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“Nadie lo puede encerrar, porque el Chapo es un fantasma”

El rastreo del capo en los alrededores de la cárcel contrasta con el escepticismo de los policías en la posibilidad de encontrarlo

Lauro Colín, vecino de Santa Juanita.Vídeo: saúl ruiz
Pablo de Llano Neira

Un cinturón de policías rodeaba este domingo el galpón de ladrillo que le sirvió a Joaquín Guzmán de salida del pasadizo por el que escapó de la cárcel. Un helicóptero hacía un sobrevuelo constante sobre los campos de cultivo que rodean el penal, pero nadie creía que hubiese ya nada que buscar. Por el horizonte pasó un avión. Uno de los policías, sosteniendo tranquilo su fusil, se lo señaló a otro y dijo: “Mira güey, ahí va el Chapo".

Los policías daban al capo por perdido. Otro agente subido a un jeep, embozado con una bufanda, comentó: "Si me hubiera salido yo pues aún andaría por aquí viendo cómo escapar. Pero este señor con el poder que tiene ya debió de haber agarrado una avioneta en Michoacán [un Estado vecino] y quién sabe adónde andará". Otro se carcajeaba al preguntársele si creía que lo largo del rastreo se podrían encontrar al forajido: “No viejito, él ya no está aquí". El agente cumplía su jornada policial con lúcida conciencia de atrezzo.

Dentro del galpón de ladrillo gris, resguardado por soldados y policías, los peritos buscaban pistas. Por ahí tuvo que sacar la cabeza Guzmán, y uno se imagina asomar una sonrisa pérfida con un diente de oro centelleando de dicha. Su fuga por un túnel de un kilómetro y medio de largo con un vehículo motorizado montado sobre raíles no es la fuga de un mortal capo mexicano. Es la fuga de un malo de cómic, de un Joker del narco.

Pero pasado el comprensible momento inicial de lo boquiabierto, llega el de las preguntas que esperan respuestas que expliquen a los simples humanos cómo el tahúr de Sinaloa pudo realizar su última gran obra de escapismo. Alguna de esas respuestas es lo que estarían buscando esta mañana dentro del galpón de ladrillo gris.

Los primeros en ponerle peros al asombro son los campesinos. Uno de ellos, que no quiso dar su nombre, contaba a 300 metros del galpón que en las últimas semanas y meses no había visto ningún movimiento de hombres trabajando ni de camiones sacando tierra. Otro que sí daba su nombre, Juan Colín, de 74 años, con demasiado sombrero de vaquero y demasiado cinturón de hebilla gruesa como para no dar su nombre, dijo: "La casita esa tiene un año que la construyeron, y había dos cabrones que emparejaban el camino y estaban haciendo sus corrales, según ellos que iban a meter animales. Y si yo no vi nada en todo este tiempo, ¿qué le hicieron a toda la tierra esa que tuvieron que sacar? ¿Vinieron los extraterrestre o qué chingados?".

La gesta de excavar kilómetro y medio de túnel bajo campos a la vista del presidio y de las contadas casitas de alrededor es una de las muchas preguntas que buscarán respuesta. Otras tantas pedirán cuentas de lo que pasó dentro del penal, un complejo penitenciario que este domingo, desde fuera, lucía silencioso, moderno, ordenado, aunque rodeado de unas chocantes obras de construcción de una canalización de agua del tamaño de una autopista, literalmente pegadas al muro perimetral de la cárcel.

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Almoloya de Juárez, la cárcel de máxima seguridad a donde México manda a sus peores diablos, deberá rendir cuentas. Aunque algunos creen que si hubo algún problema que facilitase la huida del rey de los capos, ese problema no fue de medidas de seguridad: "Ya se escapó una vez de un penal como este. ¿Por qué no se iba a escapar otra vez?", planteaba otro policía con un discurso de final poético-críptico. "Y si tiene que volver a hacerlo lo volverá a hacer. Ni con 10.000 toneladas de roca bajo la cárcel lo podrían encerrar. Porque el Chapo Guzmán es un fantasma".

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