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Columna
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Atenas y las revanchas de la historia

El ‘Grexit’ remite al inicio de la guerra fría, cuando Truman retuvo a Grecia en el bloque occidental

Lluís Bassets

Valen los argumentos que aporta la memoria, pero debidamente situados en el paisaje de su tiempo. Sí, en 1953 Alemania vio condonado un 62% de su deuda, gesto imprescindible para el milagro económico y base de partida de la primera superpotencia geoeconómica europea de hoy.

El mundo se hallaba entonces en plena guerra fría, un régimen de competencia menos pacífica de lo que parece entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, con el mapamundi dividido en dos áreas de influencia, acordadas en la cumbre de Yalta, en 1945, a pocos meses de la victoria sobre Hitler. Y esa guerra fría había empezado a partir de otra guerra caliente nada menos que en Grecia, en la que se enfrentaron desde 1946 hasta 1949 el Gobierno monárquico instalado por los aliados y las guerrillas comunistas que habían combatido al nazismo, apoyadas por Albania, Yugoslavia y Bulgaria.

Primero fue Churchill quien denunció el Telón de Acero que estaba cayendo sobre la mitad de Europa, en su famoso discurso de Fulton (Misuri) en 1946. El mismo año, el diplomático George Kennan escribió desde Moscú su telegrama largo, que luego publicó con la firma X en la revista Foreign Affairs, en el que se definía el peligro soviético y cómo contenerlo (The Sources of Soviet Conduct). Pero quien hizo la definición política al año siguiente fue el presidente Truman en un discurso ante el Congreso en el que defendió, precisamente, la intervención militar y la ayuda económica a Grecia para impedir que cayera bajo la influencia de Moscú.

La Doctrina Truman tiene como objetivos primeros a Grecia y Turquía, los dos países que podían dar a Stalin el entero manojo de llaves del Mediterráneo y de Oriente Próximo. De ahí siguió su inclusión en el Plan Marshall y su incorporación a la OTAN. Walter Lippmann, el periodista de referencia de la guerra fría, lo cuenta con pasmosa claridad: “Hemos escogido Turquía y Grecia no porque tengan una necesidad especial de ayuda ni porque sean ejemplos brillantes de democracia, sino porque son las puertas que dirigen al mar Negro, en el corazón de la Unión Soviética”.

Lo que benefició entonces a Grecia la siguió beneficiando más tarde: se incorporó a la OTAN en 1953, fue el primer país con un acuerdo de asociación europeo, el primero de la ampliación mediterránea y también adoptó con apenas dos años de retraso, y al parecer indebidamente, la moneda única en 2001. También es el país más beneficiado en fondos per cápita del presupuesto europeo, aportado sobre todo por los alemanes, en forma de ayudas agrarias y de cohesión para los países mediterráneos.

Grecia sigue todavía en cabeza, aunque por otros motivos: primer país de la OTAN y de la UE en suspender pagos al FMI; primero en vías de salida del euro, la moneda que iba a ser irreversible. Y en un momento político especial en la dinámica del poder mundial: cuando regresan unos aires de guerra fría que refrescan la memoria acerca de los motivos de Washington para proteger a Grecia y de los motivos de Grecia para obtener sustanciosos beneficios de la Doctrina Truman.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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