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Mutilar el pasado de un país para destruir su futuro

La destrucción del Patrimonio cultural por parte de los yihadistas busca aniquilar la posibilidad de reconciliación en Siria y Irak

Situada a 240 kilómetros al noreste de Damasco abre la vía hacia el valle del río Éufrates. En la imagen, Templo de Bel en la Palmira, Siria.
Guillermo Altares

La guerra de los yihadistas del Estado Islámico contra los vestigios arqueológicos no tiene nada que ver con el pasado; sino con el presente. Los daños al patrimonio que padece Oriente Próximo, sobre todo en Siria e Irak aunque también en Yemen, son para los historiadores los peores que ha sufrido el mundo desde la II Guerra Mundial. Nunca desde aquel cataclismo que partió el siglo XX se había atacado de forma tan sistemática y eficaz la historia. 

"Cuando las matanzas se detengan, la sangre se seque y los sirios traten de construir algo desde los escombros, necesitarán símbolos. Mutilar el pasado del país destruye también su futuro. No sólo están amenazadas piedras milenarias", señala el historiador Tom Holland en respuesta a una pregunta sobre por qué se concede tanta importancia a los daños que están sufriendo las piedras en un conflicto que ha costado la vida a 220.000 personas y provocado 3 millones de refugiados y 6,5 millones de desplazados (la mitad de la población del país). Este británico, autor de libros como A la sombra de las espadas Fuego persa, prosigue: "Es terrible además porque Oriente Próximo es el lugar donde nació la cultura urbana y, cuando esas antigüedades son destruidas, también lo es el patrimonio global de la humanidad".

Stephennie Mulder, profesora de arte y arquitectura islámica en la Universidad de Austin (Texas), que ha trabajado durante una década en la ciudad medieval siria de Balis, asegura por su parte: "No hay nada tan importante como las vidas de los seres humanos y nadie propone que se rescaten piedras antiguas antes que personas. Pero la cultura es una parte esencial de nosotros como seres humanos. Parece difícil imaginar cómo, pero algún día acabará esta guerra y las personas sin historia, que se han quedado sin vestigios de su pasado, estarán doblemente traumatizadas. Algún día los iraquíes, los sirios y los yemeníes reconstruirán sus países y también reconstruirán su sentido de pertenencia. El patrimonio cultural es una de las formas más poderosas para entender quiénes somos como seres humanos".

La destrucción que ha sufrido el patrimonio cultural de Oriente Próximo en los últimos años resulta difícil de evaluar todavía en medio de la guerra, y los peores destrozos no se deben sólo a los yihadistas, sino a los combates y bombardeos. Cuatro de los seis sitios sirios declarados por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad han padecido daños considerables y alguna de las ciudades habitadas de forma continua más antiguas del mundo, como Alepo, yacen en ruinas. La semana pasada un bombardeo en Yemen, atribuido a Arabia Saudí aunque las autoridades de Riad lo niegan, destruyó varios edificios centenarios del casco histórico de Saná. Aún así, el mayor impacto internacional ha sido provocado por las imágenes de los bárbaros del Estado Islámico destruyendo con martillos industriales la ciudad asiria de Nínive, el museo de Mosul o las ruinas partas de Hatra.

La destrucción de Alepo

Resulta difícil evaluar cuál es el peor destrozo al patrimonio que ha provocado la guerra en Siria, porque las zonas bajo control del Ejército Islámico están casi totalmente fuera del radar de los expertos. Sin embargo, como explica la profesora de Austin Stephennie Mulder, seguramente sea en el casco histórico de Alepo, patrimonio de la humanidad de la Unesco, donde se han producido daños más irrecuperables. "Una de las mezquitas más antiguas y más bellas del Islam, edificios administrativos del periodo otomano, baños medievales y uno de los zocos cubiertos más importantes del mundo han sido destruidos", explica Mulder. Sin embargo, en este caso no se trata de acciones del Ejército Islámico, sino de ataques del Gobierno sirio. "Aunque el EI siempre ocupa los titulares, es muy importante descatar que el Gobierno sirio ha sido, sin duda alguna, mucho más destructivo que los yihadistas cuando se trata de ataques intencionados contra el patrimonio cultural".

El periodista y experto en Islam Javier Martín, que acaba de publicar Estado Islámico. Geopolítica del caos (La Catarata) y corresponsal de la agencia Efe en el Magreb, explica que "así como Mahoma destruyó todos los ídolos de piedra que se adoraban en la península arábiga, los radicales como el Estado Islámico creen que toda figura y cultura anterior al Islam representa la herejía y, por tanto, debe ser destruida". "Pero hay un segundo componente", prosigue Martín, "y es que el Estado islámico es consciente del impacto propagandístico que tiene en Occidente la destrucción del patrimonio histórico. Arrasar sitios arqueológicos es una forma de provocación a Occidente, pero también de reafirmación ante sus seguidores de la concepción del Islam que defienden".

