconclusa reunión del miércoles, destacó la del principal partido de la oposición. “Estamos a unos pasos del abismo”, dijo un portavoz de la conservadora Nueva Democracia; “las propuestas de los socios no caen del cielo, se basan en las contenidas en la 'lista Varoufakis’”, en referencia a la polémica propuesta de reformas que el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis –desaparecido de los focos estos días-, hizo llegar a las instituciones en febrero, y que fue filtrada y desmentida varias veces, y por varias fuentes. Es precisamente la debilidad de oposición –con los partidos tradicionales, el conservador y el socialista, en plena reformulación de sus respectivos liderazgos- la que permite a Tsipras cierto respiro, al no tener un tercer frente abierto en un momento en que se debate entre dos antagónicos: las demandas de los socios y las exigencias de su partido.

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