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El Partido Socialista francés vira al social liberalismo

La formación debate cuál debe ser su sitio en un mundo globalizado y golpeado por la crisis

Carlos Yárnoz
Manuel Valls (izquierda) y François Hollande.
Manuel Valls (izquierda) y François Hollande.reuters

“¿Qué es hoy ser de izquierdas?” El gubernamental Partido Socialista (PS) francés se encuentra sumido en un profundo debate para buscar su sitio en un mundo globalizado y golpeado por la crisis. En constante pérdida de apoyo electoral, sus dirigentes reiteran esa pregunta y la respuesta llega cada vez más clara por la vía de los hechos: los socialistas se alejan semana tras semana de la socialdemocracia y se aproximan al socioliberalismo. El camino al centroizquierda ya no tiene retorno.

Hace 30 años, en el Congreso del PS en Toulouse, Lionel Jospin, entonces líder de la formación, ancló al partido en la socialdemocracia. Se ampliaron los niveles del Estado de bienestar, la protección a los más débiles o los derechos sindicales y laborales, como la limitación legal a 35 horas del horario laboral semanal aprobada a finales de los noventa.

François Hollande basó su campaña en 2012 en esos principios socialdemócratas. “Mi enemigo es el mundo de las finanzas”, proclamó. La realidad ha matizado mucho sus mensajes y ha provocado terremotos en su partido.

El encargado de pilotar el nuevo rumbo es su primer ministro, Manuel Valls. Desde hace 14 meses dirige el Gobierno, pero también es el gran agitador del partido. El pasado verano lanzó la primera carga: “La izquierda puede morir si no se reinventa, si renuncia al progreso”.

Las ayudas a las empresas -40.000 millones en tres años en ventajas fiscales y de cotizaciones- y la nueva ley para liberalizar la economía –la llamada Ley Macron- han sido las grandes pruebas del cambio. O la nueva ley sobre los servicios secretos, que permite la masiva captación de datos sin control judicial. O el endurecimiento de la política migratoria.

"Nuestros análisis y nuestras soluciones han perdido impacto", asume Valls, el gran agitador del cambio en el Partido Socialista
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En un partido en el que siempre ha convivido una corriente más izquierdista, la protesta interna estalló de inmediato. Los díscolos “mantienen que el partido ha perdido su esencia ideológica”, comenta por teléfono Henri Rey, del Centro de Investigaciones Políticas de Science Po, experto en el PS. Es la tesis de diputados críticos como Jean-Marc Germain o Christian Paul. O Philippe Nogués, que el jueves dejó el partido y el grupo parlamentario porque “el camino hacia una sociedad liberal”, explica por escrito, “no ha variado” en medio de tanta “interferencia ideológica”.

Sin embargo, es Valls el que va ganando la partida. Lo ha demostrado en el 77 Congreso del partido celebrado este mes en Poitiers. Su aplaudido mensaje a los militantes fue descarnado: “Los mercados no tienen fronteras, la competencia es dura y el coste de la mano de obra, la innovación y los avances tecnológicos se han convertido en factores determinantes”. “Todo eso ha golpeado el programa de la izquierda; nuestros análisis y nuestras soluciones han perdido impacto”.

En agosto pasado, en la universidad de verano del PS en La Rochelle, fue abucheado por decir cosas similares. Ahora, en cambio, ha sido jaleado, pese a que insistió en que la única vía es mantener su política, “reformar y renovar”.

Concluido el Congreso, el primer ministro tomó dos iniciativas que apenas levantaron críticas en su partido cuando solo hace un año hubieran provocado convulsiones: añadió a la Ley Macron un capítulo para fijar indemnizaciones máximas en casos de despido y aprobó la norma por decreto saltándose por segunda vez el voto en el Parlamento.

Todo un síntoma de que el partido, o al menos la gran mayoría de sus militantes, acepta el nuevo rumbo. O asume que no tiene otra alternativa. “Una mayoría ha aceptado ese pragmatismo, acepta las reformas, la transformación por etapas”, señala Henri Rey, quien define la nueva política gubernamental como “reformista y liberal, de centroizquierda”.

“Dejemos de pretender hacer el bien a nuestros ciudadanos pero sin ellos”, reflexiona una de los diputados rebeldes del grupo socialista

Solo así se entiende que Valls, Cambadélis y la líder de los rebeldes, Martine Aubry –la que elaboró la ley de las 35 horas siendo titular de Empleo- estamparan su firma conjunta en la moción triunfadora del Congreso, que obtuvo el 70% de apoyos. Es el documento que define al PS como partido “republicano y ecologista”. “No es ni socioliberal ni neocomunista. Es un partido reformista que busca el progreso en todo”. Christophe Caresche, destacado dirigente del grupo parlamentario, señala que “no hay otra opción realista” a la línea del Gobierno.

El debate de las ideas corre paralelo a la sangría de pérdidas electorales. Y a la de afiliados: oficialmente son 132.000, pero solo rozan los 80.000 los que están al corriente en el pago de cuotas. Muy lejos de los 213.000 militantes de Los Republicanos, el partido de Nicolas Sarkozy. Todas las encuestas apuntan a la pérdida del Elíseo en 2017. “El Gobierno va directo al desastre”, ha advertido el exministro Arnaud Montebourg, expulsado del Ejecutivo por díscolo, en Journal du Dimanche.

Para evitarlo, Hollande y Valls quieren ampliar el electorado desde el centro hasta la izquierda. Buscan la recomposición de la “casa común”, como la llama Valls, es decir, la alianza con otros partidos izquierdistas y Verdes. Preservar el modelo social francés es el límite a esa vía socialliberal. Por eso, no existirá el contrato laboral único que reclama la patronal, ni se tocará el principio de las 35 horas semanales, ni se reducirá el presupuesto de Educación… “No habrá austeridad”, repiten en el Gobierno y el partido.

Para los críticos, esas promesas no son suficientes. Christian Paul, el diputado rebelde que en Poitiers obtuvo el 30% de apoyos a su moción crítica, ha denunciado el alejamiento de la ciudadanía. “Dejemos de pretender hacer el bien a nuestros ciudadanos pero sin ellos”. Para él, la liberalización económica “está en las antípodas de lo que debe hacer un Gobierno de izquierdas”. Y Michelle Chay, directora nacional de la Confederación Nacional del Trabajo (CGT), promete guerra ante “el ataque” que han sufrido por limitar las indemnizaciones por despido.

Hollande y Valls han abierto una nueva vía sin retorno en el socialismo francés, pero la estación de llegada aún no tiene nombre definitivo y los socialistas ni siquiera están seguros de alcanzarla.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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