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Messi y Pastore embellecen a Argentina

Argentina golea a Paraguay (6-1 ) con un gran partido de los jugadores de ataque de la albiceleste

Messi y Pastore dieron un recital contra Paraguay
Messi y Pastore dieron un recital contra ParaguayAFP

Perdida Brasil, la Copa América ya tiene la final seguramente más deseada: Chile-Argentina. Los anfitriones llevan toda la vida esperando ganar un título y la albiceleste está cansada de perder después de ser abatida también en la final del Mundial de Brasil. A Messi le falta conquistar América una vez que ha triunfado en Europa y ha sido campeón olímpico en Asia. El torneo no podía tener una mejor clausura tras una trayectoria muy accidentada, plagada de incidentes, necesitada del fútbol de jugadores como Messi, Pastore, Alexis, Valdivia o Vargas.

La selección chilena llegará enfebrecida a la cita después de un duro contencioso con Perú. Argentina se siente más fresca tras una sencilla victoria contra Paraguay. La segunda semifinal fue un monólogo albiceleste presidido por un excelente diálogo entre Messi y Pastore. Ambos estuvieron presentes en las jugadas decisivas y en el caso del delantero del PSG incluso participó por omisión en el gol de Lucas Barrios. El partido siempre giró en contra de la desvencijada Paraguay y fue un coser y cantar para la efectiva Argentina del mariscal Messi, más 10 que 9.

Acostumbrada a producir mucho fútbol y a contar pocos goles, la albiceleste se aplicó en el remate y dosificó su juego contra Paraguay. No fue su actuación más deslumbrante y, sin embargo, cantó una goleada reconfortante para su hinchada, feliz por la aportación de Messi, sabedor ya de que está en América y convencido también de que puede jugar igual que en Europa, y entregada desde el inicio a Pastore, un futbolista que ha cuajado una interesante temporada, reivindicado incluso por figuras míticas como Cantona, que le considera más talentoso que el 10.

Argentina se encontró con un gol a favor prácticamente sin querer, al cuarto de hora, cuando le costaba entrar en el partido y dar con Messi por el buen posicionamiento de Paraguay. El equipo de Ramón Díaz apretaba mucho en la divisoria, cerraba bien y hasta se estiraba con tino, mejor organizado aparentemente que el plantel de Tata Martino. No combinaba la albiceleste, reiterativa en la pérdida de la pelota, excesivamente lenta o demasiado rápida, incapaz de encontrar el ritmo de partido, solo aliviada por las entradas desde la derecha de Zabaleta.

No había más protagonista en Argentina que el central Marcos Rojo. El defensa tomó una tarjeta por eliminar a Derlis González en una transición, se pasó por el banquillo para cambiar las botas del delito y acto seguido embocó a la red un rechace después de una falta botada por la zurda de Messi. Un error de marca a balón parado penalizó el académico despliegue de Paraguay y posibilitó que Argentina jugara a la contra, menos futbolera que en anteriores partidos y también más afortunada y certera que nunca, lanzada por el selectivo Messi.

Apareció Pastore y cayó el 2-0. No atinó en un mano a mano sencillo con Villar y en cambio definió de forma excelente, previo control exquisito en carrera, después de ser asistido de nuevo por Messi. La sociedad Messi-Pastore embelleció el austero fútbol de los argentinos mientras se desgarraba Paraguay por las lesiones de Derlis González y Roque Santa Cruz. Ninguna circunstancia favorecía la posibilidad de que se repitiera un nuevo remonte paraguayo como ocurrió en su estreno ante la propia Argentina cuando se pasó del 2-0 al 2-2.

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El partido pintaba muy fácil para Argentina, tanto que se complicó la vida sin venir a cuento, como ya es costumbre por otra parte en el grupo de Martino, diligente en los inicios y negligente en los finales, una jornada más sorprendido por su mala cabeza: Otamendi sacó largo y dividido desde su área, saltó Valdez y su cabezazo ante el agachado Pastore habilitó a Lucas Barrios, que enganchó un buen tiro ante Romero. No escarmienta Argentina por más que el Jefecito Mascherano pidiera jugar con la cabeza nada más pisar el Municipal de Concepción.

No se rinde Paraguay, ni ante la albiceste y menos contra Brasil, como ya se vio en los cuartos de final, y jamás se puede dar por ganado un partido a Argentina: no es casualidad que no gane la Copa desde 1993. No aparecía Di Maria, tampoco se ofrecía mucho Agüero y el equipo sólo se activaba cuando recibía Messi y combinaba con Pastore. Hubo que aguardar a que se juntaran en una jugada para que llegara el 3-1. Mascherano evitó a un toque la presión, conectó con Messi, el 10 habilitó a Pastore y su delicado pase largo para Di Maria acabó en la red de Villar.

El remate cruzado del exmadridista fue tan efectivo como elegante resultó el toque de Pastore después de recibir de Messi. Los tres repitieron en el 4-1: Anticipó Messi, asisitió a Pastore y el rechace del portero lo embocó Di Maria. A Argentina le salían los goles por las orejas; marcó más en un partido que en toda la Copa. La velocidad del contragolpe argentino destrozó a Paraguay, ya sin titulares ni suplentes, prácticamente sin futbolistas, derrengada por el esfuerzo desde que al inicio se cruzó precisamente con Argentina. El encuentro ya no tuvo más interés que el de contar los goles de Argentina y aguardar a ver si marcaba finalmente Messi.

Y no pudo anotar el 10, más centrocampista que delantero, pasador y asistente, incontenible para los paraguayos por su gran explosividad, excelente conducción y mejor visión del juego, salpicada con gestos técnicos exquisitos, como el caño previo al 4-1. A la goleada se sumaron el Kun Agüero e Higuain y Messi no marcó ninguno de los seis, cosa extraña en el 10, que aguarda ansioso la final para intentar ser campeón de una vez con Argentina. Ocurre que Chile sabe que nunca tendrá una mejor oportunidad para cantar un título en su propia casa.

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