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Tribuna
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¿Le dio miedo al papa el crucifijo comunista?

El regalo que le dio Evo Morales al Papa Francisco tiene una gran fuerza simbólica, casi antagonista

Juan Arias

El Presidente de Bolivia Evo Morales no es comunista, pero sabía muy bien que al regalarle al papa Francisco la imagen de madera de un crucifijo adornado con el símbolo de la hoz y el martillo su gesto tendría repercusión mundial. Fue, sin duda una genial y eficaz baza publicitaria.

Ambas figuras, la cristiana y la comunista juntas, tienen en efecto una gran fuerza simbólica que afecta a millones de personas y aparecen casi antagonistas y provocadoras.

Quizás de ahí, la cara fea de extrañeza y casi de susto del papa Francisco frente al curioso y poco artístico regalo que tardó en coger en sus manos y soltó enseguida, como si dijera: “¡Pero qué es esto!”

Francisco cambió de cara cuando Morales le contó que aquel crucifijo comunista era obra del sacerdote español Luis Espinel, que fue asesinado en 1980 lo que lo convertía en un símbolo, ya que recordaba las persecuciones a los seguidores de la Teología de la Liberación considerados comunistas.

Hay quién vio en la cara de extrañeza y casi malestar de Francisco la sospecha de que aquel crucifijo pudiera significar que también él era visto como un “papa comunista”, o como un “teólogo de la liberación”. Es como si ante aquel Cristo Francisco se mirase en un espejo y pensara: “¿Será que me ven así?”. Podría haber pensado: “¿Al papa alemán Ratzinger le hubieran regalado semejante crucifijo?

Es cierto que el papa jesuita está reivindicando a los teólogos de la liberación condenados por su antecesor el Papa Benedicto XVI, pero siempre ha querido distinguir entre el empeño de dicha teología en la defensa de los más pobres y humillados de la sociedad, y su posible ideología comunista.

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Quizás por ello, el papa, reaccionó enseguida ante la posible carga simbólica de aquel crucifijo, y le recordó a Morales que el sacerdote había sido asesinado porque “predicaba el evangelio y eso incomodaba”.

Recuerdo que en el Concilio Vaticano II se dijo “el comunismo no hubiese surgido si la Iglesia no hubiese abandonado al mundo del trabajo”

Era como decir: “Yo soy un papa del Evangelio” y nada más. Todas las otras etiquetas son ajenas a mi misión.

He querido ver cómo la foto de la cara extraña del papa ante el crucifijo de Morales, fue comentada en las redes sociales. Y como me imaginaba, ha despertado desde comentarios chistosos sobre la fealdad artística de “aquella cosa que dio miedo al papa”, a los más complejos. Un comentario decía que ambas imágenes estaban muy bien juntas, ya que tanto la Iglesia con la Inquisición, como el Comunismo con sus purgas, “causaron muerte y dolor en el mundo”.

Recuerdo que en el Concilio Vaticano II, que supuso una revolución en la Iglesia y que se celebró aún con obispos y cardenales encarcelados por el comunismo soviético, los Padres Conciliares admitieron que quizás “el comunismo no hubiese surgido si la Iglesia no hubiese abandonado al mundo del trabajo”.

De Jesús se decía que había sido el “primer socialista” de la Historia. El primer cristianismo era esencialmente comunitario. Los primeros cristianos se dejaban matar por defender el Evangelio de los pobres.

Después, la Iglesia se aburguesó e imperializó y hasta persiguió a los teólogos que querían volver a los orígenes del cristianismo cuyos secuaces “ponían todo en común”. Aquel “comunismo cristiano” duró poco, quizás porque era utópico y la Humanidad no puede vivir sólo de utopías.

Quizás en el salto de la utopía a la realidad ambos comunismos, el cristiano y el soviético, acabaron fracasando.

Aquel “comunismo cristiano” duró poco, quizás porque era utópico y la Humanidad no puede vivir sólo de utopías

En aquel crucifijo feo de Morales podría leerse también la tragedia de las mejores utopías cuando se convierten en ideología y conquista del poder.

Francisco regaló a Morales algo que él mismo calificó con fina ironía de “más sencillo”. Sin duda más bello artísticamente: la imagen bizantina de la Virgen Marìa con el Niño Jesús de los orígenes del cristianismo que puede admirarse en la Basílica de Santa María Mayor de Roma.

La figura de Francisco, amada hoy por creyentes y agnóstico por su ejemplo de vida y su entrega a la defensa de la paz y de los derechos de los más débiles, se conjuga mejor con la imagen evangélica y materna de María que recuerda al cristianismo que aún no se había mundanizado, que con el severo e ideológico crucifijo comunista de Morales.

¿Dónde Francisco colocará el crucifijo que casi le dio miedo?

Quizás no le quepa en la sencilla habitación del hotel Santa Marta donde vive y que prefirió a los lujosos palacios vaticanos.

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