_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Jesús no fue a la marcha de Jesús

¿Dónde estaría ayer Jesús, a quién se le quiso coronar como rey de los puros y de los satisfechos?

Juan Arias

Bastaría echar un vistazo a algunos de los hechos y dichos de Jesús tal como aparecen en la Biblia para imaginarse que, de haber estado presente, habría huido de la Marcha apoteósica del jueves realizada en su honor.

Habría huido para encontrarse, en la periferia de la ciudad, con la caravana de excluidos por los evangélicos fundamentalistas, todos los diferentes y perseguidos por los poderes conservadores con quienes, sin embargo, Jesús se entendía mejor que con los sacerdotes y doctores del Templo.

La Marcha para Jesús llevaba como título “Exaltando al Rey de reyes”, y en él se oyeron gritos, entre otros, contra la prostitución, las drogas y las nuevas familias formadas por gais o lesbianas.

Brasil merece ser visto como un país tolerante y moderno sin obsesiones contra los que practican diferentes sexualidades

En la gran marcha para Jesús se escuchaban los ecos de intolerancia e indignación contra la liberadora publicidad de la firma Boticario, en la que parejas de hombres y parejas de mujeres se cambian regalos con naturalidad y afecto y que los evangélicos han intentado impugnar ante la justicia.

La Biblia está, sin embargo, cuajada de historias de amor entre personas del mismo sexo, como los casos de las mujeres Rut y Noemí, o David y Jonathan. Y hasta de Jesús con el discípulo Juan, a quién los evangelios presentan como un caso especial de amor. Juan era para Jesús el “amado” y “preferido”. Y los apóstoles se besaban entre ellos.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete
Jesús  no soportaba la hipocresía de los hombres de Iglesia, como muchos pastores de hoy, que se creían dueños de la verdad y hasta de la vida y los afectos de la gente

El pastor Esteban Hernández, de la Iglesia Renacer, ha anunciado que las imágenes de la Marcha para Jesús serán llevadas a 170 países. Su deseo es que Brasil no sea visto en el exterior, entre otras cosas, como “el país de las prostitutas”.

En verdad, como Brasil merece ser visto dentro y fuera de sus fronteras es como un país tolerante y moderno sin esas obsesiones contra los que practican diferentes sexualidades, a quienes se sigue matando, o contra las prostitutas, a las que Jesús amaba y defendía contra la hipocresía de los fariseos, llegando a decir que Dios las prefería a ellos.

No como un país que castiga aún como crimen la libertad de la mujer de decidir sobre el fruto de su vientre si así se lo exige su conciencia.

Ni un país hipócrita en materia del uso de las drogas o que aún no ha sido capaz de legislar la legitimidad de nuevas formas de familia, queriendo, como lo hacen los evangélicos, imponer a toda la sociedad un solo tipo de familia tradicional con gestos y guiños de dictadura que recuerdan la trágica y asustadora posición política de las llamadas repúblicas islámicas.

Como ha escrito oportunamente en este diario mi compañera Carla Jiménez lo que la democracia brasileña conquistada con tantas luchas y muertes no merece es que “la hipocresía pueda dominar el día a día cotidiano del país”.

Brasil fue visto siempre por nosotros los extranjeros como un país acogedor y tolerante en materia de fe y de costumbres. Resulta hoy triste y preocupante que sea justamente desde los templos de donde lleguen gritos de guerra contra los diferentes, contradiciendo a Isaías que profetizaba la llegada de un Mesías, no discriminador ni intolerante, sino que abrazaría a todas las razas y pueblos con sus propias identidades: “Mi casa será llamada la casa de oración para todos los pueblos” (Is. 56)

Jesús hubiese huido ayer de la Marcha que pretendía presentarlo y consagrarlo como “Rey de reyes”, ya que durante su vida, ya lo había hecho cuando la multitud, en busca de milagros, quiso hacerlo rey. Lo cuenta el evangelista Juan: “La gente, al ver el milagro que había hecho Jesús (el de la multiplicación de los panes) decía: “Este es el profeta que tiene que venir al mundo”. Y Jesús, dándose cuenta de que querían llevárselo para hacerlo rey, se retiró sólo al monte”.

Jesús nunca buscó el poder. No lo temía pero tampoco lo amaba.

Como en vida, si los evangélicos deseasen hacerle de nuevo rey de reyes, Jesús sólo aceptaría serlo de aquellos a quienes algunos de los pastores de sus iglesias, discriminan y humillan.

Si hay algo que revelan con claridad meridiana los textos sagrados es que Jesús lo que no soportaba era la hipocresía de los hombres de Iglesia que se creían entonces, como muchos pastores o obispos de hoy, dueños de la verdad y hasta de la vida y los afectos de la gente.

En una Marcha en honor de Jesús, mejor que gritar contra las prostitutas, el aborto o contra la homosexualidad, seguramente él hubiese preferido leer en las pancartas y consignas algunas frases de su famoso discurso contra la hipocresía, recogido por el evangelista Mateo (23, 1-39), como estas:

- “!Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas que limpiáis por fuera el vaso y el plato pero por dentro estáis llenos de rapiña y codicia!”

- “!Ay de vosotros que por fuera parecéis justos ante los hombres pero por dentro estáis llenos de crímenes!”

- “Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos, que descuidáis lo más importante de la ley como la justicia y la misericordia”.

Una de las grandes consignas de Jesús, en quién se inspiran todas las iglesias cristianas, era aquella de “misericordia quiero y no sacrificios”.

Los teólogos de la liberación, primero condenados por el Vaticano y en fase de rehabilitación por el papa Francisco, siempre sostuvieron que la gran revolución del Crucificado fue el haber desviado el eje de la fe de los ritos a la defensa de la vida y de la libertad, del altar a la calle. Y en la calle, los preferidos de aquel rey sin corona y sin casa fueron siempre los que aún hoy siguen siendo los excluidos de la sociedad.

¿Dónde estaría ayer Jesús durante la marcha que quiso colocarle de nuevo la corona del rey de los bienpensantes, los puros y los satisfechos?

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_