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“Me mataron a dos hijos y busco respeto”

Refugiados acampados en París narran su dramática huida a Europa en barcas o tras saltar la valla de Melilla

Carlos Yárnoz
Un joven de Chad, sentado junto a las tiendas montadas frente a la estación de Austerlitz en París, donde vive con otros inmigrantes.
Un joven de Chad, sentado junto a las tiendas montadas frente a la estación de Austerlitz en París, donde vive con otros inmigrantes.BENOIT TESSIER (REUTERS)

“No quiero seguir siendo ilegal. Busco una vida digna en un lugar donde me respeten”. Entre lágrimas, Mahyoud Elias, sudanés de 39 años, repite que su historia es “triste y larga”. Es uno de los 200 migrantes que se han instalado en tiendas de campaña en el Quai d’Austerlitz. El Sena les separa del mastodóntico edificio de Bercy, sede de los Ministerios de Economía y Finanzas. El suyo es uno de esos campamentos “ilegales, indignos e inaceptables”, como ayer los calificó el Gobierno francés, en los que se agolpan sobre todo sudaneses y eritreos.

Elias escapó de Sudan en 2007. “Dos de mis hijos, de 19 y 7 años, murieron en un bombardeo, los mataron, y a mí me amenazaban continuamente”. Escapó a Libia, dejando atrás a su mujer y su tercer hijo. “He sufrido mucho en Libia”. Hace año y medio, cuenta, unos bandidos le asaltaron y, como no tenía dinero para darles, le cortaron de un machetazo medio dedo meñique de la mano derecha.

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Él ha sido uno de los últimos refugiados en pasar la frontera italo-francesa. Tras llegar a Sicilia en barco, pasó a Niza hace tres semanas y, de allí, siguió hasta París. Acaba de solicitar asilo político. “Me da igual dónde, con tal de que me respeten”. Francia recibió el año pasado 64.500 peticiones de asilo, pero solo concedió 18.000.

Alí, que no quiere decir su apellido, también es de Sudán y llegó al campamento hace unos meses. “Nunca he sido feliz”, dice cabizbajo a sus 26 años. Creció con su abuela y a los 15 se marchó “por problemas de seguridad y económicos”. “Desde entonces, voy solo por la vida”. También ha pedido asilo, pero él quiere quedarse en Francia.

La policía ha desalojado cinco campamentos de ese tipo en París este mes. Pero los desplazados vuelven a instalarse en otros mientras no se les ofrezcan opciones estables. El Gobierno anunció ayer que en dos años creará 10.500 plazas de acogida. Se sumarán a las 30.000 existentes. Como medida más urgente, instalará 1.500, sobre todo en París y Calais, donde se agolpan unos 2.000 refugiados que intentan pasar a Reino Unido.

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A Bah Amadou, de 29 años, otro habitante del campamento, le parece una buena opción, pero no las tiene todas consigo. Huyó de Guinea Conakry el 14 de octubre de 2012 —“no olvidaré la fecha”— amenazado de muerte por su propia familia por no practicar la religión musulmana. Pasó por Malí, Argelia, Libia, de nuevo Argelia, Marruecos, España y ahora Francia.

Todavía lejos de un acuerdo sobre cuotas

El ministro de Asuntos Exteriores alemán, Frank-Walter Steinmeier, reconoció ayer en Berlín que “todavía se está lejos de un acuerdo” sobre un reparto equitativo de refugiados en territorio europeo.

Steinmeier ha insistido en que resolver la crisis migratoria será complicado si Europa no logra una “reestabilización en Libia”, país de donde sale gran parte de los refugiados.

La discusión sobre este tema deberá retomarse el 25 y el 26 de junio en la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno europeos.

“Pagué 1.500 euros y me llevaron en una zódiac de Alhucemas a una playa de Granada el 25 de junio de 2014”, recuerda Amadou. “Con otras 46 personas, incluidas siete mujeres y dos niños”. Pasó a Francia por Perpiñán el pasado 6 de octubre y fue uno de los primeros en instalarse en el campamento. “Solo éramos cinco cuando llegué”. Él no ha pedido asilo y teme que le repatríen. El Gobierno acaba de anunciar que prevé duplicar las expulsiones (27.000 el año pasado), pero lo cierto es que no llega ni al 10% el porcentaje de expedientados que son forzados a dejar el territorio.

La colaboración entre los países, por otra parte, está saltando por los aires, como se observa estas semanas en las fronteras con Italia. Diallo Husman, de 34 años, lo describe con desparpajo. Cuenta que le acogieron en un centro en Madrid y le dijeron que debía estar allí tres meses y que después podía ir donde quisiera.

Viajó en diciembre a París. También procede de Guinea Conakry. Durante año y medio en Marruecos intentó nueve veces pasar a España. Lo logró el 12 de agosto de 2014. “Mire lo que hacen las cuchillas de la valla de Melilla”. Las cicatrices en sus muñecas y pantorrillas son el recuerdo para siempre de su paso al mundo de los ricos en el que ahora ocupa dos metros cuadrados en una tierra de la que pronto será desalojado.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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