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El hecho de que sobre Palmira, una ciudad siria que resume entre sus columnas la historia antigua de Oriente Próximo, ondee la bandera negra de los yihadistas desde hace un mes o que sigan ganando terreno en Libia, donde se encuentran las ruinas de Cirene, Lepsis Magna o Sabratha, hace temer que lo peor esté todavía por llegar.

Algunos expertos creen que la destrucción de vestigios difundida a través de las redes sociales no es más que una pantalla para ocultar las verdaderas intenciones del EI: el tráfico de antigüedades, que es una de sus formas de financiación. Hussein Rashid, responsable iraquí de antigüedades, aseguró recientemente a la prensa estadounidense que la destrucción de Nimrud, difundida por sus canales de propaganda, era una forma de encubrir el saqueo anterior.

Tom Holland: "Cuando las matanzas se detengan, la sangre se seque y los sirios traten de construir algo desde los escombros, necesitarán símbolos"

Michael Danti, profesor asistente de arqueología en la Universidad de Boston y experto en Oriente Próximo que ha trabajado 20 años en Siria, es uno de los impulsores de la Syrian Heritage Initiative, un proyecto de varios académicos para tratar de proteger el patrimonio de este país. "En Siria e Irak están destruyendo el futuro a través de la destrucción del pasado. Arrasar el patrimonio es una forma de ampliar el conflicto. También, borrando el pasado, pretenden trazar un nuevo mapa de Oriente Próximo", afirma Danti, quien cree que se trata "de la peor crisis cultural desde la II Guerra Mundial". 

Nada al Hassan, responsable de la unidad de países árabes dentro del Centro para el Patrimonio Mundial de la Unesco, cree que se trata de un nivel de destrucción inédito desde la II Guerra Mundial. "Alepo se encuentra como Berlín o Varsovia en 1945", asegura. "Cuando nos preguntan sobre por qué concedemos tanta importancia al patrimonio, nuestra respuesta es que los seres humanos son más importantes que cualquier cosa material. Pero la pérdida del patrimonio representa un trauma para las personas, porque es una pérdida de su memoria, de su identidad histórica, de sus raíces".

La historia de la guerra ha estado siempre marcada por la aniquilación de la cultura del otro y la Convención de La Haya de 1954, que ha sido ratificada por cerca de 100 países, tiene como objetivo la protección de los bienes culturales durante los conflictos armados. Fue promovida después de la II Guerra Mundial, durante la que muchas ciudades que forjaron la historia de Europa, como Varsovia, fueron borradas del mapa. Al final de las guerras púnicas, Roma aniquiló Cartago y sembró sal sobre sus ruinas. El Holocausto estuvo acompañado de la destrucción de cementerios y sinagogas; los nazis planificaron la aniquilación física de los judíos europeos, pero también quisieron borran sus huellas culturales, como si nunca hubiesen existido —como ocurrió en España tras la expulsión de 1492—.

James Gelvin: "El vandalismo del Estado Islámico es una metáfora de los horrores de este grupo"

La destrucción de la cúpula de la mezquita dorada de Samarra en 2006 desató la guerra civil entre chíies y suníes en Irak. Durante la guerra de Bosnia (1992-1995), el patrimonio musulmán fue un objetivo militar constante de los serbios, no sólo con la destrucción de la biblioteca de Sarajevo, sino con atrocidades culturales como la voladura en 1993 de la mezquita de de Ferhadija en Banja Luka, uno de los edificios islámicos más importantes de Europa construido en el siglo XVI. Su reconstrucción en 2001 provocó una revuelta por parte de ultranacionalistas serbios. El más inmediato precedente es la voladura por los talibanes afganos de los budas de Bamiyán.

En todos los casos, la violencia contra la cultura representaba sólo una parte de la destrucción sistemática de un pueblo. Para James Gelvin, profesor de historia moderna de Oriente Próximo en la Universidad de California y experto en Siria, "el vandalismo del Estado Islámico es una metáfora de los horrores que está perpetrando este grupo". "No es cierto que la indignación o la tristeza que nos provoca la destrucción de vestigios arqueológicos de primera categoría nos distraiga de los horrores que están padeciendo los sirios", señala. "Podemos estar horrorizados por el enorme sufrimiento humano, pero también por la pérdida de sus lazos con el pasado".

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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