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El trotskismo bloquea las carreteras y suma votos

La izquierda radical asegura el éxito de la huelga con piquetes en las autopistas de acceso a Buenos Aires

Alejandro Rebossio
Los manifestantes cortan un puente en Buenos Aires.
Los manifestantes cortan un puente en Buenos Aires. E. ABRAMOVICH (AFP)

Eran las 4.45 de la madrugada del martes cuando cinco coches de tres puertas bloquearon la carretera Panamericana, la que une todo el continente. Entonces unos 300 militantes de la izquierda trotskista de este país sudamericano se subieron a la autopista y montaron allí un piquete a 23 kilómetros de Buenos Aires. Los cinco carriles de ingreso a la capital argentina quedaron frenados por estudiantes de psicología y ciencias sociales, docentes de escuela secundaria, entre otros. Los cinco de salida fueron tomados por obreros de fábricas de alimentos, componentes de coches y aeropuertos. Se trataba de uno de los ocho piquetes que el ascedente trotskimo argentino y otras organizaciones sociales opuestas al kirchnerismo armaron alrededor de Buenos Aires para impedir la llegada de trabajadores a oficinas y plantas y para asegurar así el éxito de la huelga general convocada por tres centrales sindicales.

Los seguidores de León Trotsky, que ha tenido su influencia en Francia, Bolivia o Chile, nunca antes habían contado con tantos representantes legislativos en Argentina como ahora. Suman aquí tres diputados nacionales, además de 16 parlamentarios locales en las provincias de Salta, Mendoza, Santiago del Estero, Neuquén, Córdoba y Buenos Aires y en la capital argentina.

“En Argentina tuvimos en 2001 una crisis que fue la mayor que se conoce del capitalismo, en el sentido de la metástasis que produjo, y se creó una nueva conciencia política en la juventud”, explica uno de los candidatos presidenciales para las primarias de agosto próximo en el Frente de Izquierda y los Trabajadores (FIT), Jorge Altamira, de 73 años y una larga trayectoria en el Partido Obrero. “El kirchnerismo es una respuesta a esa crisis. Usa un discurso izquierdista y algunas medidas para captar a los jóvenes, pero nosotros logramos evitar la cooptación. Descubrimos los límites del gobierno popular. Cada vez que había una lucha, nos pusimos a la cabeza. Desde 2001 nadie nos pudo desplazar del ámbito universitario. Lo mismo ocurrió con los docentes. Mantuvimos nuestra influencia en los sindicatos”, recuerda Altamira la trayectoria de décadas de trotkistas en el poderoso mundo sindical de Argentina en el que domina el peronismo desde hace 70 años. En las próximas elecciones presidenciales de octubre, el FIT aspira a convertirse en la tercera fuerza política, detrás del peronismo kirchnerista y de una coalición de centroderecha, pero para ello deberá pelear con peronistas opositores y progresistas.

Nunca antes la izquierda radical de Argentina tuvo tantos diputados y aspira a ser la tercera fuerza

Los estudiantes y obreros trotskistas que cortaban este martes la autopista Panamericana en la quinta huelga general contra el Gobierno de la peronista Cristina Fernández de Kirchner cantaban contra las tres centrales sindicales opositoras que organizaron la huelga. Dominadas también por peronistas y otras fuerzas de izquierdas, los 'troskos' los tachaban de “burócratas” al ritmo de bombos y redoblantes. “Después de 2001 comenzaron a surgir delegados (sindicales) combativos que planteaban que en sus fábricas debía haber asambleas, algo que la burocracia sindical argentina no hacía”, explicaba Juan Carlos Cabana, empleado de la fabricante británica de golosinas Cadbury y militante de otro partido del FIT, el de los Trabadores Socialistas. Cabana sostenía una de las tantas banderas partidarias, sindicales y universitarias en el piquete.

Centenares de coches debían desviarse de la autopista por calles alternativas, mientras Andrea, profesora de secundaria, pisaba el asfalto de la autopista. “El kirchnerismo puso en funcionamiento la estructura económica del país, con la sustitución de importaciones, pero no reconstituyó las relaciones con las bases sindicales. La izquierda fue haciendo un trabajo de hormiga porque somos realmente trabajadores. Este paro general pone en discusión muchas cosas, no solo el impuesto a las ganancias (renta), que es donde focalizan los medios y la burguesía, sino también la precarización laboral”, comenta Andrea en un país con un índice de paro del 7,1%, uno de los cuatro más altos de Latinoamérica, y un 46% de empleados y autónomos en la informalidad.

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